Publicidad

Ecuador, 28 de Marzo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Política

Fragmentos de la historia

Pedro Saad Herrería, durante el homenaje que le brindó la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Foto: Iván Mejía.
Pedro Saad Herrería, durante el homenaje que le brindó la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Foto: Iván Mejía.
05 de enero de 2015 - 00:00

Pedro Saad Herrería (Guayaquil 1940 - Quito 2014) fue uno de los representantes más lúcidos del escenario político, cultural y periodístico de nuestro país.

Así, se desempeñó como dramaturgo, columnista de varios periódicos y dejó numerosos libros como testimonio de diversos períodos históricos del Ecuador.

El valor de estos documentos de Pedro Saad Herrería radica en el análisis de los acontecimientos —fielmente recogidos— que marcaron procesos en nuestro país y que, para buena o mala suerte, han hecho de nuestro territorio lo que hoy es. Sus libros son documentos históricos, políticos y de rigor periodístico.

Entre sus obras podemos citar: ¡Viva la Patria! Biografía de Jaime Roldós Aguilera (1981); Bucaram, historia de una lucha (1982); Ecuador en la OPEP. Historia petrolera del Ecuador (1983); La caída de Bucaram (1997); La caída de Mahuad (2000); Ecuador en imágenes. Información general del país (2001); El Ecuador en los ojos de fuera (2003); Las armas del Cenepa (2005); La caída de Lucio (2005); El libro negro de Lucio Gutiérrez (2005); Cara a cara con la historia. Historia inmediata (2006); Antes del amanecer (2007); ¡Carajo! (2008); Simón José Antonio de la Santísima Trinidad (2008), así como trabajos en obras de autoría compartida, guiones para cortometrajes.

A continuación, y a manera de homenaje, queremos recordar la obra de Pedro Saad Herrería a meses de su partida, para que su pensamiento sea reconocido una vez más. Incluimos fragmentos de varias de sus obras, aquellas que se presentaron como testimonios de la coyuntura del momento y análisis histórico-políticos. Al final, el lector podrá encontrar la referencia bibliográfica de cada obra.

El rostro en el espejo

¿Puede una persona —o un pueblo— entenderse a sí mismo? ¿O sólo podrá conocerse en realidad, sin benevolencias ni maquillajes, en la visión que los otros tienen acerca de él? La verdad, tanto en la vida de los individuos cuanto en la existencia de las naciones, es que únicamente uno mismo puede auto-definirse y encontrar su lugar y su camino; pero es indudable que, para llegar a ese conocimiento, la visión desde fuera es un elemento indispensable para poder juzgarse y evaluarse con sinceridad y sin complacencias. Tanto la Biblia (que habla de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio) cuanto todos los grandes pensadores de todos los tiempos han enfatizado esa necesidad de “verse en el espejo”; es decir, escuchar con atención cómo nos ven, qué piensan de nosotros y cuánto nos valoran para llegar a una apreciación objetiva de quiénes somos y adónde vamos(1).

Antes de la guerra

Isla de paz llama a Ecuador Rodrigo Borja cuando, el 10 de agosto de 1992, deja el poder en manos de Sixto Durán-Ballén. El auditorio aplaude. Y tiene razón. Al comparar la situación nacional con la imperante en Colombia y Perú, Ecuador luce tranquilo y con posibilidad de programas de desarrollo coherentes y continuos. Hay problemas, pero parecen solucionables. En realidad, hay más anécdotas que problemas. El 28 de noviembre, Sixto decidió adelantar una hora el reloj oficial. Las burlas y comentarios irónicos hicieron que la medida, supuestamente destinada al ahorro de energía, durara muy poco y debiese ser derogada cuando el pueblo ya la llamaba “la hora Sixto”. Lo cierto es que Ecuador sigue siendo un país muy pobre. Y mal alimentado. A fines de año, el Instituto Nacional de Estadística y Censos establece que el consumo promedio de leche al año es de sólo 64 litros por persona, aproximadamente la mitad de los 125 recomendados por la FAO. En los hogares de ingresos bajos, ese consumo es de sólo 21 litros. Apenas el 16,8% de la norma internacional. El 29 de marzo de 1993, una mezcla de catástrofe natural y falta de previsión produjo un violento derrumbe en la zona austral, en el sector conocido como La Josefina, amenazando la indispensable represa de la central hidroeléctrica de Paute con un gigantesco desbordamiento de las aguas. Los 2 inteligentes y perspicaces grafiteros de Quito pintarrajearon rápidamente la avenida 6 de diciembre de la capital, con una frase que parecía sintetizar la malévola inteligencia, típica de la oposición política ecuatoriana: “No es que las aguas suban —escribieron—. Es que el país se hunde”.

