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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

La democracia, la libertad y lo social

22 de mayo de 2017 - 00:00

Escuchar a los líderes de la derecha tradicional haciendo un balance de los 10 años de lo que llaman “correísmo”, nos sirve para comprender cómo a esta derecha que mira en el mercado la solución a los problemas, aún le cuesta comprender que la Revolución Ciudadana siga ganando elecciones. Son 14 procesos electorales ganados. Algo único no solo para el país sino para el continente. Es paradójico escuchar a estos dirigentes diciendo que el gobierno saca una calificación positiva en “lo social” y negativa en “la democracia y la libertad”. Y es una paradoja en principio porque esa dirigencia que gobernó por décadas al país, disoció el bienestar de la gente, los fines de la política, de los fines económicos y los valores sociales. Causa sorpresa porque para ellos la democracia,  como la libertad, poco tiene que ver con medidas para que haya más justicia, igualdad y equidad de oportunidades. Entonces, no se sabe qué es lo que quieren decir con democracia y libertad. Ni siquiera se apegan a los valores clásicos o contemporáneos del pensamiento liberal. Desconectar la democracia y la libertad de la cuestión social es vaciar de contenidos esos preceptos modernos. Quizás piensan que la democracia es el libre ejercicio de las fuerzas de un mercado sin control y libertad en que cada persona —ni siquiera ciudadano— consuma, teniendo o no recursos, lo que el mercado pone en las perchas. Esa disociación es muy peligrosa porque es la que implementó el neoliberalismo: democracia y libertad para las élites y desigualdad, inequidad e injusticia para las mayorías. Esa disociación es la que llevó a que el Ecuador sea ingobernable durante largas décadas, mientras los grupos de poder económico se enriquecían. De esos mismos criterios brotó la nueva derecha bancaria con su ideologismo del “cambio” que, en el caso más palpable, se lo vive en Quito, donde una alcaldía que promocionó el cambio, ha llevado a la capital a vivir en las peores condiciones desde el retorno de la democracia. La derecha bancaria es hija de esa derecha tradicional, y que en las recientes elecciones no pudo cometer el parricidio que esperaba. La derecha en el Ecuador no ha logrado cultivarse ni política ni culturalmente. Tenemos una derecha con baja cultura política, muy mercantil, que no refiere a ningún valor de lo nacional; máximo logra establecer dos que tres tesis en lo local, desde su encierro. No ha podido salir de su endogamia y se ve prisionera a depender de aventuras populistas demasiado peligrosas, como las de la banca. Sin duda que no puede haber democracia, ni libertad si estas no se construyen con mayor redistribución de la riqueza y mayor reconocimiento. La libertad individual, como la democracia, proviene de la construcción colectiva de lo popular, de lo nacional. Tiene un cimiento en los valores de lo colectivo y su acción colectiva. Y el rol del Estado queda claro en cuanto se lo requiere para forzar el cambio en las relaciones de poder, en beneficio del bien común. Precisamente lo que la derecha no logra entender. Sus propios votantes locales no los aceptan para dirigir el país. La mayoría votó por el diálogo, votó por la continuidad con ajustes, con cambios urgentes. La mayoría votó por el diálogo, no votó por la violencia en las calles. Los electores han dado una suprema lección de democracia, de libertad pero sobre todo que “lo social”, no es un tema secundario, sino la razón social de una democracia del siglo XXI. (O)

 

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