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El Telégrafo

Los transportes escolares

22 de septiembre de 2011 - 00:00

Todas las mañanas y al mediodía es común observar por las calles de la ciudad a cientos de furgonetas de color amarillo que son las autorizadas para dar el servicio de transporte desde nuestras casas hasta la escuela y viceversa a nuestros hijos.

Los niños, desde los más pequeños hasta los más grandecitos, incluyendo a los adolescentes van, en la mayoría de los casos, dormidos o somnolientos.

Eso no debería ser un motivo de preocupación para quienes somos padres de familia, pues no tiene nada de malo que se recuesten por unos minutos hasta llegar a sus respectivos planteles.

Lo que sí nos debe causar intranquilidad a todos quienes contratamos a terceras personas para que trasladen a nuestros chicos es que los conductores no tienen a una persona adulta que los ayude como para enfrentar una emergencia.

No nos debemos olvidar de que nadie está exento de una situación de riesgo en las calles de Guayaquil. Lo peor que pudiera ocurrirle a esta ciudad es que se produzca un accidente de tránsito en el que los pequeños de un jardín de infantes o los escolares no sepan cómo actuar.

¿Qué podría hacer un niño de cinco o diez años si su bus se accidenta y el conductor queda herido? ¿O qué ocurriría si el chofer es víctima de un desmayo al instante que conduce un carro repleto de chicos?

Las autoridades de tránsito deberían incluir en la ley que rige a este tipo de transportación, una norma para que en cada furgoneta de servicio escolar haya una persona más junto al conductor.

Este acompañante debe ir en la parte trasera del bus, cerca de la puerta, para actuar en caso de una emergencia.

Su responsabilidad debe ser, primero, calmar a los chicos y luego trasladarlos lo más pronto posible al sitio más seguro de su entorno, o en su defecto llamar de inmediato a un servicio de ambulancias, la Cruz Roja, bomberos o Comisión de Tránsito para que acudan a enfrentar la emergencia. Hay que recordar que en una ciudad tan violenta como Guayaquil, los insensibles delincuentes se aprovechan de cualquier situación para hacer de las suyas, y esta no sería una excepción para los antisociales.

No esperemos a que ocurra un desastre del cual no sepamos a quién culpar, a qué autoridad recriminar y del que después  todos nos demos golpes de pecho o que nos lamentemos.

Es preferible adoptar una medida de prevención. Incluso debería ser obligatorio que se realicen ejercicios de evacuación de las furgonetas dentro de los mismos establecimientos educativos.

Ello debería realizarse al menos dos veces al año bajo la vigilancia de la Policía, Comisión de Tránsito, Defensa Civil o el Cuerpo de Bomberos.

Atentamente
Alba Crespo
0702473083

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