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Primero de abril, día de las mentiras: Diarios Dispersos V (fragmentos)

Primero de abril, día de las mentiras: Diarios Dispersos V (fragmentos)
Foto: Arthur Tress
30 de junio de 2018 - 00:00 - Carla Badillo Coronado

La mano que me hunde es la mano que me salva.
Clarice Lispector

El otro día vi un documental donde aparecía un grupo de personas que aseguraban que llevan instalados unos dispositivos que alguien, con quién sabe qué fines, les había depositado en sus cerebros y en sus cuerpos. Sabían que estaban siendo permanentemente espiados/controlados por esas miradas. Fue muy loco. Lo vimos con Nuno recostados en la cama. A oscuras.

Yo alucinaba. Alucinaba porque muchas de esas cosas me llegaban. Sentía que era uno de ellos y que había encontrado un grupo cuya existencia no imaginaba. ¿Qué tengo en mi cabeza? ¿Será que ese es el chip al que siempre me refiero cuando siento que se me activa algo que está retorcido? Sus casos eran particulares y mucho más extremos, pero desde luego había un punto en común.

El chip y la paranoia. ¿Cómo vivir sabiendo que estás escuchando otras voces que controlan tu tranquilidad? ¿Quién gobierna tu paz mental? Creías que era tu propia mente. Creías que eras tú misma. Pero lo cierto es que no sabes un carajo.

        ***

Sólo sé que no sé nada
lo dijo Sócrates 2.000 años antes de Cristo
y hay muchos que hoy dicen,
con cierto desprecio:
¡Ah, pero eso lo podía haber escrito yo!
Imbécil
si hubieses aprendido algo en la vida
sabrías que para llegar a ese punto
—de tamaña claridad y simpleza—
es preciso reventarse
por lo menos dos mil veces
el cerebro y la existencia.
        
        ***

—¿Qué día es hoy?
—Primero de abril: Día de las mentiras.
—¿En serio?
—Verdad.
—No puede ser verdad, es el día de las mentiras.

        ***
La función de la escritura es explotar el tema de uno —transformarlo en otra cosa— (la escritura es una serie de transformaciones). Escribir significa convertir las desventajas (limitaciones) en ventajas. Por ejemplo, no amo lo que estoy escribiendo. Está bien, entonces, esa también esa es una forma de escribir, una forma que puede producir resultados interesantes.

Diarios, Susan Sontag (11/5/76)
        ***

Tú sabes que mi estómago arde cada vez que no duermo; y cada vez duermo menos. Los paisajes se han quedado clavados de una imagen futura que nunca llega a concretarse, apenas en la imagen de una pesadilla que después me persigue y que tú, con ternura, intentas transformar. Thanks for transforming my nightmares into music. ¿Qué más podemos hacer nosotros, diminutas larvas del silencio? Monstruosas. Sagradas. Maravillosas. Somos todo lo que queramos ser. Un fin de semana eterno en la basta cordillera de los viajes. Producimos lenguaje a la vez que escapamos de él. Perdóname, amor mío, por nombrarte en todo y querer sacarme los ojos para no darme cuenta del monstruo que soy en días como ayer.

        ***
Más difícil que la honestidad intelectual es lograr la honestidad sentimental. La disciplina puede ser ayuda, pero de nada sirve si no se tiene presente la radical soledad en la que estamos y, por lo tanto, la inutilidad, la poca sensatez y el poco respeto que supone requerir de otro un apoyo incondicional. Guardar distancia es, por ello, indispensable, incluso y sobre todo con los más allegados, pues a estos más que a cualquiera solemos cargar con obligaciones que no les competen. Lo deseable sería saber exactamente qué puede esperarse de cada cual y no pedirle nunca nada que sobrepase sus límites. Quien de esta manera actúa no puede sentirse decepcionado por nadie. Cierto es que la sabiduría en las relaciones empieza por el conocimiento del otro. Quien conoce al otro puede aceptarle tal cual es.

Chantal Maillard, La mujer de pie
        ***

Entonces encontré a un vagabundo que iba cantando
con dos latas de sardina / una en cada mano
Cantaba con una sonrisa
que dejaba ver la ausencia de sus dientes
No se le entendía un carajo
Lo saludé cuando pasó a mi costado
Hice un gesto de reverencia con la cabeza
y luego sonreí
Yo tenía los dientes que al vagabundo le faltaban
pero él la canción que yo no podía escribir.

        ***

(Biblioteca de la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa)

Finalmente adentro.

Ayer no pude ingresar porque no soy estudiante y tampoco cargaba ningún documento —nunca lo hago— y por regla es imposible ingresar sin identificación. Quise dejar mi laptop en prenda; le expliqué que mucho más que la máquina, era el valor de lo que en ella guardo. No le interesó, quería un documento. «No importa que no sea la cédula, puede dejarme su licencia de conducir», sugirió el guardia de seguridad. Me reí. No tengo licencia ni auto y jamás he sacado una tarjeta de crédito. Le dije que lo más valioso que cargaba era este diario. Sonrió, seguramente pensaba que bromeaba. Después de todo, para ellos no sería más que un cuaderno lleno de garabatos que tampoco lograrían entender.

Son cuatro pisos.

Estoy en el segundo.

