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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

María Tejada y el pasillo

05 de octubre de 2017 - 00:00

La primera pregunta planteada sobre el pasillo es sobre sus orígenes, a propósito de su reciente celebración en homenaje al día del nacimiento de Julio Jaramillo, que cada día canta mejor.

Mucho se ha discutido la paternidad del pasillo, a veces visto como una reivindicación del sentido de patria, pero es indiscutible que este género musical es producto, como todas las músicas, de profundas influencias. La investigación lo sitúa en el último cuarto del siglo XIX, en la época de Ignacio de Veintimilla, exactamente en 1877, procedente de Colombia, lo que no quiere decir que en el país tuviera sus características propias, como es el caso de Aparicio Córdova, quien compuso el pasillo ‘Los bandidos’.

En la consultoría ‘Validación del pasillo como Patrimonio Cultural de Ecuador’, de 2012, aparece también el tema de su etimología. Octavio Marulanda cree que es una derivación de la palabra española ‘paseíllo’, que designa un aire festivo popular. Es decir no sería una consecuencia, como se creía, del diminutivo de la palabra ‘paso’, por ‘pasito’, sino más bien de ‘paseo’. El término ‘pasillo’ está vinculado a las representaciones dancísticas relacionadas con la tauromaquia. De hecho, se sabe que en los siglos XVIII y XIX eran frecuentes las danzas que rememoraban las corridas de toros, como es el caso del ‘toro rabón’.

Un momento importante del pasillo es su ‘ecuatorianización’, después de la creación de pasillos bailables, cuando interrumpe la guitarra y permite la creación del llamado pasillo canción, donde se traspasaron las pautas de acompañamiento, permitiendo el denominado ‘sentimiento pasillero’. En este punto, es vital lo que se conoce como la ‘yaravización’ del pasillo, es decir la influencia y sincretismo musical desde el mundo andino, con la ‘pentafonización’ de su melodía y, en seguida, el protagonismo del texto poético que, sin lugar a dudas, hacen que el pasillo tenga una marca de Ecuador.

No hay que olvidar que todos estos procesos surgieron en medio de disputas que buscaban dotar al país de unas melodías que permitieran la construcción del sentido de nación. Pero como toda música, el pasillo también hizo su entrada a los sitios de bohemia y desde allí, la investigación alude a la urbanidad, a sus frustraciones y conflictos, en la primera mitad del siglo XX.

El género es, además, mestizo, porque en su naturaleza musical es visible la concurrencia de tradiciones musicales mediterráneas y andinas. Los hitos importantes, del pasado siglo, serían la industria fonográfica y la reactivación nacionalista, a propósito del conflicto con Perú de 1941.

Si me dieran a elegir tres pasillos serían ‘Invernal’, de José María Egas y música de Nicasio Safadi; y de los contemporáneos, ‘El espantapájaros’, del maestro Gerardo Guevara, instrumental. Además de las versiones de María Tejada quien, junto a Donald Régnier, tiene una de las claves del futuro de esta música (disponibles en YouTube, donde se puede consultar: ‘Pasillo ecuatoriano, música del mundo’). El tercero aún espera por la inspiración de Daniel Mancero. (O)

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