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El Telégrafo
Fander Falconí

Final de los feriados

05 de abril de 2017 - 00:00

La victoria de la Revolución Ciudadana en Ecuador ha alertado tanto a la derecha como al progresismo en Latinoamérica. La derecha está asustada, ya que su plan de reconquista enfrenta su primer tropiezo serio. Tras los triunfos oligárquicos en Argentina y Brasil, se le subieron los humos a la cabeza.

Hace tiempo habían dado el golpe en Honduras y Paraguay, pero ahora se hablaba del efecto dominó. No solo caen los gigantes del continente, también Perú ha girado a la derecha. Mantienen en jaque a Venezuela, con la ayuda de su prensa ‘independiente’, que poco habla de la crisis argentina (“no es crisis, pues solo afecta a los pobres”, piensan ellos). Y sueñan con el desmantelamiento del socialismo en Cuba. Las elecciones ecuatorianas eran su esperanza, habida cuenta de las inversiones hechas para ganarlas, incluyendo ciertos depósitos bancarios.

Ahora se aguó la fiesta. Pero el progresismo no debe caer en el triunfalismo. Parafraseando a un político inglés, tras las dos victorias decisivas de los aliados contra los fascistas en la II Guerra Mundial (El Alamein, fines de 1942, por los británicos y Stalingrado por los soviéticos, inicios de 1943), hay que decir que este no es el fin de la escalada derechista contra Sudamérica. Ni siquiera es el principio del fin, pero sí es el fin del principio. Lo que viene será otro capítulo de esta larga batalla.

En 2017, de aquí en adelante cabe esperar un segundo despertar de los pueblos latinoamericanos. Pero no hay que olvidar la consigna que sugiere no dormirse. ¿Hasta cuándo seguiremos luchando? Hasta la victoria… ¡siempre! Dormirse en los laureles sería nuestro peor error; nada más trágico que el triunfalismo.

En el caso ecuatoriano, conviene mirar con atención los resultados. No porque nos dejemos sugestionar por el eufemismo de la derecha, ‘empate técnico’, como si fuera un combate pugilístico. Pero sí por las implicaciones de las posiciones que defiende la derecha: recorte de inversiones sociales e impuestos, privatización de la salud, voucher educativo o deudas para las familias pobres, etc. En otras palabras, más feriados bancarios, fiscales y educativos.

Toda la partidocracia se unió a la banca y a cierta prensa, eso estaba previsto. Hubo gente que creyó en el planteamiento anticorrupción. Otros, cuya situación mejoró en estos años, votaron por quienes ayer los traicionaron. Hay muchos logros, pero también hay muchos desafíos de política pública. Los programas sociales deben ir acompañados de concientización ciudadana. Más corresponsabilidad social.

Una buena parte de las personas que votó por la derecha, sin pertenecer a ella, lo hizo por la palabra mágica cambio. Esto no solo se debe a la verborrea engañosa de la banca. ¿A qué rato nos dejamos arrebatar la palabra ‘cambio’ que es patrimonio nuestro? Y no es solo un error ecuatoriano. En Argentina, Macri ganó las elecciones con la palabra ‘cambio’ (claro que ganó la guerra, pero está perdiendo la paz). En fin, es tiempo de alegría por el triunfo electoral ecuatoriano y también es momento de reflexión. (O)

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