Me interesa la primera sección: Filosofía. Hago un paneo muy rápido por las subdivisiones y me detengo en Filosofía Contemporánea. Busco a Jaques Derrida; no lo encuentro. Quizá en los siguientes estantes, pienso, pues justo en medio hay una división con una pequeña área de escritorios. Hay muchos estudiantes, todos muy concentrados. Tengo apenas media hora antes de que se retome el Seminario de Daniel Blaufuks al que estoy asistiendo en el Anfiteatro III, de la Facultad de Letras. Han sido dos días intensos en los que he descubierto el universo de este prolífico y ecléctico artista portugués de ascendencia judía. Sus principales líneas de trabajo son la exploración de la memoria, los registros sonoros y visuales y la relación de los viajes, físicos y temporales —muchas veces en condiciones extremas de exilio—. No quiero llegar tarde porque es la parte que más me interesa.

Y será el mismo Blaufuks quien hable de su obra (para mi sorpresa se trata del hombre que durante estos dos días ha estado sentado pocos asientos delante de mí, callado).

Sigo hurgando entre los estantes y al final escojo tres; con ellos decido empezar esta serie de lecturas fragmentarias en biblioteca esporádicas.

Son estos:

 -Philosophy after Darwin. Classic and contemporary readings (edited by Michael Ryse) biology/filosophy/history/ science
 -Testemunhos e fragmentos de Górgias
 -Poética de Aristóteles (en una maravillosa edición antigua de pasta dura y roja, y de hojas gastadas y brutalmente subrayadas con esfero y notas al margen)   

       ***

Es una cosa que he visto con mis propios ojos: mentes dotadas, proclives a la libertad, y perdidas por la lectura desde los treinta años, más que las cerillas que hay que frotar para que produzcan chispas. pensamientos. Leer un libro por la mañana temprano, al amanecer, en el primer frescor, en la aurora de la fuerza: es lo que llamo vicio.

Friedrich Nietzsche

        ***

Ahora quisiera escribir, por ejemplo, alguna historia que nada tenga que ver con grandes pasiones, pero sí con una dedicación extrema, como la vida de un pastor de ovejas o una mujer en algún campo de Italia, mientras ordeña una vaca, y le da lo mismo si es verano y son 45 grados. Ni bien lo escribo, aparece en mi mente el poema de Raúl Zurita que habla de las vacas.

(Algunas vacas se perdieron en la lógica)

        ***
Un fraude en potencia —al menos potencial— en toda escritura.
Susan Sontag. Diarios (8/20/64)
        ***

Alguien escribió que prefería al poeta del basurero que al poeta de las nubes / pero yo prefiero al poeta del mundo / porque contiene a ambos.

        ***

Finalmente vine a la Biblioteca del Instituto Goethe, frente al parque de los patos. La vez pasada estuve apenas 10 minutos, hojeando los libros de Walter Benjamin, en la sección de Filosofía. Hoy tengo tiempo. El bibliotecario me explicó brevemente el sistema, que si deseaba llevarlos podía sacar una tarjeta con un costo mínimo. Le agradecí, pero le dije que prefería venir a leerlos aquí; me gusta el jardín y el café oculto. Casi todas las traducciones, apuntes, introducciones que encuentro en los libros que escojo son de João Barrento, una de las mentes portuguesas contemporáneas que más admiro. Siempre termino encontrándolo, ya sea por la literatura de Maria Gabriela Llansol o por los eventos relacionados a la literatura alemana. El otro día coincidimos aquí, en la conferencia sobre Peter Handke y el Teatro, a propósito de su obra ‘Kaspar’, basada en la enigmática vida de Kaspar Hauser (de la cual también Werner Herzog, atraído por su historia, hizo una película).

Estos son los libros que escojo para hoy: Anotações sobre as cores (Wittgenstein); Máximas e reflexões (Goethe); Fragmentos são Sementes (Novalis); Antologia de páginas íntimas (Franz Kafka); Reflexões: a criança, O brinquedo. A edução, Walter Benjamin; Leituras de Walter Benjamin, Mario Seligmann-Silva.

Empiezo con Wittgenstein y lo que me parece interesante, después de algunas páginas, es descubrir que en algunos pasajes reduce o niega la validez de algunas de las reflexiones encontradas en la Teoría de los colores, de Goethe.

Traduzco este párrafo.

Una tribu de daltónicos podría muy bien vivir sin problemas; ¿pero ellos habrían desarrollado todos nuestros nombres de colores? ¿Y cómo correspondería su nomenclatura a la nuestra? ¿Cómo sería su lenguaje natural? ¿Será que sabemos? Tendrían, por naturaleza, tres colores primarios: azul, amarillo y un tercero, ¿que tomaría el lugar del verde y del rojo? ¿Y si encontráramos esa tribu y quisiéramos aprender su lenguaje? Sin duda encontraríamos dificultades.

        ***
Cada lenguaje humano traza un mapa del mundo de diferente manera. Hallamos una compensación vital en la extremada complejidad gramatical de esos lenguajes (por ejemplo, entre los aborígenes australianos o en el Kalahari) cuyos hablantes habitan en contextos sociales y materiales de privación y esterilidad. Cada lengua —y no hay lenguas menores o «insignificantes»— funda un conjunto de mundos posibles y geografías de la memoria. Son las conjugaciones del pasado en su sorprendente variedad las que constituyen la historia. (...) Cuando un idioma muere, con él muere un mundo posible.

George Steiner, Después de Babel

       ***

El día valió la pena, sin duda. Un idioma muere en algún lugar de la Tierra. Pero en esta casa se escribe un libro; y de alguna manera estoy inventando otro idioma. En esta casa, sobre todo, hoy se salvó nuestro mundo. (I)

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