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Entre albazos y yaravíes: Álex Alvear repasa sus raíces

Entre albazos y yaravíes: Álex Alvear repasa sus raíces
Fotos: Lylibeth Coloma / EL TELÉGRAFO
24 de marzo de 2018 - 00:00 - Giselle Hidalgo Villagómez

El sonar de un arpegio melancólico, matizado por re séptima, do y la menor, es el puente para los arreglos de voz del pasillo ‘Amor peregrino’. Álex Alvear está detrás de esa interpretación empachada de un grisáseo despecho que remata como bálsamo con la frase: «Doy gracias al destino por cruzarte en mi andar». Los aplausos dan la pauta a que este compositor quiteño, sobre el escenario de la sala Zaruma en el Teatro Sánchez Aguilar, presente el recital Equatorial —nombre de su álbum más promocionado— y acompañado de la agrupación que dirige, Wañukta Tonic.

«Es un trabajo hecho con mucha melancolía, nostalgia y añoranza y lo considero como un cordón umbilical que la música me dio para estar conectado con este triangulito llamado Ecuador», dice el artista a los espectadores mientras arregla su melena suelta y se acomoda al taburete para continuar con la siguiente canción.

A su costado derecho está su hijo Matías: leal compañero de un recorrido por el pentagrama nacional para reinventar melodías autóctonas y andinas con acordes de jazz, bossa, tango y rock. Aunque en este recital está conectado a Equatorial con el punteo de su bajo que poco a poco se introduce al ritmo de ‘Flor de Kikuyo’, un albazo alegre que invita a sus cómplices a sonar las palmas.

No hay lírica. Es puro ritmo y un jugar de los dedos sobre las cuerdas de la guitarra. El bajo es ese soporte melódico que sostiene una armonía adornada de efectos del teclado. No dice nada, pero se entiende entre acordes y al cerrar los ojos el caminar sobre esta hierba que forra bondadosamente los campos de la Sierra.

Entre canciones y diálogos, Álex Alvear va develando parte de su vida plasmada en cada letra. Hay uno en particular que evoca sus días de riña con el hombre que lo vio nacer pero con el que no pudo compartir su amor por la música. ‘Pasillo para mi padre’ revive ese amor-odio de una época en que ni se hablaban, hasta que en una ocasión lo vio sentado en la segunda fila frente al escenario de uno de sus tantos conciertos con la banda Rumbasón: «En ese momento hubo una complicidad tan linda y eso me inspiró a hacer esta canción».

Con ‘Ausencia’ va curtiendo el alma sobre los arpegios que hace suyos y que —a decir de él— la creó inspirado en una relación a distancia. El tiempo le ayudó a entender que se trataba de su añoranza como migrante cuando vivió más de 20 años en Massachusetts, Estados Unidos.

Y es que este disco tiene impregnado ese sentir que guardó durante este tiempo lejos de su país. «Yo era un ecuatoriano de clóset y componía mis pasillos, albazos y sanjuanitos, sin pensar en hacer una obra, era una necesidad vital de conectarme con la tierra», nos cuenta.

Entre cantadas y tocadas, dedica este recital a su hija Orissa quien está entre los asistentes. Su sonrisa asoma luego de saludarla y envuelto en una adrenalina que comparte con su equipo integrado por Andrés Noboa (guitarra), Nelson García (teclados y acordeón), Pablo Vicencio (percusión) y Raúl Molina (batería) da paso a ‘Taita Imbabura’ al ritmo del bombo y unas chajchas. Melodía con la que honra a la provincia y a su cultura musical que exploró hasta las raíces de los sonidos autóctonos.

Para este momento de la noche (21:15) el quiteño se ha guardado al bolsillo a esos guayaquileños que viajaron a Samborondón para escucharlo. Convertidos en cómplices, han logrado borrar la línea que los separa de los músicos. Así que corean, suenan sus palmas y se vuelven parte del ensamble con el mismo feeling que Alvear contagia en su sonar.

Adicional

Álex Alvear, músico

Trayectoria artística

Compositor, arreglista, bajista, guitarrista y cantante quiteño. Fue cofundador y codirector de las agrupaciones Promesas Temporales y Rumbasón. En 1986, siguió la especialización de Composición y Arreglos de Jazz en el Berklee College of Music de Boston, Massachusets (EE.UU.), y luego se quedó residiendo en esa ciudad, donde fundó la banda Aché, con la que recibió algunas nominaciones para el Boston Music Awards. De su producción discográfica resaltan los discos Inmigrant Blues (2002), Mango (2011) y Equatorial (2006).  

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