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Glenda Morejón trabaja para que su gloria no sea efímera

Glenda Morejón trabaja para que su gloria no sea efímera
Fotos: Miguel Jiménez / El Telégrafo
30 de julio de 2017 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

Después de no abrir por más de una semana su puesto de frutas en el mercado 24 de Mayo de Otavalo, doña María del Carmen Quiñónez estaba ansiosa por conocer los comentarios de sus vecinos: ¿Qué le dirán luego de que su hija, Glenda Morejón, ganó la medalla de oro en los 5.000 metros marcha del Mundial de Atletismo Sub-18 ‘Nairobi 2017’?

Oriunda de Pimampiro, la mujer, de 47 años, levanta la cabeza con orgullo cuando mira en la televisión o en los periódicos imágenes de la cuarta de sus 5 hijos. Nunca imaginó que la adolescente, de 17 años, obtuviese algo tan importante.

La tempestad se aglutina en sus ojos cuando recuerda a Glenda de niña, de 3 o 4 años, acompañándola mientras vendía las frutas. Entonces a los vecinos les fascinaba preguntarle a la bebé cuál era su nombre, y ella siempre contestaba: “Soy Glenda Morejón Quiñónez, no huevadas...”, la respuesta, que María del Carmen nunca supo a quién se la aprendió, provocaba risas entre sus compañeros de oficio.

Ahora que lo piensa, ese solo fue un preludio de lo que años más tarde ocurriría; no habla solo de la medalla de oro mundial, sino de las 3 sudamericanas que ganó a partir de 2015.

El apego por el atletismo le vino de su padre, Luis Morejón, un ibarreño de 55 años, aficionado a las carreras de fondo, actividad en la que le habría gustado triunfar a él o ver triunfar a sus vástagos. Es en razón de esta pasión por las carreras donde comenzó todo; los hermanos mayores de Glenda: Luis, Katherine y Vanessa incursionaron antes en el deporte base, también con Giovan Delgado, el entrenador que forjó a la campeona global.

Ellos estuvieron con Delgado hasta la edad escolar y se dedicaron a las justas de largo aliento, pero a ella, en cambio, le vio atributos para la marcha, disciplina que fue difícil de inculcarle, simplemente no le gustaba.

La dueña de la presea dorada solía acompañar a sus hermanos a las prácticas y, sin haber ensayado nada, en cierta ocasión participó en una carrera infantil barrial organizada por Delgado, en la que les ganó a los niños dirigidos por el aleccionador.

Antes de los 7 años, la chiquilla ya daba muestras de sus aptitudes y poco después ingresó a la escuela de atletismo Tarquino Jaramillo, que fundó Giovan; como era de esperarse, entró para aprender fondo.

No le iba mal, pero se retiró un año, y a los 12 retomó las prácticas. Para esa época, Delgado ya le detectó condiciones para la caminata deportiva, intentando convencerla de que se cambie a esta modalidad.

Pero ni a ella ni a don Luis les agradaba la marcha, así que la menor se hizo de rogar.

- Glenda, en esto te irá mejor, tu físico ayuda para eso.

- No profe, no me gusta ¿Porque dice que sería buena?

- Porque eres chiquita, las mejores marchistas en el mundo son pequeñas.

Es así como a los 13 años, Glenda entró al mundo de los andarines, aprendiendo la técnica adecuada para doblar las rodillas y asentar los pies, en armonía con las caderas.

Las consecuencias no tardarían en aparecer, en su primera brega nacional quedó octava, luego cuarta, hasta que en 2014 se ubicó tercera y se adjudicó su primera medalla.

La niña hizo rápidos progresos y se ganó un puesto en la selección ecuatoriana; en 2015, en Cali (Colombia), alcanzó su primer cetro sudamericano y en 2016, en Guayaquil, alzó su segunda corona sudamericana.

Esos logros le hicieron merecer un cupo en el Campeonato Sudamericano Sub-18 que debía realizarse en La Concordia (Argentina), en noviembre de la temporada pasada.

Como para esa justa no contaba con el apoyo necesario de la Federación Ecuatoriana de Atletismo (FEA), tuvo que buscar fondos en otras partes; la Federación Deportiva de Imbabura (FDI) le dio $ 500, pero le faltaba una cantidad similar.

