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La levedad del "es muss sein": la música de las cosas que tienen que ser

La levedad del "es muss sein": la música de las cosas que tienen que ser
28 de abril de 2018 - 00:00 - Natalí Anyeline Romero Torres

Cómo es algo insoportable? ¿Cómo algo puede ser leve? ¿Qué es el ser? Tras descubrir este libro, y con tan solo leer el título de la portada me enfrenté a estas preguntas sencillas, pero determinantes. Milan Kundera, escritor checo, introdujo en esta novela un profundo dilema acerca del peso o la levedad, marcando en el lector la dura interrogante de mantenerse en tierra o sublimarse por el cielo de sus anhelos más indómitos, llevando a colación las variantes que hay entre afectos y sexualidad, erotismo y sensibilidad, y matizado además con tintes políticos, una protesta contra sistemas de opresión caracterizados por la homogenización de criterios a favor de un gobierno. El libro es una preciosa joya que ha marcado la literatura, y la vida de muchos.

Tomás, el protagonista, es el esposo de Teresa y el amante de Sabina, quien es, a su vez, la amante de Franz. Ellos nos llevan a escenarios comunes de nuestra vida diaria: la infidelidad, la liviandad moral acerca de la sexualidad, los apegos y afectos, las protestas en contra del sistema, y otras preguntas de ese tipo, que calan en nosotros sin alcanzar, muchas veces, a ser respondidas.

Tomás es un médico prestigioso, un cirujano prominente con una especial virtud o defecto: un gusto desmedido por la posesión carnal, secundado por su capacidad de ligar, lo que lo ha llevado a tener muchas amantes, en tiempo y destiempo. Durante un breve viaje para operar a un paciente, Tomás es hipnotizado por una joven que es tan común como singular, Teresa, la camarera de un pueblo cercano a Praga.

Dejándolo todo y con una maleta y un libro (que le permitía volar hacia un lugar mejor), Teresa se envuelve con Tomás en una de esas relaciones que todos en algún momento hemos tenido —o al menos vislumbrado—, un amor codependiente, caracterizado por la desesperada necesidad de ser única, por parte de Teresa, y la desesperada ansiedad de ser de todas, por parte de Tomás.

Esta dinámica se convierte en una danza singular y un juego de poder entre fuerzas de carácter. A lo largo de la historia, Teresa se la pasa librando una batalla interior en la que al final —según la visión subjetiva de cada lector— gana o pierde.

Tomás y Teresa viven su propia historia en el contexto de la Primavera de Praga, de la ocupación soviética de Checoslovaquia y de una sociedad gobernada por el terror y el miedo de la Guerra Fría. Los tanques soviéticos ingresan a Praga, y a medida que avanza la ocupación, Teresa —que acaba de descubrir que tiene talento para la fotografía—, encara a las tropas con la cámara como su única arma, una que no hace daño físico, pero que es capaz de amedrentar a los agresores. En las guerras más implacables, nadie quiere que la crueldad de sus acciones sea capturada a través del lente.

La ocupación soviética es devastadora para la moral de Tomás. El prominente cirujano cae en desgracia luego de aventurarse en el manipulable mundo del periodismo y la política. Tomás escribe de manera personal una crítica hacia el sistema, en la que sugiere que las autoridades que aducían «no saber» lo que estaban haciendo deberían hacer como Edipo cuando se enteró de que el hombre al que había matado era su padre, y la mujer con la que se había casado, su madre: solo quitándose los ojos tendrían derecho de no ver.

El artículo trae consecuencias para Tomás. De ser un cirujano de prestigio en un hospital de la capital, pasa a ser un médico de comarca, y, finalmente, cuando rechaza la oferta de retractarse para volver a su posición original, es relegado a ser un pulidor de ventanas. Dañado sin piedad por un sistema que caprichosamente lo quiso obligar a rectificarse. Él se impone y mantiene su palabra, que es lo último que le queda después de ser despojado del único aspecto intachable de su vida: su profesión.

Teresa y Sabina, los personajes femeninos de la novela, nos abruman en una escena particularmente excitante y misteriosa. Teresa sospecha que su amiga y su esposo son amantes, y sin embargo, se encuentra frente a ella, desbordada por la intriga que emana, y la enfrenta ante su arma más poderosa, desencadenando la pasión de la fotografía, con Sabina como musa y modelo, condescendiente y vibrante a los ojos de Teresa, escondida detrás de su máscara: la cámara.

Sabina (mi personaje favorito) es una pluma balsa que se permite ir al ritmo de sus deseos, esos que la llevarán a descubrir y enamorarse de ella misma, en los ojos de sus amantes, mirándose al espejo semidesnuda, con un sombrero heredado de algún antepasado que le da un toque burlesco a su melancolía innata. Sabina es una mujer que se deja amar continuamente, que gestiona el deseo de sus amantes hacia su autoafirmación, que piensa en la infidelidad como el único acto de rebeldía en su vida, alguien que entiende la levedad del ser y su despreciable vuelo hacia la nada.

Ella se disputa entre la levedad que siente con Tomás, y el peso que le da su relación con Franz. Para Sabina, la muerte de la pasión llega cuando se declara el amor, lo que le arrebata toda libertad.

Tomás es un adorable ejemplo del ego masculino. Desde conceptos magníficos y excepcionales, nos da un benevolente concepto de infidelidad, poniendo en duda nuestra capacidad de entenderla como un acto inmoral o mezquino. Franz es, en cambio, un romántico empedernido, atado a sentimientos que conllevan un peso y un compromiso emocional. Dualidades del cosmos masculino, ambos están amarrados a instintos de supervivencia y permanencia.

La propuesta de Tomás sobre la diferencia del amor y el sexo es importante. Para él, amor es dormir y permanecer en la misma cama, mientras que el sexo es algo carnal y posiblemente ajeno a tocar el alma de alguna mujer: «La mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma asustada; el hombre no se puede resistir a la mujer cuya alma es sensible a su voz». Por eso, Tomás es embelesado por un «es muss sein» que lo lleva a Teresa, aun en el momento en el que ella decide dejarlo, decantándose por el peso en vez de la levedad.

Nuestra vida necesita un peso, la levedad nos envuelve en una bruma espesa que nos lleva a la perdición. Al leer este libro se navega en un barco a la deriva: el final de la historia no se divisa en una obra en la que se nos permite liberar esa pasión que nos desborda, ese miedo que nos consume, esas trivialidades de nuestras acciones, y la fidelidad de nuestros afectos. Cuatro personajes que somos todos y los cuatro juntos nos explican las dualidades y esperanzas de los seres humanos.

Kundera, guiado por su formación y gusto musical, nos deja una pequeña joya de la música clásica, Beethoven y su Es muss sein, frase alemana que habla del destino: «Tenía que ser». Lo que tiene que ser, será.

Tomás es un adorable ejemplo del ego masculino, con un benévolo concepto de infidelidad que pone en duda nuestra capacidad de juzgarla como mezquina.

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