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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Mentiras electorales de la derecha

24 de marzo de 2017 - 00:00

Mientras escribo, 400.000 docentes copan Plaza de Mayo y las calles cercanas, protestando ruidosamente contra la penuria salarial del gobierno de Macri. Este solo responde atacando discursivamente a los maestros, descontándoles sus días de paro y culpándolos de una supuesta baja calidad educativa (la cual está medida con parámetros groseros y anticientíficos).

La semana anterior, cientos de piquetes mantuvieron semiparalizada Buenos Aires. Hay hartazgo social, bronca, rechazo. La paciencia social está semiagotada: la protesta masiva en la calle está a la orden del día. El Gobierno solo atina a una receta: promete represión, protocolos para la acción policial contra los piquetes. De resolver las causas sociales de la protesta (es decir, de cambiar sus propias y desastrosas políticas), ni rastros. La derecha no tiene un segundo plan: solo tiene el del ajuste interminable.

Cuando se eligió a Macri fue porque un sector de la sociedad fue convencido desde los medios de comunicación hegemónicos, de que no estaba bien: que la entonces presidenta hablaba mucho por cadena nacional, que su liderazgo era muy personalista, que estaban cansados del discurso crítico hacia el capitalismo salvaje. Todos asuntos menores, pero que -para quien está estabilizado y sin sufrir grandes urgencias- de pronto parecen importantes.

La población se había olvidado de cuando no le daban remedios a los ancianos, de cuando los salarios bajaban en vez de subir, de cuando ir a la universidad era un lujo, de cuando la industria nacional no era impulsada desde el Estado, y por ello aumentaba el desempleo. Muchos encontraban que era mejor criticar el carácter personal de la hoy expresidenta que discutir sobre el aumento problemático de la deuda externa, pues tal aumento ya no existía.

De ese sueño, el gobierno de derecha los ha despertado de golpe. La ilusión mediática según la cual “todo seguirá igual, pero con modalidades mejores y menos agresivas”, se mostró en toda su doblez y falsedad. Ahora se trata de gente sin trabajo, de aumentos interminables de precios, prepotencia oficial que nada escucha y amenazas a quienes se animan a la protesta social (como las que sufrió el sindicalista Baradel, la cara de cuyos hijos fue puesta por TV nacional, a fines de someterlos a escarnio público).

Esa fue la ilusión electoral fomentada por la derecha: “Todo lo bueno del gobierno kirchnerista se mantendrá, y se corregirán sus aspectos negativos”. Monumental falsedad: lo único que se ha mantenido de la situación anterior es porque la movilización social o la conciencia colectiva lo ha sostenido. Se ha arrasado con derechos adquiridos -la discusión salarial paritaria sin tope, por ejemplo-, se ha echado a miles de adversarios políticos de cargos en el Estado solo por no ser amigos del nuevo poder (sitios que desde el actual Gobierno han luego ocupado sobradamente), mientras para hacerlo el Gobierno ha gozado de impunidad por más de un año, con base en el esperable silencio cómplice de los medios de comunicación.

La derecha jamás ha estado preocupada por los derechos, por la salud colectiva, la educación para todos, la vivienda accesible o el respeto a la diversidad étnica o el medio ambiente: trabaja para los de arriba, para sus negocios. La corrupción galopante del gobierno macrista (con un presidente que suma 5 imputaciones judiciales, récord histórico) es la muestra evidente de que quienes tienen grandes dineros, cuando gobiernan solo lo hacen con intención de incrementarlos a costa del sufrimiento de las mayorías. (O)

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