“Tenía que completar lo del viaje, el seguro de vida, el permiso de menor de edad y el pasaporte. Y, bueno, gracias a Dios pudimos reunir el dinero”, rememora la joven.

Los recursos salieron de la venta de salchipapas que sus padres y hermanos promovieron con la intención de conseguir los fondos. El resultado: la presea de oro y el pacto sagrado, sobreentendido, de que su familia nunca la dejaría sola.

El siguiente reto era mostrar un buen desempeño en el Campeonato Panamericano Sub-20 de Marcha programado para mayo en Lima (Perú), certamen al que Giovan Delgado no deseaba mandar a su pupila; creía que terciar en 10 kilómetros con chicas mayores a ella podría ser contraproducente. “Vete, da lo mejor, en esta ocasión el lugar en el que termines es lo de menos”, le manifestó el timonel.

La sorpresa fue mayúscula, en dicha brega, Glenda no solo logró el bronce sino que en la distancia parcial batió el récord nacional juvenil en los 5 kilómetros, que desde el 10 de noviembre de 1990 le perteneció a la azuaya Mirian Ramón.

La imbabureña detuvo el reloj en 22 minutos con 42 segundos (22m42s), el crono de Ramón es de 23m01s.

Lo que vendría sería el Campeonato Sudamericano Sub-20 en Guayana, a desarrollarse el 3 y 4 de junio (pasados), pero la FEA y Giovan Delgado acordaron que no era conveniente enviarla; dispusieron que se enfoque de lleno en el Campeonato Mundial de Atletismo de Nairobi (Kenia).

El día de la medalla

Con el propósito de que ayude a su hija a realizar un buen papel en el evento planetario, Luis Morejón le prometió una ofrenda a la Virgen de Monserrat: trotar desde Ibarra a Otavalo y visitarla en su santuario.

El 14 de julio, Luis salió a las 05:00 desde su domicilio, situado en el barrio Bola Amarilla, de la Ciudad Blanca. A las 07:15 arribó al Socavón de Otavalo, donde está la gruta que guarda la imagen de su virgencita. 

Sus ruegos llegaron alto, en la madrugada del viernes 15, Glenda Morejón cruzaba la meta en la primera posición de los 5.000 metros pista; esto causó revuelo en la humilde familia.

Katherine Morejón (26 años), hermana de la cultora, confiesa que al verla triunfar pegó un grito del santo y señor nuestro y se puso a llorar; esto despertó a su esposo, que no sabía lo que ocurría.

Sobre la carrera, Glenda detalla que a falta de 2 vueltas para completar el recorrido, un juez le exhibió la tarjeta amarilla, por lo que debía evitar más amonestaciones. A poco del final observó a un árbitro con la tarjeta roja, por lo que prefirió no acelerar. Al no ser sancionada, apretó el paso y tomó ventaja sobre su rival más dura, la turca Meryem Bekmez, con lo que remató primera.

La ibarreña nunca olvidará Nairobi, no solo por el título sino por la pobreza que le inspiraron los niños africanos. “Pensé que la ciudad era más moderna, pero no era así, además las calles estaban sucias. Había visto por la televisión a los niños necesitados de Haití y de eso me acordé cuando estuve en Kenia; había pobreza en las veredas, en los puentes. La vedad me llegó al corazón, esos chiquillos estaban descalzos; todo esto me llenó de fuerza para el día de la competencia”.

El reencuentro con lo amado

Arriba: Vanessa, Luis, María del Carmen, Aleska (niña), Katherine, Glenda y Luis Jr. Abajo: María Belén y Sofía; padres, hermanos y sobrinos posan junto a la campeona. Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo

Al fin, luego de varios días fuera de casa, un viaje de 30 horas y un desplazamiento no previsto a Guayaquil, donde la esperaba la ministra del Deporte, Andrea Sotomayor, el miércoles 19 de este mes, Glenda viajaba de Quito a Ibarra. En la capital la recibió Giovan Delgado.

Su madre la llamó al celular para decirle que ella y Luis los esperaban en la Y de Cajas, frontera entre las provincias de Pichincha e Imbabura.

Al arribar al punto, la adolescente se quedó boquiabierta, no solo estaban sus padres; la esperaban sus hermanos, sobrinos, primos, tíos y abuelos.

El reencuentro resultó más emotivo de lo imaginado.

