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El Telégrafo

Recordando a Mr. Hopman

24 de diciembre de 2011 - 00:00

Escribo esta columna en homenaje a Harry Hopman, una leyenda del tenis, uno de los más grandes entrenadores de la historia, este 27 de diciembre se cumplen 26 años de su muerte a los 79 años, causada por un paro cardíaco en la ciudad de Largo, estado de Florida, donde vivía y dirigía la mejor academia de tenis de esa época.

Tuve el honor y el privilegio de haber entrenado bajo su tutela.  

El Señor Hopman (Mr. Hopman), como era llamado por todos, jugadores, entrenadores, pues era tal el respeto que proyectaba, debido a su trayectoria, sus conocimientos, su pasión por el tenis, que nadie se hubiera atrevido a llamarlo Harry.

Nació en Sydney, Australia,  el 12 de agosto de 1906, fue un excelente tenista,  dos veces finalista del abierto de Australia en singles en 1930 y 1932, pero sus mejores resultados los consiguió en dobles, fue campeón del abierto australiano en 1929 y 1930, en dobles caballeros  y campeón de Roland Garros en 1930 y 1948, a pocos meses de cumplir los 42 años; en dobles mixtos junto con su primera esposa Nell Hall ganó  4 veces en Australia en 1930-36-37-39, y llegaron a la final de Wimbledon en 1935 y el US Open en 1939. 

También fue integrante del equipo Copa Davis de su país en 1929, 1930 y 1932. Muy poca gente lo recuerda por sus éxitos como jugador, pues su carrera como entrenador los eclipsó casi por completo, la leyenda comenzó a construirse cuando fue nombrado capitán del equipo australiano de Copa Davis en 1938, año en que perdieron la final contra los EE.UU., pero al año siguiente con los mismos jugadores, Adrian Quist y John Bromwich, remontan un marcador de 0-2 el primer día y derrotan a los americanos por 3-2 en la final. Era su primera Copa Davis como capitán.

Después vendría la Segunda Guerra Mundial. Una vez terminada la guerra, Mr. Hopman incursiona en el periodismo y empezó a escribir en la sección de deportes del Melbourne Herald, más adelante volvió a entrenar un grupo de jugadores y  en 1950 fue designado nuevamente como capitán del equipo australiano.

Comenzaría un período brillante para el tenis de ese país, que se lo denominó la “era Hopman”; se mantendría en el cargo hasta 1969, ganando la famosa Ensaladera de Plata 15 veces en esos 20 años,  dándole a Mr. Hopman un total de 16 trofeos,  un récord que perdura hasta el día de hoy y que yo lo veo prácticamente imposible de superar.

¿Cuál era el secreto del éxito de Mr. Hopman? Fue uno de los pioneros en lo que es la preparación física dentro del tenis, con intensos ejercicios, un gran motivador, inigualable estratega y a todo esto le sumaba una férrea disciplina y reglas inquebrantables.

Mr. Hopman nunca tuvo hijos,  tal vez por esa razón él era como un padre para sus pupilos y siempre estaba pendiente de todos los detalles de sus vidas. Americanos y británicos con algo de envidia decían que Mr. Hopman producía jugadores como en una línea de ensamblaje, pues cuando sus principales estrellas dejaban el equipo Copa Davis para ingresar al profesionalismo (en esa época los profesionales no podían participar en esta competencia), no tenía problemas en reemplazarlos con otros de igual o mejor nivel; así, después de Frank Sedgman y Ken McGregor, vinieron Lew Hoad, Ken Rosewall, Ashley Cooper, Mervyn Rose; detrás de ellos Mal Anderson, Neale Fraser, Roy Emerson, Rod Laver; más adelante John Newcombe, Fred Stolle, Tony Roche.

Qué jugadores, qué equipos  y con Harry Hopman en la silla aconsejándolos, eran casi invencibles. Dejaría definitivamente la capitanía en 1969, tras una derrota como visitante frente a México. En 1970 viaja a los EE.UU. y comienza a dirigir la academia de tenis de Port Washington en  Nueva York, en la que tenía entre sus alumnos más destacados a John McEnroe y Vitas Gerulaitis. Mr. Hopman había enviudado en 1968 y ahí conoció  a Lucy Pope Fox, con quien se casaría el 2 de febrero de 1971, después se mudaría a Largo, Florida, donde instaló su propia academia en el Country Club de Bardmoor, un complejo espectacular con 45 canchas  y habitaciones para hospedar a cientos de tenistas de todas las edades y de todos los rincones del mundo, ávidos de recibir las enseñanzas y consejos de una leyenda.

