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Crónica a pie

TEA, dos décadas de lucha contra el maltrato animal

TEA, dos décadas de lucha contra el maltrato animal
Foto: Cortesía TEA
30 de septiembre de 2016 - 00:00 - Juan Carlos Holguín. Periodista

Aunque han pasado más de 20 años, Mónica Chonillo no olvida aquel doloroso espectáculo. Corría la década del 90 y en la perrera del Inspi, en Guayaquil, los canes en observación estaban hacinados, sucios, malolientes, llenos de garrapatas, mantenidos en condiciones deplorables y suplicando ayuda con sus ojos asustados. “Era un campo de concentración”, rememora la mujer. Cuando los canes con moquillo llegaban a la etapa terminal, morían entre convulsiones y fuertes dolores.

En su agonía sus cuerpos golpeaban contra las jaulas en las que estaban encerrados, produciendo un sonido metálico que hasta hoy, todavía resuena en la memoria de Mónica. Fue algo impactante, que marcó a esta periodista quien se ha convertido en una defensora de los derechos de los animales. Y el rescate de estos perros fue uno de los cometidos de la Fundación Trato Ético Animal (TEA), a la que ella pertenece. El grupo es un referente en la protección de la fauna urbana en Guayaquil, aunque su labor ha transcendido fronteras y llegó a ciudades como Playas y Milagro (Guayas), Bahía y Canuto (Manabí) y Ambato, donde trabajan con voluntarias.

Las historias son muchas. Comenzaron con un gato negro que tenía un ojo lastimado y que fue rescatado por Luis Escala Castro en 1994. Y se han multiplicado por cientos, tal vez miles. Escala fue el fundador de la agrupación. Aquel minino color azabache le cambió la forma de ver la vida. Y abrió el camino para que otros animales fueran rescatados de la calle y el maltrato.

En 1995 TEA se legalizó como fundación y empezó un extenuante camino en el que sus integrantes han salvado muchas vidas. Pero tristemente son muchas más las que no han podido salvar. No hay una cifra exacta de cuántos animales callejeros existen en Guayaquil, pero cálculos de varias fundaciones indican que son más de 300.000. Para cambiar esto es que luchan los miembros de TEA, liderados por Alexandra Valencia y Patricia de Valero, presidenta y vicepresidenta, quienes tomaron la posta de Luis Escala, ya fallecido. Cada perro y gato que rescatan y entregan en adopción es para ellas un gran paso.

TEA también recepta denuncias por maltrato animal y orienta a la ciudadanía sobre este trámite. Se busca primero llegar a un arreglo previo entre las partes, porque el proceso puede ser largo y mientras se desarrolla el animal puede agravarse o morir. Las principales causas de denuncia son el encadenamiento de perros y el envenenamiento de animales, que se da más que todo en colonias de gatos. Como ocurrió hace unos días en la Facultad de Ingeniería Industrial de la Universidad de Guayaquil. Y más recientemente en una etapa de Villa Club, en el cantón Daule.

En ambos casos la fundación se ha involucrado en las investigaciones, tal como ha hecho en otros casos emblemáticos, como el de una perra pitbull en La Primavera 2 (Durán) en 2014. La perra estaba desnutrida, la tenían con sus cachorros en condiciones deplorables, y tras una disputa legal le fue retirada a su dueña. Este caso, según Mónica Chonillo, sentó jurisprudencia con una sanción de 5 salarios básicos unificados en la Comisaría de Salud, con base en el Reglamento de Tenencia y Manejo Responsable de 2009.

También se recuerda la lucha contra los ‘vendeperros’, que tenían su centro de operaciones en Lomas y la Cuarta (Urdesa Central), donde ofrecían cachorritos enfermos como si fueran de raza, asegurando que tenían todas las vacunas. Los constantes plantones liderados por TEA expulsaron a los vendedores del punto.  

La fundación también logró rescatar a todos los canes que estaban en la perrera del Inspi, ese infierno cuyo recuerdo persigue a Mónica. El último fue ‘Sebastián’, un pitbull que su familia abandonó ahí porque los mordió a todos. La activista decidió llevarlo a su casa, donde él está en un proceso de readaptación.

Otro frente de trabajo son las brigadas veterinarias, como las que hicieron por más de 3 años en Monte Sinaí, cuando el Gobierno empezó los desalojos en 2013. Las personas se marcharon y dejaron atrás a perros y gatos, que de un momento a otro pasaron del calor de un hogar a la inclemencia de la calle. De igual forma mantienen una brigada en Canoa (Manabí), en un campamento ubicado en la zona cero, para atender a las mascotas afectadas por el terremoto del 16 de abril.

La fundación maneja también un refugio, el primero en Guayaquil. Inició en Sauces 9, de ahí pasó a La Garzota. Tiene un promedio de 50 animales y cuenta con dos empleados: uno para la limpieza y otro que vive en el lugar. Además, acuden voluntarios, principalmente el fin de semana, para jugar con los perros y bañarlos.

Para TEA, los municipios se han ‘lavado las manos’ en el problema de la fauna urbana, lo cual acarrea más trabajo a las fundaciones y grupos animalistas, que casi en su totalidad se manejan solo con donaciones. Según Mónica Chonillo, “los municipios deben asumir la competencia que les corresponde”. (I)

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