De todos modos, 1995 se presentaba promisorio. Fidel Jaramillo, uno de los más reputados especialistas económicos, afirmaba que “varias son las evidencias que nos hacen pensar en una mayor reactivación en 1995”. Jaramillo esperaba un crecimiento del PIB de un 5%, un descenso de la inflación, de 27,4% a 20,1%, y una brusca caída de las tasas de interés, de 33,5% a un manejable 28,6%, 1995 parecía que iba a comenzar de ese modo. En la pantalla chica, la curvilínea Thalía acaparaba el primer lugar del rating en la telenovela Marimar, que aventajaba con mucho a Dulce Tormento, otra telenovela, donde el papel de una mujer caprichosa y malévola corría a cargo de la ecuatoriana Vilma Sotomayor. En esos momentos, cuando 1994 estaba por terminar, nadie podía predecir que aquella “isla de paz” estaba por concluir(2).

Quito. Miércoles 5 de febrero.-

La multitud está en las calles. Como no hay una única concentración de las masas, es imposible establecer con alguna precisión su número. Lo único que puede decirse es que son varias decenas de miles de personas. Quizá un centenar de miles, lo que equivaldría a un gigantesco 6 ó 7 por ciento del total de la población de la ciudad. Cerca de la llamada Plaza del Teatro me encuentro con una turista norteamericana que deambula entretenida por las calles y que se ha colgado un cartel en el pecho. “Sólo soy curiosa. Por favor, no dispare”, dice ese letrero.

Sonrío. Me parece altamente significativo de la firme convicción gringa de que en el subdesarrollo todo es posible, pero que ellos mismos están protegidos por otra suerte de “destino manifiesto”. Algo que los pone a resguardo del mal o los peligros. Decido jugarle una mala pasada.

“Tenga cuidado —le digo en inglés—. Los que disparan suelen ser analfabetos”.

Ella se queda desconcertada. Yo apresuro mi paso, porque no quiero responder a demasiadas preguntas.

Foto: Eduardo Flores / Agencia Andes.