La siguiente parada fue la Gruta de la Virgen de Monserrat en Otavalo; ella y su padre no podían pasar por alto la ayuda de la divinidad, así que oraron profundamente en agradecimiento a las bendiciones.

La tarde de ese día, en Ibarra, hubo caravana motorizada y un reconocimiento por parte de la Prefectura y de la Universidad Yachay. Aunque nada le pareció más reconfortante que ver a sus vecinos del barrio Bola Amarilla y a sus parientes, quienes le prepararon la bienvenida.

Abrazó a todos, en especial a sus bulliciosos sobrinos: Sofía (4 años), Gabriel (3 años) y a su hermana María Belén (10 años).

El cariño que siente por ellos hace que doña María del Carmen traiga al presente las travesuras de Glenda, quien de niña, más que gustar de los juguetes, se entretenía jugando a la comidita con tierra y las hojas que caían de los árboles.

Su hermano mayor, Luis Jr. (27 años), reconoce que Glenda siempre fue la ñaña más apreciada; en su mente pone los momentos cuando la cuidaba y la defendía. Él era el encargado de dejarla y retirarla del Gudiño Vásquez, el jardín de infantes donde la exponente tuvo su primera experiencia educativa.

“A mí no me gustaba que la molesten. Un día me contó que unos compañeros la molestaban, yo hablé con los padres de los chicos y les dije que no estaba bien que le falten el respeto. Al día siguiente, cuando le pregunté si la seguían fastidiando, me dijo: no ñañito, no me tocaron ni una chispa, respuesta que siempre me hizo reír”.

Como deportista, ya que Luis es futbolista a nivel amateur, siempre la aconseja. Le pide tener cuidado de las envidias que muchas veces tienen los propios compañeros de equipo. Eso lo aprendió cuando era seleccionado sub 18 amateur y algunos de los otros integrantes intentaron hacerle la vida imposible, todo por bajarle la moral y sobresalir ellos.

Siempre le recomienda mantener la humildad, ahora todavía más, pero a la vez cuidarse de los ‘figuretis’ y aprovechados, personas que ahora la buscan para tomarse fotos, pero que en momentos cruciales, nunca le extendieron la mano.

Admira la vocación de su hermana, esa que muchas veces la ha obligado a alejarse de la vida social, de preferir una práctica a un baile entre chicos de su edad o algún compromiso familiar.

Revela que el 2 de abril de 2016 su matrimonio eclesiástico con María José Andrade tuvo un tinte triste al no contar con la presencia de Glenda, quien se trasladó a Guayaquil para lidiar en una contienda sudamericana.

Glenda corrobora aquello, con un tono de melancolía cita que la única forma en la que vivió la fiesta fue gracias a las fotos que le enviaban los novios a través de los medios de comunicación digitales.

Añade que muchas veces no concurre a reuniones con sus compañeros de colegio o amigos porque su prioridad es la marcha, y no se siente mal por ello. Sus mejores amigos la entienden, Joselyn Moreno y Édison Macías, en el colegio, y Kímberly Revelo, en la escuela de atletismo Tarquino Jaramillo.

Con la que más comparte es con Kímberly, su dupla de caminata deportiva, con quien al principio se caían mal, pero les bastó conocerse un poco para descubrir la compatibilidad que existe entre ambas. Son muy golosas, acepta Glenda, al punto de escaparse a comer hamburguesas y salchipapas en ‘El Profe’, un establecimiento de comida rápida situado en el barrio Los Ceibos.

En otras ocasiones se reúnen para dormir juntas en cualquiera de las 2 casas. Ahí suelen cocinar varias delicias, en especial tortas de chocolate, una debilidad que ambas comparten.

El grado de confianza entre ambas es tal, que si por Glenda fuera, iría con ella a todas las competencias.

Este tema trae a colación doña María del Carmen el defecto de la atleta, quien a veces suele desmandarse en la ingesta de alimentos; no debería probar comidas llenas de grasas saturadas, porque tiende a engordar y en alguna oportunidad ya tuvo de enemigo al sobrepeso.

Eso sí, las virtudes son más, destacando en la chica la responsabilidad, la disciplina y el respeto por sus mayores. Esto la conduce a ser apreciada no solo por la parentela, sino además por sus maestros. Agradece las atenciones de los licenciados Rocío Yépez, Marco Pérez y de la odontóloga de la unidad educativa Víctor Manuel Guzmán, centro donde cursa su capacitación académica secundaria.

