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El Telégrafo
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Películas para todos: un breve repaso a la cartelera del Flacq

Las Herederas (Marcelo Martinessi) creó controversia en Paraguay, donde varios políticos la criticaron por mostrar una historia de amor entre dos mujeres. Ana Brun ganó el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín por su actuación.
Las Herederas (Marcelo Martinessi) creó controversia en Paraguay, donde varios políticos la criticaron por mostrar una historia de amor entre dos mujeres. Ana Brun ganó el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín por su actuación.
Fotograma / Las herederas
02 de junio de 2018 - 00:00 - Daniela Alcívar Bellolio. Crítica literaria

El 5° Festival de Cine Latinoamericano de Quito se realizará entre el 5 y el 10 de junio de 2018 y proyectará más de treinta películas y quince cortometrajes divididos en secciones específicas (Competencia Internacional, Panorama, Proyecciones especiales, Programación infantil y Cine contemporáneo argentino, entre otras). Las salas de proyección se reparten por varios sitios de la ciudad, lo que permite que amplios sectores de la población tengan acceso a esta muestra de cine contemporáneo latinoamericano.

La curaduría pareciera haberse basado en un criterio de diversidad y heterogeneidad de propuestas estéticas, temas, tendencias y registros. Desde el formalismo lúdico al registro más cercano a lo documental, pasando por metodologías más caseras y amateur o formatos narrativos más clásicos, grandes presupuestos o producciones más modestas, el abanico de filmes para esta quinta edición del FLACQ da cuenta de un trabajo de selección desprejuiciado, riguroso y creativo. Aquí se reseñan brevemente algunas de las películas de la programación que permiten apreciar esta diversidad de estéticas y políticas cinematográficas.

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La vendedora de fósforos
Alejo Moguillansky (Argentina)

Los motivos de las películas anteriores de Moguillansky encuentran en su más reciente trabajo una suerte de equilibrio alegre, juguetón y afectivo. Vemos aquí, como en El escarabajo de oro y El loro y el cisne, filmes anteriores del director argentino, preocupaciones que giran en torno al cine como lenguaje capaz de documentar la fragmentariedad de lo real o, más precisamente, las formas en que el azar y la contingencia pueden ser lo fundamental en un proceso complejo como es el de un rodaje.

Con esa premisa, cada vez más depurada y afinada, La vendedora de fósforos pone a jugar en la ciudad de Buenos Aires a una madre de prácticas dudosas (María Villar, quien estará en Quito para la presentación del film), un padre con conflictos creativos (Walter Jacob), una pianista anciana y solitaria (Margarita Fernández), un compositor de música concreta que llega al país para presentar su versión musical del clásico La vendedora de fósforos, de Hans Christian Andersen en el Teatro Colón (Helmut Lachenmann) y Cleo, la hija de María y Walter que sueña con el burro de Al azar Balthasar de Robert Bresson, se pierde entre los pasillos del inmenso teatro porteño e inspira a su padre para la régie de la obra de Lachenmann.

Estos son los personajes de una suerte de comedia culta de enredos, en la que la música, la política, los vínculos familiares, las fronteras morales, las coyunturas identificables y la aparición súbita de un instante de gracia (el encuentro entre la pianista solitaria y el músico alemán gracias a un paro de transportes es de una belleza conmovedora) configuran, con un trabajo fotográfico y actoral exquisitos, una trama de la que no se sacan demasiadas conclusiones, pero de la que quedan imágenes y sonidos perdurables, soberanos, bellos.

Walter Jakob y María Villar son Walter y Marie en La vendedora de fósforos, de Alejo Moguillansky. Villar estará presente en Quito durante el FlacqWalter Jakob y María Villar son Walter y Marie en La vendedora de fósforos, de Alejo Moguillansky. Villar estará presente en Quito durante el Flacq. Fotograma / La vendedora de fósforos


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Las herederas
Marcelo Martinessi (Paraguay)

Un universo estrictamente femenino se encuentra quebrado, invadido por la irrupción de lo inesperado: una pareja de mujeres mayores (Chela y Chiquita) se ven en la necesidad de vender sus pertenencias debido a la quiebra. Chiquita (Margarita Irún) está por entrar a la cárcel por una deuda que ha devenido, por los vericuetos judiciales, en cargo de fraude. Chela (Ana Brun), al verse pronta a quedarse sola, entra en una profunda depresión y ensimismamiento. Sin embargo, la dificultad lleva a Chela a enfrentar miedos y complejos largamente madurados.

De este forzoso nuevo encuentro con la vida, la mujer obtiene un módico pero potente caudal de experiencias inquietantes, deseos olvidados, expectativas renovadas con respecto a sí misma y al mundo. Cuando Chela se deshace del patrimonio que la definía, encuentra por necesidad nuevos modos de mirarse y de mirar a los otros: una especie de nuevo nacimiento en el ocaso de la existencia.

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Agujero negro
Diego Araujo (Ecuador)

Una cierta línea de ficción joven ecuatoriana encuentra su continuidad en Agujero negro: los personajes son jóvenes artistas de clase alta que buscan su lugar en el mundo más allá de las etiquetas que sus círculos sociales y su condición burguesa les imprimen. El modo de buscar ese lugar se relaciona con el alcohol, el arte y otras experiencias límite.

