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El Telégrafo
Alfredo Vera

Los originarios

22 de agosto de 2017 - 00:00

Después de haber estado ausente del país por 20 días, en esta columna que la mantengo viva por varios años, digo lo siguiente:

En la historia de los procesos políticos no cabe la menor duda de que existen personajes que no dudan en evidenciar sus pensamientos ideológicos y políticos, acordes a lo que establezcan las ideas sobre un nuevo mundo en que se observen las condiciones para tratar de conquistar una posible equidad entre los seres humanos. Esos originarios son los que promueven los procesos de cambio en beneficio de las grandes mayorías, que, generalmente, en alguna medida afectan a las minorías que, de costumbre, pierden algunas de sus canonjías o privilegios.

No existe sociedad alguna latinoamericana que en su historia no haya vivido procesos de esta naturaleza, con éxitos o fracasos y con experiencias que dejan profunda huella en nuestra historia.

Ecuador no podía ser excepción: después de una década de transitar por una historia que buscaba disminuir los índices de pobreza y marginalidad, a través de un modelo de crecimiento equitativo, con más aciertos que errores, cuando se creía que la sucesión garantizaba la continuidad, he aquí que el gusano de la incomprensión o la cucaracha de la corrupción han llegado a minar lo que parecía un sendero de continuidad y ahora se está hundiendo en un tenebroso agujero de disolución, con la posibilidad de destruir la esperanza del pueblo mayoritario.

La terminología para entender lo que está sucediendo es inagotable: ingratitud, prepotencia, odio, revanchismo, privilegios, desmemoria, imposición, venganza, oportunismo, y un abecedario completo pero absurdo e inútil, que solo conduce a una nueva frustración que provocará traumas incurables a una generación entera y las tinieblas más desalentadoras para una continuación en el mundo de las injusticias.

No es posible pedir que el que esté libre de pecado  lance la primera piedra... porque la cristalería se rompería en mil pedazos en menos de un minuto. Lo que queda, si aún es factible, es que se les pida a los que tienen posibilidad de hacerlo que no obliguen al Salomón contemporáneo a descuartizar a la Revolución Ciudadana y que alcance la paternidad o maternidad responsable y con conciencia.

Quienes hemos luchado la vida entera sin claudicaciones ni deserciones, sin esperar premios ni canonjías, tenemos justificado derecho a demandar a los autores, cómplices y encubridores de esta absurda y detestable crisis, que asuman sus responsabilidades hablándole claro al pueblo, cuyo destino depende de sus decisiones.

No es la hora de lavarse las manos ni actuar con oportunismo: como el más sencillo de los revolucionarios, pido un espacio en la batalla para que se clarifiquen las razones de cada dirigente para saber a qué atenernos.

Mientras haya vida, seguiremos en la lucha. (O)

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