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Retrospectiva

El tiempo de vida de las revistas culturales

El tiempo de vida de las revistas culturales
26 de octubre de 2015 - 00:00 - Redacción cartóNPiedra

Como “cementerio de revistas” identificaba al Ecuador una nota de un diario local hace cuatro años. El artículo se había publicado a propósito de un Encuentro Internacional de Revistas Culturales en Quito y Guayaquil, organizado por la revista Anaconda, que acababa de llegar a su edición 33. Aquel apelativo no es exclusivo de Ecuador: el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti se lo había dado a toda América Latina. Sin embargo, la preocupación en Ecuador es comprensible: mientras que en países vecinos existen publicaciones culturales que gozan de salud y prestigio (Etiqueta Negra en Perú, El Malpensante en Colombia), la historia es distinta acá. En 2014, durante un conversatorio titulado ‘La labor de las revistas culturales en el ámbito literario’, el escritor orense Raúl Serrano Sánchez lo resumió así: “sobre ellas pesa una maldición: son efímeras”. Más o menos lo mismo cuenta la historia de las publicaciones culturales en el país.

Eso no quiere decir que no existan las iniciativas: a lo largo de la historia del Ecuador se puede ir rastreando los nombres de aquellas publicaciones, y vinculándolos a los nombres de los autores o artistas que los fundaron o que publicaron ahí. Un hombre muerto a puntapiés, el cuento más famoso del escritor lojano Pablo Palacio, circuló en uno de los primeros números de la revista Hélice, fundada en Quito en 1926. Unos años antes, en Guayaquil, el poeta Medardo Ángel Silva publicaba en la página Jueves Literarios de diario EL TELÉGRAFO.

→ En los setenta solo había dos revistas culturales en Ecuador. Era una época convulsa, entre dictaduras militares y la izquierda expresándose a través de las artes y las letras. El componente ideológico era fundamental: en un mundo capitalista, la mirada crítica al sistema se construye desde la izquierda.A finales del siglo XX, había varios nombres de publicaciones especializadas en temas culturales: Revista Literaria y El Porvenir, en Quito; Átomo en Ambato; El Ecuador Ilustrado en Guayaquil; El Progreso en Cuenca... Textos y Contextos, revista teórica de la Flacso, publicó en 2003 un artículo del investigador y catedrático José Villamarín, titulado ‘Las revistas en el Ecuador. Un primer acercamiento histórico’, donde se afirmaba que hasta el año de 1900, la quinta parte de las publicaciones que circulaban en el país correspondía a revistas culturales. A medida que transcurría la primera mitad del siglo XX, los nombres de las publicaciones iban cambiando: entre los nombres de las más difundidas se encontraban las revistas Letras, Apolo, Frivolidades, Caricatura y América. En 1931, en EL TELÉGRAFO circulaba Semana Gráfica, donde publicaron, entre otros, los escritores integrantes del llamado ‘Grupo de Guayaquil’: José de la Cuadra, Joaquín Gallegos Lara, Alfredo Pareja Diezcanseco, Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta.

Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XX, el panorama era distinto. Según el mismo artículo de Villamarín en Textos y Contextos, para la década de los setenta, en Ecuador ya solo circulaban dos revistas especializadas en temas culturales.

Diestra y siniestra

Los sesenta y los setenta fueron épocas convulsas: mientras las últimas dictaduras militares llegaban al poder, en las universidades y los movimientos de las artes y las letras se percibía a los militantes de izquierda, inspirados en la Revolución Cubana. A mediados del siglo XX, el componente ideológico era fundamental. A fin de cuentas, en un mundo capitalista, la izquierda es la expresión del descontento con el sistema. Es una mirada que requiere ser crítica. Y de esos había bastantes reunidos en las esferas universitarias, o alrededor de la Casa de la Cultura.

En 1962, surgió Pucuna, revista literaria producida por un grupo de universitarios llamado Tzántzicos. Era una publicación que criticaba lo que consideraba un estancamiento en la forma expresiva de la literatura del país, que se había quedado “en la parte modélica del realismo de denuncia”, según el escritor Ulises Estrella, que era miembro del grupo. La revista Pucuna llegó a tener colaboraciones de autores de la talla de Jorge Enrique Adoum, Rafael Díaz Ycaza o Bolívar Echeverría. Y aunque circuló a lo largo de ocho años, solo llegó a tener nueve números.

Unos años después de la desaparición de Pucuna, circulaba la revista La bufanda del sol, en la que participaron autores como Alejandro Moreano, Fernando Tinajero, Francisco Proaño, Agustín Cueva o Raúl Pérez Torres. La publicación tuvo una docena de números entre 1972 y 1977. Décadas después, Pucuna y La bufanda del sol fueron publicadas en tomos que recopilaban todas sus ediciones: son un testimonio del movimiento cultural y las publicaciones de los sesenta y setenta. Efímeras, pero vibrantes.

Transiciones

Con el Retorno a la Democracia, las publicaciones culturales volvieron a cambiar. En esta época, la editorial El Conejo estuvo muy involucrada en la publicación de cultura en los medios masivos. Los domingos circulaba con EL TELÉGRAFO el suplemento Matapalo, revista dominical, editada por El Conejo. Por ahí pasaron firmas como la del historiador Carlos Calderón Chico, el escritor Fernando Balseca o el diplomático Xavier Lasso. Otros suplementos que entre los ochenta y los noventa eran Palabra Suelta, La Manzana o La liebre ilustrada, donde publicaba el escritor Miguel Donoso Pareja.

A fines de los noventa e inicios del siglo XXI, volvía a producirse esa especie de ‘recambio generacional’ de los suplementos y las revistas culturales.

En 2002, se fundó El Búho, una publicación periodística y literaria fundada por el periodista colombiano Omar Ospina. Aunque empezó a circular mensualmente con diario Hoy, luego se independizó, y entonces sus intervalos de publicación se volvieron más espaciados: entre dos y tres meses. En noviembre de 2004 nació El Apuntador, un proyecto especializado en las artes escénicas, donde figuran los nombres de Genoveva Mora y Santiago Rivadeneira. Unos años después, en diciembre de 2005 apareció Anaconda, una revista de arte y cultura, dirigida por la artista plástica Macshori Ruales, que hizo una importante apuesta por el diseño y la fotografía. A la par, en Guayaquil aparecían El Quirófano, fundada en 2006 por Augusto Rodríguez y tuvo en su consejo editorial a autores como Leonardo Valencia y Miguel Antonio Chávez.

Al igual que en décadas pasadas, algunas de estas revistas han desaparecido. Pero además, a inicios del siglo XXI empezaron a surgir también los medios en internet especializados en artes y en cultura.

La última década

El 23 de octubre de 2011 circuló por primera vez CartóNPiedra, suplemento cultural que fue creado con la intención de convertirse en un espacio suscitador del pensamiento, como reza su lema.

Tal como otros suplementos de su naturaleza a través de la historia ecuatoriana, por nuestras páginas han publicado escritores y académicos renombrados como —por citar a unos pocos— Javier Vásconez, Raúl Vallejo o Huilo Ruales, William Ospina, Mauro Cerbino o X. Andrade.

Pero en esta edición no solo celebramos estos cuatro años, estos 209 números... también tomamos consciencia del reto que implica: ya hemos superado en números y en tiempo a muchas otras publicaciones culturales que existieron antes. Dice la Historia que de ahora en adelante quedan dos opciones para este suplemento: empezar a morir o salir de una vez de aquella maldición eterna de la que hablaba Raúl Serrano.

Y no tenemos la menor intención de irnos.

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