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El periodismo valiente que no debemos perder de vista

El periodismo valiente que no debemos perder de vista
Ilustración: REP
21 de abril de 2018 - 00:00 - María del Pilar Cobo, Correctora de textos y lexicógrafa

Estos han sido días tristes para el periodismo ecuatoriano. La muerte de tres de nuestros compañeros demuestra la vulnerabilidad de todo un sistema, en el que la profesión del periodista es vulnerable por su función de mostrar verdades que nos niega la institucionalidad. Los hechos rebasan a cualquier palabra, sobre todo porque quienes más trabajan por acercarnos los hechos a las palabras están amenazados. Ya fuimos testigos de estas amenazas durante todos estos años, y, en general, desde siempre, porque el periodismo (el bueno, el que no responde a los intereses de los dueños de los medios) es una profesión incómoda para el poder. Incómoda porque desenmascara, porque descubre, porque cuenta. Y que nuestros compañeros hayan sido tomados como moneda de cambio es muy grave y doloroso.

Igual de grave que la falta de protección y de seriedad de las instituciones me parecen los comentarios desproporcionados, muchas veces desde los mismos colegas, desde gente incapaz de darse cuenta de que, si el azar no era benévolo, pudo estar en la misma situación. Desde que ocurrió el secuestro, aparecieron manifestaciones morbosas e insolidarias que hablaban de un montaje. Hubo quienes desacreditaron la gravedad del secuestro y se atrevieron a cuestionar que fuera cierto de que nuestros compañeros estaban encadenados, con la vida pendiendo de una decisión, con sus familias desesperadas. Estas actitudes muestran cómo quien debe usar la palabra para construir, informar y guiar lo hace para calumniar, destruir y hacer más dolorosa la realidad. Las redes sociales deben ser usadas con cuidado porque se crean hilos llenos de odio y de desinformación.

También vimos cómo circularon sin ninguna muestra de solidaridad las imágenes de nuestros compañeros. Es verdad que la gente necesita informarse, pero no deberíamos hacerlo mediante el morbo y la insensibilidad. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y sí, son útiles para develarnos la realidad, pero se vuelven inútiles cuando el fin con el que se las difunde carece de empatía. Pienso, en este punto, en Paúl Rivas, que nos mostró tantas imágenes dolorosas pero que nos condujeron a pensar, a cuestionarnos, a querer cambiar el mundo. Eso es lo que debe hacer la fotografía. No me parece un justo homenaje mostrar todo el tiempo la foto de nuestros compañeros encadenados y, mucho menos, las de sus presuntos cadáveres. Lo único que se logra es que pierdan su valor, que dejen de doler, que se naturalicen; que las imágenes valgan más que la verdadera tragedia.

El homenaje es hacer un periodismo valiente, que informe sin miedo, que devele la realidad, y cree una cadena de respeto, solidaridad, empatía. El homenaje es apoyarse entre todos, no cansarse de contar lo que pasa en el mundo. El homenaje es permanecer en vigilia, estar alertas, exigir seguridad para la profesión y para todos. El homenaje es seguir demostrando la fuerza del periodismo bien hecho. Es usar los dones maravillosos de la palabra y la imagen para construir un mundo más justo para nuestra generación y las siguientes. (I)

APUNTES
Gramática del zigzag
Morfología

Una sola palabra

Las palabras tictac, zigzag, chachachá y otras semejantes, formadas por repetición de una sílaba (a veces con cambio vocálico), se escriben en una sola palabra cuando se usan como sustantivos: el tictac, mejor que el tic-tac o el tic, tac. En los medios se pueden ver frases como «El tic-tac del despertador se vuelve insoportable», «Un auténtico desastre urbanístico en el que el zig-zag es casi siempre la forma más rápida de llegar a los sitios», «El din don se repite y los devotos ingresan».

La Ortografía de la lengua española dice que las palabras formadas por duplicación de una sílaba se escriben sin guiones intermedios en su uso como sustantivo: el tictac, el zigzag, el chachachá, el dindón, el runrún…

En los ejemplos anteriores lo apropiado habría sido «El tictac del despertador se vuelve insoportable», «Un auténtico desastre urbanístico en el que el zigzag es casi siempre la forma más rápida de llegar a los sitios», «El dindón se repite y los devotos ingresan».

Si se emplean como onomatopeyas, la Ortografía recomienda escribirlas con guion intermedio o entre comas, pero es válida también su escritura en una sola palabra: «El reloj hace tic-tac», «El reloj hace tic, tac» o «El reloj hace tictac».

Estas palabras se tildan o no conforme a las reglas generales de acentuación, de modo que se escribe el dindón o el gluglú por ser agudas terminadas en vocal, pero «El timbre hace din-don» o «Se oía un glu-glu en el fregadero», sin tilde porque cada elemento, tomado por separado, es un monosílabo (Fuente: Fundeu). (I)

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