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Víctor Mendoza Andrade

La amenaza de la erosión

24 de marzo de 2015

La comunidad científica occidental de la mitad del siglo pasado, interesada sobre la disponibilidad de los recursos naturales renovables para el desarrollo humano, estableció que la población del mundo a principios del próximo milenio alcanzaría la cifra de 8.000 millones de personas, de las cuales el 90% correspondería a la de los países más pobres.

La tierra productiva aumentaría apenas el 4% de su superficie y casi se habría alcanzado el límite de la frontera agrícola y, en vez de sostener a los 2,6 habitantes por hectárea (ha), deberá producir para 4, a inicios del próximo milenio.

El precio real de los alimentos se duplicaría y la productividad se volverá cada vez más dependiente del uso de combustibles fósiles.

La desertificación a fines de siglo afectaría a 800 millones de hectáreas, las cuales se sumarían a las anteriormente erosionadas.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), la desertificación amenaza a la cuarta parte del planeta afectando directamente a más de 250 millones de personas poniendo en peligro los medios de vida de 1.000 millones de habitantes de más de 100 países al reducir la productividad de las tierras destinadas a la agricultura y la ganadería, incluyendo principalmente la de los habitantes de los países pobres, marginados y políticamente más débiles.

En las potenciales condiciones de deterioro establecidas se considera que las áreas más agredidas y sobreexplotadas del planeta estarán los valles aluviales en donde cada vez será más costoso e incierto el mantenimiento de la producción y más frecuentes los peligros de degradación química por pérdida de nutrientes, aumento de acidez, salinización, toxicidad: concentración o liberación de un determinado elemento, etc.

En Ecuador, tenemos con estas características el valle aluvial más importante por sus recursos naturales de la costa del Pacífico de Sudamérica. El valle de la Cuenca del Guayas, de cuyo manejo eficiente dependerá la capacidad de mantenimiento económico y seguridad alimentaria de nuestro país.

En la indicada Cuenca, si bien no encontramos ejemplos dramáticos de erosión, tenemos síntomas graves de la presencia del problema, como son la acumulación de sedimentos en diferentes lugares de la cuenca baja.

Los valores potenciales de erosión calculados de las subcuencas, componentes de la cuenca, están entre 118 y 374 toneladas por hectárea/año, los cuales son calificados como altos y muy altos.

Los valores de pérdidas de suelo registrados experimentalmente en suelos representativos de la cuenca portante de la represa Daule-Peripa se diferencian de los potencialmente establecidos. Pero estas pérdidas (que pueden considerarse reales) van de 25 a 35 toneladas por hectárea/año, las cuales siguen siendo calificadas como altas.

Si consideramos solamente 100.000 ha la superficie de las laderas de la Cuenca, en condiciones muy altas de erosión tendremos que se depositan anualmente en la cuenca baja de 2’500.000 a 3’500.000 toneladas de sedimentos.

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