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Prender el alma de Nicola Cruz, el músico ecuatoriano del futuro

Prender el alma  de Nicola Cruz, el músico ecuatoriano del futuro
14 de marzo de 2016 - 00:00 - Yumber Vera Rojas. Página/12

¡No puede ser!” Justo hace una década, el ecuatoriano Delfín Quishpe comenzó a escribir su leyenda cuando su célebre y consternada expresión, con la que abre su hit ‘Torres Gemelas’, se convirtió en oda al kitsch 2.0. Y alcanzó ribetes religiosos cuatro años después, cuando unió fuerzas con las peruanas Wendy Sulca y La Tigresa del Oriente para el himno En tus tierras bailaré, consolidando así la Santísima Trinidad sudamericana de la bizarría youtuber. No obstante, más allá de haber despertado el morbo y esa contradicción de emociones —por momentos vilipendiosa, en ocasiones tierna y a ratos hilarante—, la aparición del personaje andino generó la pregunta: “¿Qué pasa con la música de su país?”.

Si bien Ecuador ostenta un rico crisol sonoro en el que conviven la tradición con expresiones experimentales como la de Mesías Maiguashca —un cultivador de la electroacústica que en Argentina estudió con Alberto Ginastera y en Alemania trabajó con Stockhausen—, su único gran ícono internacional es el desaparecido bolerista Julio Jaramillo. Pero la llegada de Rafael Correa a la presidencia, en 2007, no solo ayudó a situar a la nación bolivariana en el mapa, sino que exorcizó los estereotipos sobre ella. Y eso permitió que una nueva generación de artistas desarrollara y exportara un discurso que apela a la vanguardia para redimir la tradición.

Además del cineasta William León —llamado el ‘Spielberg puruhá’ porque hace sus películas en kichwa— el exponente más emblemático de la avanzada es Nicola Cruz, el productor, músico y DJ latinoamericano que puso a sus pies a la escena electrónica global. “A pesar de que vengo de un país chico, y del que poco se sabe, recibimos las mismas influencias que le llueven al resto del continente”, avala el artífice de 28 años, cerveza mediante, en el barrio de Palermo. “Las nuevas tecnologías que nos llegan al Tercer Mundo permitieron que progresaran el arte y la música. En Ecuador esperamos bastante hasta que la cosa estuviera cimentada; ahora siento que hay fundamentos, y existe una escena emergente y muy interesante”.

Luego de convertirse en el artista revelación del Sónar Buenos Aires de diciembre, a partir de un set en vivo que transformó a la Sala Sinfónica de la Usina del Arte (base del Sónar +D) en la más impensable pista de baile, el novel genio de la electrónica latinoamericana regresa a la capital argentina (tras debutar aquí en 2014) para presentar formalmente Prender el alma. El fabuloso álbum debut del artista nacido en Limoges (Francia), aunque establecido actualmente en el Valle de Tumbaco, a 14 kilómetros de Quito, representa un manifiesto sobre la renovación y el contexto. “Vengo de un país latinoamericano con problemas, pero mi propuesta no está atada a una economía”, describe Cruz, quien en 2013 puso a la venta el EP Noise Within Us.

El primer álbum del productor y músico de 28 años cristaliza la evolución del tropical bass y pisa las pistas con confianza y percusión. “Este disco es un despertar de conciencia que se refleja en la música. Hace tres años comencé a experimentar con el folclore y los tiempos lentos, y me pareció que un álbum es una buena tarjeta de lo que eres”, dice sobre Prender el alma, lanzado en octubre vía ZZK Records, y que no solo es la nueva apuesta del sello disquero de Zizek, colectivo argentino dedicado al folk electrónico y la cumbia digital, sino también la evolución tan esperada de la escena tropical bass, al pisar con confianza y temple la pista de baile. “Para mí son más que un sello; mi atracción por trabajar con ellos es por el aporte que hicieron en Sudamérica”, asegura Cruz acerca del laboratorio artístico que fue escuela para exponentes de Argentina y otras partes de la región luego de que por su catálogo pasaran artistas como Chancha Vía Circuito, El Remolón o Tremor.

Aunque la fiesta y el baile siempre son bienvenidos, me encanta tocar en auditorios porque me gusta que se sienten y escuchen. No digo que hago techno con folclore porque no es así. Aprendí de la música electrónica a través del techno y el house, pues era lo que me parecía fascinante. Pero después llegó el momento de explorar sensaciones diferentes”. Además de recrear el paisaje vallístico en el que fue concebido, a 2.800 metros sobre el mar, el primer álbum de Cruz toma el semblante afro y percusivo de la música tradicional ecuatoriana: “Si bien me fascina el manejo de melodías en diferentes géneros folclóricos, me cautivan los ritmos de marcha como el sanjuanito o el huayno, que se dan en los pueblos andinos, y en los que se usan redoblante, tarola y caja”, figura el artista, cuya faceta compositiva comenzó hace apenas ocho años. “Soy percusionista, y uno de mis motivos musicales muchas veces empieza por ahí, por mi fijación hacia lo rítmico”.

