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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

Guerra avisada...

26 de septiembre de 2016 - 00:00

Cada día que pasa evidencia que la campaña electoral se ha destapado. Emperifollados de discursos y odios, los sectores de la derecha y de la izquierda -dizque radical- no descansan de acusar al correísmo de todo lo que se les ocurre de día o de noche. Incluso desempolvan esas viejas presunciones psíquicas de analizar la personalidad (individual o colectiva) de los políticos y el pueblo para culparles de locura, aborregamiento, idiotez o cualquier desaguisado que contradiga la diáfana racionalidad de quienes sí piensan al pueblo, pero no lo dejan pensar por sí mismo, porque lo consideran un abstracto al que hay que amar de lejos y cuidar de los cucos que andan debajo y encima de sus casas.

Todo apunta a que la estrategia diversificada en varios frentes será al estilo terrorista. Bombas y falacias en cualquier esquina, especulación de cosas, chismes y precios, embustes y morbo por doquier, en fin, las frutas han empezado a moverse y las que están podridas pronto se lanzarán contra los rostros de los desprevenidos y los inocentones que creen que la política se reduce a lo perversa que es la derecha y a lo piadosa que es la izquierda. Pura fe.

Incluso, en medio del caos, un periodista hoy se da el lujo de elogiar a Pinochet y un corriente analista de temas políticos se arroga la función de pedirle un certificado médico a Lenín Moreno. Una especie de ansiedad electoral ha agarrado a un buen grupo de gentes interesadas en su destino político y económico y no desperdician ocasión para intentar asustar a quienes deben decidir el futuro del Ecuador en febrero del próximo año.

Pero las aguas se irán aclarando y pronto sabremos de qué color es el corazoncito de algunos. Lo más lamentable es que, nuevamente, para dividir las opciones políticas, se están marcando nombres de acuerdo a su lugar regional, mientras disparan insultos a determinadas figuras por haber tenido la suerte o la desgracia de haber nacido en la capital, en el puerto principal o en el barrio de cualquier distrito. Otra vez desechando la idea de país y reviviendo el regionalismo que esconde intereses concretos y no el imperativo de un proyecto unificador y derivado de la virtud nacional.

Por lo visto, resucitar viejas conductas electorales es la única muestra de creatividad que lucen los sectores opuestos a diez años de trabajo y esfuerzos por consolidar la democratización del Estado. Viejas conductas que nos hacen ver cómo será el Ecuador si la fórmula centro-derecha o centro-izquierda vuelve a tomar las riendas de la administración del gobierno y le apuestan a reformar/aniquilar la Constitución de Montecristi.

Dicen que guerra avisada no mata gente. Pero tendremos que ver más en estos meses para saber que la paz también cuesta mucho. Una paz que solo se puede ganar con la alineación de fuerzas sociales y políticas que ayuden a fortalecer la opción de continuar un proceso que ha cambiado tanto al país. Esa paz no significa ausencia de conflicto o cese de luchas sociales. Es, más bien, la necesidad de definir con quién se lucha y en qué condiciones, y no contra quién se lucha y sin condiciones.
Ojalá la guerra avisada no mate a los alelados y a los triunfalistas. (O)

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