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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Argentina: un desaparecido en democracia

25 de agosto de 2017 - 00:00

Avanza la derecha en Latinoamérica, en casi todas las latitudes. Con parecidos libretos, acusando a anteriores gobiernos de corrupción, que poco importa si es real o ficticia: igual su denuncia cumple la función de silenciar el debate ideológico y ocultar el signo ajustador y privatista de los nuevos tiempos. Argentina y Brasil han sido pioneros en esta saga.

También el ruido sobre el pasado sirve para ocultar oscuros presentes: en este caso, se ha dado en Argentina la ominosa situación de una persona desaparecida tras un operativo de las fuerzas de seguridad. Se trata de Santiago Maldonado, joven que acompañaba a un grupo mapuche durante una ocupación de terrenos patagónicos, que ahora pertenecen a la multinacional Benetton.

Es discutible que multinacionales puedan apropiar grandes extensiones de tierras; más aún que puedan contener ríos o lagos, o que puedan impedir el acceso público a ellos; y más todavía, que se instalen sobre espacios que ancestralmente han pertenecido a las etnias indígenas que los habitan desde hace siglos. Sin embargo, nada de eso se discute por los medios de difusión hegemónicos argentinos, los cuales, en consonancia con el Gobierno, no han dudado en tildar a los mapuches de violentos y hasta de ‘terroristas’ (¿?).

Maldonado no es mapuche, estaba acompañando circunstancialmente. Llegó la Gendarmería -la fuerza ahora preferida para la represión política- e hizo un violento desalojo, cuya filmación se ha visto a través de la televisión opositora. Esto fue a comienzos de agosto: Maldonado no aparece desde entonces, y el testimonio de los mapuches señala que se lo llevó la Gendarmería.

El Gobierno niega tercamente la situación, repitiendo en calco los argumentos de la dictadura cuando las desapariciones forzadas sistemáticas: que no hay testimonio de que Maldonado haya estado en el sitio, que no hay información oficial sobre ningún detenido, que no hay por qué sospechar de la Gendarmería, y parecidas inconsistencias (“el desaparecido no está, no existe, no tiene entidad”, decía el dictador Videla en su momento). Sugieren que el desaparecido se autoocultó, dicen haberlo visto en diferentes sitios de Argentina y el extranjero, intentando tapar una situación cuya obviedad no escapa a nadie, y que el fiscal del caso ha sabido poner en evidencia.

La marcha de la CGT del martes pasado ha pedido por Maldonado: es un baldón enorme para un gobierno democrático. Muy diferente al de Julio López, sucedido cuando el gobierno anterior, pues en ese caso no hay señal de que fueran fuerzas del Estado las que obraron la desaparición: en este caso, el operativo tras el cual desapareció Maldonado lo dirigió directamente un alto funcionario del ministerio macrista de Seguridad (el cual, por cierto, fue defensor de genocidas en diversos juicios por crímenes de lesa humanidad).

Es una enorme mancha que un gobierno democrático no debiera tener. Ojalá que Maldonado aparezca con vida o que -cuanto menos- su cuerpo aparezca, si bien la actitud negacionista del Gobierno parece estar promoviendo todo lo contrario. (O)

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