Pérez estuvo en Quito con sus compañeros de aula Joselyn Moreno y Édison Macías, mientras Yépez la visitó en casa el 20 del presente mes. Otro de los propósitos de la andarina es graduarse con honores, de lo que no está lejos porque su promedio podría convertirla en escolta. Se graduará de bachiller en Ciencias Contables en el próximo ciclo lectivo.

En torno a su futuro, en el ámbito deportivo, a corto plazo quiere adjudicarse el cetro de los Juegos Nacionales en Cuenca, a finales de agosto venidero, para después planificar los torneos a mediano plazo, haciendo énfasis en el Campeonato Juvenil de Atletismo (Sub 20) de 2018, que se efectuará en Tampere (Finlandia).

Mas su máxima aspiración está en el largo plazo: clasificar a los Juegos Olímpicos Tokio 2020 y sumar experiencia, pues su timonel calcula que en las Olimpiadas de 2024, de salir todo como esperan, podría luchar por subir al podio.

“Lo importante no únicamente es calificar para ir a unas Olimpiadas, hay que ser protagonistas”, dice Giovan Delgado, transmitiendo esta filosofía en los alumnos que lo siguen en el parque Ciudad Blanca.

En el aspecto profesional, Glenda se muestra muy agradecida con la Universidad Yachay, que le ofreció una beca completa, pero anuncia que no hará uso de ella porque se plantea seguir Derecho en la Universidad Regional Autónoma de Los Andes (Uniandes).

Se inclinó por esta carrera porque es la que eligieron sus hermanos y, sobre todo, por el horario, que va de 08:00 a 14:00 y le dará tiempo para continuar con los entrenamientos.

Al hablar de las causas por las que Glenda no ensaya en una pista de atletismo, sea la del estadio Olímpico de Ibarra o la del Centro de Alto Rendimiento de Carpuela (CEAR), Delgado cita que está acostumbrada a practicar en la pista de Yahuarcocha, la Loma de Guayabillas y en el parque Ciudad Blanca.

Sobre las condiciones deportivas de la joven, Delgado explica que son bastante buenas y que muchas veces los campeones mundiales que surgen en Ecuador en las categorías formativas, se pierden por el sobreentrenamiento, es decir, cargas que saturan sus músculos y no les dan la proyección anhelada; en pocas palabras, cuando ya llegan a la división absoluta, están “quemados” y no brillan en el alto rendimiento.

Cansada de atender entrevistas y visitas a su vivienda, Glenda Morejón se acostumbra de a poco a asimilar la gloria, gloria que no quiere se quede en el efímero ahora. Su proyecto es ambicioso, pero es consciente de que le costará el doble de sacrificios y tiempo.

La medalla de oro sub 18 no es el final, sino el principio de una carrera prometedora, tanto como ella consiga plasmarlo. Los globos, las flores, los medios de comunicación, las caravanas, los premios... son muy bonitos; está decidida a esforzarse para que no se desvanezcan.

El reconocimiento para la atleta se manifiesta de distintas formas

Tras la presea dorada en Nairobi, las propuestas para Glenda no paran. Según el instructor Giovan Delgado, la próxima semana podría concretarse que Juan Carlos Holguín, agente del futbolista Antonio Valencia, pase a ser su manager. El contrato duraría entre 4 y 7 años y le dotaría a la atleta de médico, psicólogo, fisioterapeuta y un asistente técnico para Delgado. Además, el Municipio de Ibarra le entregó un terreno valorado en $ 56.000, la empresa Marathon Sports le dotará de calzado por un año y habría el interés de que Reebok la busque para brindarle indumentaria, lo que se suma a su inclusión en el Plan de Alto Rendimiento con la beca D1, que consta de $ 30.000 al año y consta de varios beneficios.

Datos

- Glenda Morejón Quiñónez nació en Ibarra el 30 de mayo de 2000. Practica atletismo desde los 6 años de edad.

- María Belén Morejón, de 10 años y hermana mejor de Glenda, también entrena marcha olímpica con Giovan Delgado, quien la califica como un interesante prospecto.

- La campeona mundial agradece infinitamente a su vecino, Iván Erazo, quien le llevó a comprar ropa deportiva, zapatos, gorras, mochilas y un celular. (I)

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