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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

1 de mayo

30 de abril de 2015 - 00:00

Todo empezó en Estados Unidos de Norteamérica cuando en 1886 el presidente Andrew Johnson promulgó la Ley Ingersoll, estableciendo las ocho horas de trabajo, en una época en donde era común que la jornada llegara a 14 y 18 horas diarias. Sin embargo, los sectores patronales más retrógrados presentaron dura resistencia y la ley no se cumplió.

Las organizaciones laborales iniciaron grandes movilizaciones demandando el cumplimiento de la ley. Chicago destacaba como centro industrial y fue ahí donde el 1 de mayo de 1886 se realizó una masiva manifestación con la presencia de casi cien mil trabajadores. El movimiento se extendió a todo el país dando origen a no menos de cinco mil huelgas. Fue inevitable la violencia con la Policía, que era agresiva e intolerante, especialmente con una clase obrera de inmigrantes pobres.

La represión fue sangrienta con el saldo trágico de muertos y heridos. El 4 de mayo se efectuó una concentración en el mercado de Chicago, para protestar por la brutalidad policíaca, reiterando las exigencias para hacer realidad la reducción de la jornada de trabajo. El estallido de una bomba causó la muerte de un agente de la Policía, encendiendo la chispa de una revuelta con el saldo de otros muertos y heridos.

Aunque nunca se pudo establecer quién fue el autor de la explosión, ocho de los líderes laborales fueron acusados de ser los responsables del hecho. Hubo un bochornoso juicio cuyos jueces eran producto de un nombramiento fraudulento. No vacilaron en condenar a muerte a los detenidos.

El 11 de noviembre de 1887, cuatro de los procesados fueron ahorcados ante el estupor del mundo civilizado. Los ejecutados son conocidos como los Mártires de Chicago. Ellos fueron Albert Parsons (periodista estadounidense de 39 años); August Spies (periodista alemán de 31 años); Adolph Fischer (periodista alemán de 30 años y George Engel (tipógrafo alemán de 50 años).

El carpintero alemán de 22 años Louis Lingg, se había suicidado antes en su calabozo. El tipógrafo alemán de 33 años Michael Swabb y el inglés Samuel Fielden (pastor metodista y obrero textil de 39 años), se salvaron de la ejecución, pues les fue conmutada la pena por cadena perpetua. Oscar Neebe (vendedor estadounidense de 36 años) fue condenado a 15 años de trabajos forzados.

En conmemoración de la masacre de Chicago, en un congreso en París se decidió declarar el 1 de Mayo como el Día Mundial de la Lucha Obrera.

La historia de la humanidad presenta la permanente lucha para evitar la explotación del hombre por el hombre. Desde estos hechos en el siglo 19 mucho hemos avanzado en la reivindicación del trabajador. Todas las tendencias ideológicas han tenido éxitos y fracasos. Sin embargo, no hay una sola  sociedad del mundo civilizado del siglo 21 que de alguna manera no viole los derechos de los trabajadores, desde los ultraconservadores estadounidenses, a los modernos socialistas europeos o las democracias comunistas de Asia.

En el país respiramos un aire laboral muy diferente, pero el discurso de los mismos dirigentes (y de algunos nuevos que lo han copiado) no cambia. Parecen estribillos sin sentido y sus reclamos no tienen fundamento. De hecho, el sindicalismo está desprestigiado y los movimientos de trabajadores totalmente desorientados. No se dan cuenta de que el mundo cambió y que el empresario y el trabajador están en la misma nave para salir del azote de la pobreza. (O)

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