Vicki (Víctor Arauz) es un joven y prometedor escritor que se encuentra con la encrucijada de la paternidad y la formalización de una vida que se le antoja superficial e irrelevante (la vida en un barrio de clase alta, la estandarización laboral y familiar, la madurez). Su pareja, Marcela (Daniela Roepke), busca el modo de conjugar los conflictos de Vicki con las necesidades de la pareja y las expectativas familiares.

En esta dialéctica de conflictos superfluos y reflexiones sobre el arte y la literatura ecuatorianos que pecan frecuentemente de pretenciosidad, el protagonista se enamora de una vecina de 16 años que representa el punto de quiebre desde el que el joven escritor repensará su rumbo como hombre y como artista.

Filmada en blanco y negro, Agujero negro recuerda ciertos momentos de la joven producción artística ecuatoriana que aún busca un lenguaje propio más allá de las ideas sueltas que parece querer exponer con medios y estructuras poco eficientes en términos de políticas cinematográficas y estéticas.

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Los perros
Marcela Said (Chile)

Como si fuera una película de terror que hubiera renunciado a los estereotipos del género, Los perros mantiene un ritmo constante, sombrío, enigmático, y expone una violencia que, por nunca terminar de explotar, resulta más perturbadora, todo esto abonado por un trabajo fotográfico impecable, sobrio, diáfano, y excelentes actuaciones, más allá de la estructura clásica que rige la película.

La protagonista, Mariana (Antonia Zegers), es una mujer de la clase alta chilena que soporta en un limbo hecho a medias de conciencia y comodidad de clase, la violencia velada que implica ser mujer. Las figuras fuertes de su padre (Alejandro Sieveking) y de su esposo (Rafael Spregelburd) mantienen con ella, cada uno a su modo, una relación de franco dominio al que ella quiere y no quiere sublevarse. El contrapeso de estas dos figuras masculinas será la del instructor de equitación de la protagonista, el Coronel (Alfredo Castro), un exmilitar implicado, como el padre, en crímenes contra los derechos humanos en la dictadura de Pinochet, de quien Mariana se enamora y con quien empieza un amorío.

El tópico de la colaboración civil con la dictadura militar y la impunidad de la que esos crímenes siguen gozando actualmente se une con el de la violencia más o menos explícita que está implicada en la vida de toda mujer: en esa articulación se desarrolla la figura enigmática de Mariana, que se configura como un personaje ambiguo, sin compromisos claros, a la vez víctima y ejecutora de violencias menores y mayores, profundamente contradictoria.

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Lamaland (Teil I)
Pablo Sigg (México/Suiza)

Película experimental, radical en su propuesta estética y narrativa, Lamaland contempla el devenir de la vida de los dos últimos sobrevivientes del proyecto de colonia aria de Nueva Germania, Paraguay, llevado a cabo a finales del siglo XIX por Elisabeth Nietszche, la hermana del célebre filósofo alemán, y su esposo, Bernhard Förster.

Los hermanos Schweikhardt viven en condiciones de radical aislamiento en medio de la selva paraguaya. La película ejercita una suerte de respeto radical por esa forma de vida, observa a distancia, mantiene un silencio que solo es interrumpido por los sonidos del lugar (un zumbido constante de radio mal sintonizada o de cables eléctricos, los insectos de la selva), música de Wagner y, en una única ocasión, una palabra que sale de la boca de Friedrich casi como un susurro: «Satán». A veces, también, el tictac de un reloj que cuelga de la pared y que los hermanos se paran a observar largamente.

Lamaland muestra el posfinal de una utopía racial que, despojada de sus sueños supremacistas, atraviesa la más descarnada decadencia. Una utopía fracasada que se mueve, de modo casi mecánico, hacia su largamente prolongado desenlace y que, en ese intervalo en que aún sobrevive, se obstina en sus propios rituales vaciados, en su propia, somnolienta, vacía, rutina.

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Hermia y Helena
Matías Piñeiro (Argentina/EE.UU.)

En su sexta película, Matías Piñeiro redobla y agudiza las apuestas estéticas y narrativas de toda su filmografía anterior: con la lógica de la comedia de enredos, con las formas ligeras y encantadoras que son marca inconfundible de sus planos y sus diálogos, Piñeiro se hace grandes preguntas mientras evade cualquier tipo de solemnidad: ¿qué es el amor, de qué dependen su nacimiento y su muerte? ¿Qué se siente reencontrar a quien siempre estuvo perdido? ¿De qué depende que una vida cambie radicalmente?
Camila (Agustina Muñoz) es una joven traductora que gana una beca para traducir las comedias de Shakespeare en Nueva York.

Esto, que interrumpe la relación que tiene que con su novio, es recibido por ella con más recelo que emoción: el plan es terminar el trabajo antes del cumplimiento del plazo de la beca y volver inmediatamente a Buenos Aires para salvaguardar la integridad del noviazgo. Pero el mundo no hace otra cosa que cambiar, terminar y recomenzar, y eso lo dice Hermia y Helena de modo gracioso, fugaz, conmovedor y risueño. (I)

Agustina Muñoz es Camila, una joven que trabaja traduciendo las comedias de Shakespeare en Hermia y Helena, una película dirigida por Matías Piñeiro.Agustina muñoz es camila, una joven que trabaja traduciendo las comedias de shakespeare en hermia y helena, una película dirigida por matías piñeiro. Fotograma / Hermia y Helena

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El programa completo del V Festival de Cine Latinoamericano de Quito puede consultarse en flacq.org

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