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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Impostor, se te cayó la máscara

27 de enero de 2020 - 00:00

Filántropo, humanista y un ser humano bastante respetado. Jamás podría imaginarse de él ni un solo acto de corrupción. Admirado por la sociedad como experto en las finanzas y, además, ejemplo para su familia. Pero resultó ser uno de los impostores canallas más grandes de la historia.

Se trata de Bernard Madoff, ese lobo inversionista de Wall Street que estafó a tantos con pagos de inversiones basados en un sistema piramidal de Ponzi. Hoy, sigue cumpliendo una condena de 150 años en prisión.

Madoff era un impostor real. Se vendía como altruista, solidario y gran inversor, para así poder ejecutar su estafa. Muchos se quitaron la vida por el desfalque que “Bernie” causó, uno de los más importantes del mundo.

Es que es difícil sospechar de alguien así. Definitivamente tiene que tratarse de un psicópata para semejante engaño. Y cuando este tipo de personas caen o son descubiertas, pocos se lo creen.

Este impostor real se diferencia de lo que se ha denominado el “Síndrome del Impostor”, que es un cuadro psicológico descrito por varios psicólogos, del que se dice que algunas personas lo padecen.

Aunque podemos refutar esta construcción diagnóstica porque no consta en los manuales de diagnósticos psiquiátricos. En fin.

El síndrome se basa en que un individuo no puede creerse los logros que ha obtenido o en su defecto, cree que no se merece el éxito que ha logrado.

Ahora diferenciemos el Síndrome del Impostor del efecto Dunnin-Krugger, que técnicamente es: un inepto que se piensa con más habilidades que, incluso, las personas más capaces que él. Este efecto y un impostor real, con facilidad lo hallamos usualmente en los políticos.

Les propongo: todos somos alguito impostores, en cuanto usamos máscaras para desenvolvernos en este teatro llamado sociedad. Solemos ser de distintas formas dependiendo el contexto, hasta que se nos cae la careta públicamente quizá después de un beso en el estadio.

Pero tenemos la oportunidad de ser ahí, lo que somos de “verdad”, cuando esa máscara se cae. (O)

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