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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Los derrotados y su trillada libertad de expresión

13 de mayo de 2017 - 00:00

Los derrotados aprovechando las manos extendidas del presidente electo, Lenín Moreno, su estilo conciliador y espíritu de paz, pretenden comprometerlo con la mutilación o derogación de la Ley Orgánica de Comunicación, porque según ellos, la vigencia de ese instrumento, atenta contra el libre ejercicio profesional de los periodistas de los medios privados por pensar y obrar, diferente a los principios que enarbola el Gobierno de la revolución ciudadana.

Los grupos de oposición y los periodistas privados, sin argumentos válidos, pero esta vez, en visible complot, vuelven a denunciar y difundir, que la libertad de expresión continúa siendo agredida por el régimen que está en su hora final, con la Ley mordaza; mientras los columnistas, principalmente, escriben a su antojo, cargado de odio, insultan tildan de tirano al gran líder de la década ganada Rafael Correa Delgado. Se agregan a la inconsistente campaña de los derrotados; los aduladores con el disfraz de comentaristas invitados y los acuciosos mensajeros de la sección cartas al director como una mediocre opción, de ser tomados en cuenta, exhibir su vanidad y atenuar sus frustraciones.

Es fácil observar la abismal diferencia entre medios privados o “independientes” y públicos. Sin recorrer la historia, el medio privado funciona dentro de la órbita de su negocio y para su afianzamiento se involucró en la actividad política y con ello participar en la administración de los gobiernos oligárquicos, directamente o mediante audaces intermediarios. Obviamente, esos medios “independientes” debieron alejarse de su misión, predicar la verdad y orientar con verticalidad, y, en sustitución, diseñar una línea de comportamiento periodística, para favorecer a los gobiernos  comprometidos en el reparto de prebendas e intereses.

El medio público, particularmente en Ecuador, se instauró en un momento de cambio y que se requería, para contrarrestar la influencia de la prensa privada, aliada permanente de la derecha. Era indispensable, intentar un equilibrio en la formación de la opinión ciudadana.

Siempre el periodista comercial manejó el sistema informativo y de opinión para confundir a la ciudadanía. Hoy, con la vigencia de la Ley de Comunicación, los periodistas y medios en general están sujetos a desarrollar sus actividades dentro del marco de la ley. No se atenta contra la investigación seria, no hay censura previa, pero sí responsabilidad ulterior. Aunque no le queda espacio, para seguir gritando y reclamando en nombre de la libertad de expresión, no cesa la campaña contra la Ley de medios. Repito, el periodismo no es poder, es un servicio a la colectividad. Nadie está libre de ser sancionado cuando incurre en delito. La Ley incluye a todos.

La bullanga armada por los dueños del negocio y sus sindicatos no tiene eco. Ahora, se entiende que la libertad de expresión es un derecho del hombre consagrado en declaraciones universales y no un derecho exclusivo de los propietarios de los medios. La Ley de Comunicación está contribuyendo a terminar con el abuso de quienes se creen dueños de la verdad. (O)

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