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A los presos del siglo 21 se les dio derechos, incluido el del sufragio, porque antes no los tenían, que son letra muerta, salvo el último; se hicieron cárceles de cemento en nombre del hacinamiento a un costo inmenso, y la situación carcelaria es la misma, incluso la violencia en la cárcel ha vuelto a reeditarse con unas imágenes cruentas que han dado la vuelta al mundo.
Lo sucedido en la semana, se llama victimización del delincuente. La victimización terciaria se dice, es aquella en la que el delincuente se convierte en una víctima institucional, pues en determinadas situaciones se le puede considerar víctima de unas estructuras injustas, circunstancias que le llevarán a la comisión del delito. Es con estos delincuentes con los que el Estado utiliza toda su fuerza, por ejemplo el robo contravencional que desapareció de nuestro ordenamiento jurídico penal, y más bien se sanciona el robo de un par de aretes de bambalina con una pena de cinco a siete años, mientras que la asociación ilícita con una pena de tres a cinco años; delito horrendo con el que se nos robó incluso la dignidad.
Al hablar de victimización terciaria, se produce una primera victimización debido a esas estructuras injustas, pero una vez que se entra en la prisión se produce la victimización penitenciaria, fundamentalmente por el hacinamiento. Al condenar a un individuo se le condena no sólo a la privación de libertad, sino también se le condena a su propia victimización. Esta victimización, destaca por su crueldad, tratos vejatorios, dificultad laboral, el recluso tiene demasiado tiempo dedicado a la inactividad; también hay agresiones sexuales, existencia de mafias carcelarias, circulación de drogas, amén de la subcultura de la cárcel, pasando por la prendada.
Ante esta situación, no es de extrañar que el recluso recurra al suicidio o que los individuos estén dispuestos a matar. Eso dice la Criminología Contemporánea. Esa es la radiografía del sistema carcelario en el Ecuador.