Sin embargo, aparte de advertir que su flamante repertorio peca de percusivo, el alquimista de la electrónica chamánica, quien admite que no escuchó folclore durante toda su vida, desenmaraña el misticismo de Prender el alma, donde destaca la participación de la cantante Huaira Ukay: “Mucha grabación y colaboración, trabajo bastante análogo, texturas y, por sobre todo, una traducción de experiencias y vivencias”, enumera.

Como si no le bastara con haber manufacturado una propuesta efectiva en términos de originalidad, deslumbramiento y empatía, a diferencia de la mayoría de artistas, fóbicos a los encasillamientos, Nicola inventó una etiqueta para su música: Andes step. “Fue un trabajo de marketing”, reconoce. “Eso de Andes step son dos cosas: una burla a la subcategorización de música que existe, que no comparto, y al mismo tiempo, y sin querer queriendo, palabras que definen acertadamente lo que hago”.

Esto no significa que el flamante ícono musical ecuatoriano haya intentado cuestionar, provocar o sabotear las reglas de juego de la electrónica: “Si quieres jugar el juego occidental, perfecto. Pero acá jugamos otro: el sudamericano. No estoy intentando innovar nada británico ni alemán, aunque no puedo negar que son influencia. Mezclando eso y lo que somos acá, resultó mi proyecto. No lo hice con fines vanguardistas ni busqué diferenciarme de los demás, surgió naturalmente”.

Si bien hoy es sensación en Estados Unidos y Europa, uno de los primeros en poner sus fichas en el éxito del artista altiplánico fue el productor, músico y DJ chileno-estadounidense Nicolas Jaar, gran vástago de la electrónica parida en este siglo. “En 2011 o 2012, después de terminar un tema muy diferente a lo que hacía usualmente de techno y house, algo lento, con mucho flow, que me encantó, se lo mandé a la disquera de Nicolas, y les conté que me parecía afín a su propuesta”, evoca Cruz, quien prepara un disco de remixes curado por él mismo. “Al despertarme, vi que me contestaron que les gustó, y me preguntaron si tenía más canciones. Así comenzamos un diálogo que duró un año, durante el que fui a Nueva York y Los Ángeles, y compartimos un par de tocadas. Fue algo corto. Se trató de un período de admiración mutua, y luego cada uno siguió haciendo la suya. Quizá a la media le pueda parecer atractiva nuestra relación, porque es un nombre muy alto. Pero no uso eso para hacer propaganda de mi obra”.

Mientras afirma que Ecuador es “el secreto mejor guardado” —aunque luego desliza que la situación en su país está “tensa, como en todos lados”—, la escena musical de ese terruño repartido entre costa, sierra y selva parece preparada para dejar de una vez el anonimato y soñar en convertirse en el nuevo paradigma de la modernidad sonora latinoamericana. “Todo es muy gratificante, es un momento en el que siento mi música. Creo que la gente en Ecuador la recibe igual y me da gusto que compartan esto conmigo”, apunta el productor de expresión pensativa, respuesta prudente y ritmo acompasado antes de su show en Buenos Aires, donde compartirá fecha con Animal Chuki (Perú), Chancha Vía Circuito, Villa Diamante, El G y DJ Nim.

Hay algunos proyectos que están sucediendo a la par. Los músicos de allá no se preocupan por pegar ni por hacer algo comercial, sino sincero. Estoy convencido de que esta música nueva abrirá campos. La escena emergente ecuatoriana vive un buen momento, y va para arriba”.

Líneas del Ecuador

Nicola Cruz proviene de una progenie de artistas ecuatorianos que está explorando las raíces musicales andinas y las mimetiza con las nuevas herramientas tecnológicas. Si bien el productor y músico es la punta del iceberg de la escena, al menos puertas afuera, sobresalen igualmente en esta, además de la ya mentada Huaira Ukay, exponentes como el rapero Guanaco, la banda indie Da Pawn, los etnoelectrónicos EVHA, los también productores y músicos Quixosis e Ivis Flies, el cantautor Mateo Kingman, la agrupación femenina de raíz Mujeres de Luna, y Marley Muerto: el flamante proyecto de Daniel Pasquel (exlíder de los históricos Can Can).

Helado caliente

Ya en el cierre de la década del 2000, y poco antes del auge de la movida de música moderna de la nación altiplánica, Helado Negro ofreció una propuesta novedosa no solo dentro de la comunidad de artistas latinos de ese país, sino en la escena indie, aunque como parte de la diáspora ecuatoriana, desde Estados Unidos. A través de su alias, el productor y músico Roberto Carlos Lange adaptó la tradición sonora legada por sus padres al contexto musical de la época, lo que lo transformó en un crooner electrónico. Así echó por la borda a los que eran hasta entonces los referentes del Ecuador en la cultura pop mundial: Cristina Aguilera y Gerardo Mejía.

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