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La invención de las palabras en el teatro de William Shakespeare

La invención de las palabras en el teatro de William Shakespeare
28 de abril de 2018 - 00:00 - Carlos Proaño

Inventar una palabra implica diseñar fonéticamente una acción, un sentimiento o una expresión. Inventar palabras tal vez sea el oficio más complicado del mundo, porque darle sentido a un sonido es como hacer música que te haga imaginar alguna situación. En esa evolución dialéctica existe una etapa en la que la literatura y el teatro se unen y cruzan fronteras fonéticas que sirvieron como esa plataforma expansiva del pensamiento y obra del dramaturgo, poeta y actor William Shakespeare, un genio de la comunicación.

Shakespeare utilizaba sus escritos histriónicos para fabricar palabras, sus obras de teatro eran la base para sus experimentos lingüísticos. A través de estas, el genio de las letras, sin saberlo, se convertiría en el gran aportador de nuevos léxicos al diccionario mundial.

El idioma es la base de la comunicación, cada palabra ha sido creada para expresar una idea. Ahora, con la tecnología que tenemos, es muy fácil traducir casi cualquier idioma al instante. La lengua inglesa es uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas y se ha convertido en el lenguaje que comunica al mundo, une fronteras y pueblos.

Shakespeare nació en Inglaterra a mediados del siglo XVI. En esa época, Europa entraba en una epidemia de salubridad y uno de los problemas era deshacerse de la orina y los excrementos que enfermaban a la población de esa potencia que también era agrícola y que estaba a la vanguardia de las técnicas de sembrado que permitían una mayor productividad. En ese ambiente nació el más importante exponente de las letras y el teatro en inglés.

Bautizado el 26 de abril de 1564 en Stratford-upon-Avon, Shakespeare nació en una familia acomodada. Su padre era un comerciante que había ocupado cargos burócratas y su madre venía de una distinguida familia. A sus 18 años, sus padres le arreglaron un matrimonio con Anne Hathaway, una mujer ocho años mayor que él. Con ella tuvo tres hijos, Susana, la mayor, y los gemelos Judith y Hamnet, quien murió a los 11 años por una enfermedad desconocida. Cuando tenía 37 años muere su padre, John Shakespeare.

La obra de Shakespeare llega a su apogeo en 1604, cuando seis piezas teatrales son interpretadas en la corte. Pero su creatividad nace mucho antes, cuando aún sentía curiosidad por las letras. Desde los 23 años (1587) hasta el día de su muerte, con 52 años (1616), Shakespeare había escrito aproximadamente 41 obras de teatro, 9 obras líricas y 154 sonetos. Esta producción es uno de los grandes legados de comunicación a escala  mundial. En Latinoamérica, cuando se cumplieron 400 años de su nacimiento, en 1964, el poeta chileno Pablo Neruda tradujo Romeo y Julieta.

Su aporte al idioma es tan importante que La New Encyclopædia Britannica señala que «muchos lo consideran el mayor dramaturgo de todos los tiempos. Sus piezas [...] se representan más veces y en mayor número de naciones que las de cualquier otro escritor». Tal vez es porque su obra ha transcendido fronteras mentales y ha sido traducida y representada en todo el mundo. Incluso se le atribuye la creación de 1.776 palabras del idioma inglés, una cifra importante porque este idioma está formado por unos 350 mil términos (verbos, adjetivos y adverbios incluidos). Es decir, de cada 200 palabras en inglés una fue inventada por el autor de Hamlet. Sus obras se han traducido en más de 80 idiomas.

La creatividad de Shakespeare era interminable. Entre las palabras con las que este inventor nutrió al idioma inglés están assassination (asesinato), blushing (sonrojarse), majestic (majestuoso) o critic (crítico). También inventó algunos nombres y frases, le gustaba jugar con la fonética de las letras y así inventaba términos o nombres de mujeres como Jessica, Miranda, Olivia, Nerissa, Claribel o Rosaline.

Shakespeare escribía de todo. En su obra había comedia, tragedia, historia, melodrama, aventura y hasta historias de amor en las que utilizaba una narrativa que ha trascendido siglos. Muchos actores querían interpretar sus personajes porque estaban construidos con una  precisión interpretativa muy compleja.

Incluso hoy, sin darnos cuenta, lo seguimos citando. Por ejemplo si alguna vez usted no entendió algo y dijo «eso está en griego para mí» o «la verdad saldrá a la luz», ya ha citado a Shakespeare. En el cine, su influencia también ha marcado generaciones: es uno de los autores más filmados de la historia. Desde el cine mudo hasta la actualidad, se han realizado 400 adaptaciones de su obra. Se utilizaban rótulos para poder expresar el idioma utilizado por él.

También existen historias como la de la película Anonymous, estrenada en 2011, y en la que se cuenta una historia diferente de Shakespeare. Esta polémica versión pone en duda la autoría de sus obras. A la película se la tomaba como ficción, pero detrás de ella hay muchos escritos que dudan de cuál era el verdadero William. Incluso muchos de sus escritos no tienen firma de autor.

Esta biografía que se cuenta en la película habla de un conde de Oxford que se oculta detrás de un actor de mediano talento para exponer su obra al público, porque desde su posición política, el verdadero autor de las obras, no podía hacer su nombre público. Una historia de amor que se asemeja a los personajes más emblemáticos del escritor.  

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