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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Tras las elecciones, tarde para llorar

25 de noviembre de 2016 - 00:00

Es bueno el espejo de Argentina para saber qué viene luego de los gobiernos nacional-populares: el neoliberalismo puro y duro. Presos políticos, intentos de legalizar la represión, corrupción estructural y puntual a la vez, baja del gasto social, caída abrupta del salario real, apertura a las multinacionales, liquidación del mercado interno, aumento súbito del número de desocupados, pobres e indigentes. Desde los partidarios del gobierno de Cristina Kirchner se destacó hasta el hartazgo, durante la campaña electoral, que esto ocurriría si ganaba el macrismo. Pero la ceguera y el odio, alimentados por la ideología dominante y por el maniqueísmo mediático en contra del entonces gobierno, hicieron que buena parte de la ciudadanía creyera en una supuesta revolución de la alegría, la fiesta liviana y el discurso despolitizado.

Ahora es tarde para cambiar de gobierno: no para resistir a las medidas del macrismo, que promueven a núcleos de la población protestando en la calle, prácticamente todos los días y varias veces por día. Por hechos de presunta corrupción, están imputados judicialmente el presidente, la vicepresidenta, el ministro de Energía, varios miembros prominentes del staff presidencial, otros tres del ministerio de Energía, el intendente de Lanús -funcionario previo de Macri en la ciudad de Bs. Aires-, entre otros, tras apenas 11 meses de gobierno. Por cierto, no es una única causa judicial, sino muchas diferentes, desde los ‘Panama Papers’ a negocios incompatibles con el ejercicio de cargos públicos.

Como presos políticos, está la jujeña Milagro Sala, acompañada de aproximadamente otros 10 dirigentes, entre ellos quien es su esposo. Tiene cuatro abogados: se los ha procesado a los cuatro, en un ejercicio no precisamente democrático. Ya desde la ONU se ha pedido por su libertad, e incluso la pidió el premier canadiense en reciente visita a Macri. Mientras, se persigue ahora a la dirigente de Túpac Amaru -la organización que ha liderado Milagro Sala- en la provincia de Mendoza por supuesto mal uso de dinero destinado a viviendas populares, mientras se disimula la denuncia hecha al director del Instituto de Vivienda de esa misma provincia por manejo ilegal de fondos -denuncia hecha por su exsecretario, no por obvios adversarios políticos, como las que se hacen a la organización Túpac-.

Se ha echado a cerca de 120.000 trabajadores de las empresas privadas. Han caído la producción y el consumo, y aumentado exponencialmente la inflación, mientras los salarios han bajado verticalmente como nunca antes en 15 años. Los comedores populares para indigentes se han multiplicado a más del doble, y aun los empresarios más amigos del Gobierno se preguntan si alguna vez la economía del período macrista comenzará a despegar. No es tarde para la protesta, pero sí para arrepentirse por el gobierno que se votó. Alguna gente de izquierda se había creído su propio discurso según el cual el gobierno anterior era simplemente ‘neoliberal’, y confundieron sus diferencias con ese gobierno, con la homogeneidad entre este y la derecha abierta. Grueso error: lo sufre ahora esa misma izquierda, hoy mucho más perseguida y arrinconada, y por cierto, principalmente el pueblo al cual esa izquierda se debe, o al menos pretende hacerlo.

Se suele aprender poco de la experiencia ajena, pero ojalá alguien tome nota: después de elegidos los gobiernos de derecha, es tarde para quejarse. Ya entonces el vendaval se ha desatado, y la rápida destrucción de cuanto se pueda haber trabajosamente construido -y el atraso histórico hasta niveles previamente impensados- se realiza de manera arrasadora, sin miramientos ni vacilación. (O)

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