En reconocimiento a su ilustre carrera, Mr. Hopman fue electo  para integrar al Salón de la Fama del tenis en 1978.
Recuerdo como si fuera ayer  que en  febrero de 1977  la Federación Ecuatoriana de Tenis, presidida por Roberto Jones Manrique, envió un grupo de los mejores jugadores juveniles a entrenar en la academia de Harry Hopman.

Yo tuve la suerte de estar entre los escogidos; entre los integrantes estuvo también Andrés Gómez. Pasamos un mes entrenando allá, dos horas y media por la mañana, otras dos horas y media por la tarde, un total de cinco horas obligatorias de tenis; después venía la preparación física, luego de lo cual era opcional jugar partidos con otros alumnos. Recuerdo la energía que tenía Mr. Hopman, patrullando las 45 canchas en un carrito de golf  y haciendo constantes paradas en diferentes canchas para entrar y hacer correcciones a errores que él detectaba a la distancia.

Era  incansable, tenía una pasión incomparable para enseñar. Entrenaban en la academia muchos jugadores profesionales como Peter McNamara, Paul McNamee, quienes serían campeones de dobles de Wimbledon en varias ocasiones; Vitas Gerulaitis,  # 3 del mundo; Chris Lewis, finalista de Wimbledon; Hans Gildemeister, #1 del mundo en dobles junto a Andrés Gómez; Andrea Jaeger y Kathy Horvath, que fueron #2 y #10 del mundo, respectivamente, y muchos de los mejores juveniles de todas partes del planeta. Nosotros volvimos al año siguiente  y luego nuevamente en 1979.

Ese año Andrés ya comenzaba a jugar torneos profesionales  y yo estaba obteniendo  buenos resultados en mi último año como juvenil. Me acuerdo que tras terminar un entrenamiento, Mr. Hopman nos llamó a Andrés y a mí  y nos dijo que nos invitaba a comer al restaurante principal del club. Ese era un honor reservado para pocos, una cena de primera con Mr. Hopman, en la que seguro nos contaría interesantes anécdotas y nos daría valiosos consejos.

Y efectivamente hubo todo eso, pero también una sorpresa adicional para nosotros: una compañía francesa, fabricante de equipos, accesorios y ropa para la práctica del esquí sobre nieve, había decidido entrar al mercado tenístico y tenía la intención de formar un equipo para promocionar las raquetas  y querían comenzar enviando a dos jóvenes a jugar en Europa durante tres meses, con un entrenador.

Lo más importante  era que ellos correrían con todos los gastos  y habían viajado a Florida a hablar con Mr. Hopman, para que él les diera los nombres de 2 jugadores que entrenaran en su academia y que él consideraba que tenían un buen futuro en el deporte. Cuando Mr. Hopman nos dijo que nosotros dos éramos los escogidos, no lo podíamos creer, era como un sueño hecho realidad, de los miles de jugadores que pasaban por su academia, nos había elegido a nosotros.

El viaje a Europa fue una experiencia por demás positiva para ambos. Andrés terminó ese año ranqueado entre los 60 mejores del mundo, con apenas 19 años,  y yo terminé el año ganando el Orange Bowl  y como # 1 del ranking mundial juvenil.

Otro hermoso recuerdo que tengo de Mr. Hopman  es justamente después de ganar el Orange Bowl. Apenas terminada la premiación, estaba con mi padre, ambos felices comentando sobre el partido, admirando el trofeo; de repente me llaman a la oficina del director del torneo y me dijeron: tiene una llamada, contesto el teléfono y para mi sorpresa era Mr. Hopman llamando para felicitarme. Un detalle que nunca olvidaré.

26 años más tarde  su legado perdura,  su filosofía y sus conceptos siguen siendo transmitidos por muchos entrenadores que tuvimos la suerte de ser sus alumnos y tratamos de seguir sus pasos.

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