Palacio de Carondelet. Viernes, 7 de febrero. 6:26 pm.-

Los periodistas se agolpan junto a la escalinata que conduce a la planta alta de la construcción del siglo XVII, reparada a fines del XVIII. Allí, bajo la adusta vigilancia de un suboficial con ametralladora, se ha improvisado una especie de atril para las ruedas de prensa. Bucaram sigue en palacio, protegido de la iracundia del pueblo por una muralla de soldados que crece hora por hora. Cada cierto tiempo, y de forma inopinada, se presenta ante los periodistas, realiza una breve declaración habitualmente intrascendente, y se retira sin permitir preguntas. Un poco antes de las cinco de la tarde, el secretario de prensa, Fernando Artieda, ha anunciado, con cierta engolada y desagradable solemnidad, que “el Señor Presidente de la República, Abogado Abdalá Bucaram Ortiz” (sé que es un barbarismo, pero juro que Fernando pronuncia estas palabras con mayúsculas) ofrecerá una rueda de prensa a las “seis en punto de la tarde”. Su rostro aparece en la pantalla rodeado por micrófonos y pequeñas grabadoras portátiles, y Artieda aspira a retirarse sin más. Se alcanza a escuchar una voz que, entre disgustada e irónica, le grita que ya son las seis y veintiséis (por eso es tan precisa la identificación de este segmento). Artieda ha sido sorprendido por la realidad. Fernando Artieda es el único intelectual que le queda al gobierno (el otro que tenía, Edgar Allan García, el subsecretario de cultura, renunció hace unas semanas). Su rostro no tiene la educada impasibilidad del jugador de póker o del político profesional, y sus emociones se le transparentan como cuando canta a la guitarra o cuando lee sus poemas a capella. Está desconcertado. Ha estado viviendo todas estas largas horas de encierro en un sitio que se le volvió mezcla de prisión y claustro materno. Si el psicólogo suizo Carl Gustav Jung hubiese estado entre los periodistas, habría sonreído. En esta seductora y opresiva cárcel-refugio, la realidad parece haberse convertido para Artieda en otra cosa. Las “seis en punto de la tarde” no son ya una ubicación en el tiempo (y mucho menos una tan precisa como aquel “en punto” parecería indicar), sino un elemento retórico. Una parte del discurso. Mientras Fernando Artieda se aleja de sus excolegas escaleras arriba, yo siento que tal vez me he aproximado a la comprensión de la esencia del gobierno de Bucaram; del inesperado respaldo que consiguió en un momento; de lo vertiginoso de su caída posterior; de la escalofriante y demencial fusión de payasada y gritos que son sus discursos de tarima; del elemento común que puede unir en su mente a Lorena Bobbitt y Diego Armando Maradona; del origen de la descabellada convicción de ser en realidad una de las seis mayores personalidades del mundo y no meramente la curiosidad de moda para las secciones folklóricas de las revistas; la confusión entre los dos papeles que le asignó el dramaturgo-Historia… Porque… ¿quién es usted, abogado Abdalá Bucaram Ortiz, cuando se le quitan las mayúsculas que imponen el deslumbramiento hipnótico o el servilismo cómplice? ¿Un chiflado? ¿Un mesías? ¿Un pirata, comandante de la más reciente expedición de corsarios? ¿Las tres cosas? Y, si es así, ¿una por una, y es la rapidez de aquella sucesión la que desconcierta a sus opositores cartesianos? ¿O todas ellas de forma simultánea, y es esa yuxtaposición casi química la que dificulta comprenderlo? Y, sobre todo, ¿quién —como persona— es este país que lo eligió presidente, debido quizá a una mezcla de desesperación y masoquismo? ¿Es usted un espejo del país? ¿De verdad somos como usted? ¿Es usted verdaderamente un loco, abogado Bucaram?(3).

La hora del pueblo (ya era hora, ¡por Dios!)

Sábado 22 de enero de 2005. Guayaquil.

No es más que un pequeño grupo de personas el que se reúne en las calles 9 de Octubre y Malecón, pero ya prefiguran todo el contenido ético y social que luego distinguirá a los forajidos quiteños: el carácter multiclacista, capaz de agrupar a gente de diversas generaciones, en medio de la alegría de sus expresiones.

También es la primera vez que aparecen carteles con una consigna que pronto dominará el panorama político del país: “Que se vayan todos”. El “que se vayan” expresa claramente el reclamo de revocar el mandato de las autoridades y aquel poderoso “todos” es la inclusión de todo un universo político, en todas sus instancias, sin distingo de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), e igualmente la exigencia de que cesen las pugnas, las broncas intestinas y el reparto de cuotas de poder, solo alteradas por los pactos, las componendas y convenios secretos.

Sin embargo, el movimiento que parecen prefigurar estos jóvenes —porque, pese a la presencia de unos cuantos representantes de otros grupos de edad, son fundamentalmente jóvenes— no va a lograr la extensión ni la dinámica que conseguirán en Quito, al menos por dos razones: 1.- No hay el vehículo de convocatoria, que en Quito será la emisora radial La Luna, portavoz oficioso de los forajidos y su medio de expresión y comando; 2.- El ‘poder’ en Guayaquil es algo cercano a los conceptos metafísicos. Cuando en el puerto se habla del ‘poder legislativo’ o ‘judicial’, uno se refiere a principios abstractos; algo que —por el sistema centralista que rige en Ecuador— “es en Quito”. Efectivamente, esos mismos conceptos en Quito son edificios concretos y personas determinadas que andan por las calles. La rabia el cansancio frente al pasado —dos de los más grandes incentivos para la protesta— en Quito pueden materializarse en Carondelet o los ‘palacios’ Legislativo y Judicial. En Guayaquil, nunca pierden su carácter abstracto, menos apto para motivar las expresiones callejeras(4).

El fin del folklore. Miércoles, 27 de diciembre de 2006.

Hacia el mediodía de hoy, el presidente electo, Rafael Correa, en una rueda de prensa anuncia las designaciones ministeriales que le faltaban para completar el gabinete que debe posesionarse con él dentro de pocos días, el 15 de enero, como lo prevé la Constitución vigente. Entre los nombres hay cuatro que llaman fuertemente la atención. Se trata de Raúl Vallejo, quien será Ministro de Educación; Ana Albán, como ministra de Ambiente; María Isabel Salvador, ministra de Turismo; y Trajano Andrade, como ministro de Obras Públicas. Lo inédito de estos nombramientos es que Vallejo, Albán y Salvador están ya en ejercicio, en esas mismas carteras, en el gabinete del presidente Palacio y que Trajano Andrade se desempeñaba como director de la Autoridad Portuaria de Manta, un cargo técnico que adquirió rango ministerial cuando Palacio decidió la construcción del nuevo puerto intercontinental de transferencia en el puerto manabita. Hasta donde puedo recordar, es la primera ocasión que un Presidente nuevo ratifica en sus cargos a tantos funcionarios del gobierno anterior, arriesgando acusación de ‘continuismo’, que suele verse como pecado mortal en la política ecuatoriana. Tal vez en la lista falta un funcionario más: el propio Rafael Correa, quien se desempeñó como ministro de Economía durante 106 días del gobierno de Palacio. Por lo visto, Ecuador comienza a terminar con el canibalismo de su política tradicional, que pretende “inventar el país” cada cuatro años y darle continuidad a políticas de Estado, en varias de las áreas más importantes del desarrollo. Es un proceso civilizatorio que era indispensable y que comenzó hace 20 meses y 8 días, el 20 de abril de 2005.

El día 1

El día 1 del gobierno de Alfredo Palacio fue el día 826 de Lucio Gutiérrez. O, si usted lo prefiere, el primero y el último, respectivamente. Objetivamente era el día 129 del año 2005. Era miércoles, 20 de abril.

Miércoles, 20 de abril de 2005. 0:00 a. m. Guayaquil.Terminal Terrestre.

Renán Borbúa Espinel, ex-diputado de Sociedad Patriótica y primo hermano del presidente, se presenta ante las cámaras de televisión, anunciando que en ese momento salen con rumbo a Quito varios autobuses cargados con militantes de su partido y partidarios del régimen de su primo, para “expresar su respaldo al gobierno” y “enfrentar a los golpistas de siempre”. Aunque esta vez no los identifica por sus nombres, es claro que se refiere a las masas quiteñas que se han movilizado contra la dictadura de Lucio Gutiérrez, y que han adoptado para sí mismas el apelativo de forajidos, como los llamó el propio presidente al referir que habían llegado hasta las cercanías de su casa particular, al norte de la ciudad, a “importunar” el descanso de su esposa e hijas. Cuando se le pregunta cuántos buses va a despachar hacia la capital, responde que “unos cien” y que el total de los “partidarios” será de “unos cinco mil”. Junto al fornido Borbúa están varios de aquellos “partidarios” enviados, que blanden abiertamente unos filudos machetes. Por las ventanas de los buses se puede ver a varios de ellos esgrimiendo otros machetes y alguna escopeta. Es evidente que el régimen ha llegado finalmente a la percepción de que en Quito no tienen suficientes adherentes para enfrentar a la enardecida ciudadanía y que se proponen “importarlos” desde otras regiones del país, reclutándolos probablemente entre los militantes del PRE o entre los empleados públicos. El talante de que hacen gala estos seguidores presagia actos de violencia, y se temen serios enfrentamientos cuando choquen contra los forajidos de la capital que, pese a estar siempre desarmados, han demostrado un arrojo y una voluntad que no cederá ante los intentos por amedrentarlos(5).

Notas:

1.- Saad, Pedro (2003). El Ecuador en los ojos de afuera. Antología histórica. Quito: Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

2.- _______ (2005). Las armas del Cenepa. Historia de una acusación infame. Quito: El Conejo.

3.- _______ (1997). La caída de Abdalá. Testimonio. Quito: El Conejo.

4.- _______ (2005). La caída de Lucio. Corajudos, jóvenes y forajidos. Quito: El Conejo.

5.- _______ (2006). Cara a cara con la historia. Historia inmediata. Quito: Rocinante.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media