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El Telégrafo
Alfredo Vera

El hombre duro

29 de agosto de 2017 - 00:00

Alguien dijo: “Todos los dedos apuntan a Jorge Glas”, dando a entender que, por eso, es culpable de los delitos con que lo acusan, especialmente los voceros de la derecha oligárquica.

Por maniobras propias de la historia, se sabe que ese sector político se ha acostumbrado a lanzar lodo con ventilador para manchar a quien caiga esa materia terrosa. Que lo acusen no quiere decir que automáticamente sea culpable. Glas ha dicho con firmeza: “A mí que me prueben las acusaciones”.  

No cabe suponer que lo dicho por la derecha sea verdad. Debemos recordar todo lo que ha pasado a lo largo de la historia de la humanidad.

A Jesús lo crucificaron por decir que era hijo de Dios. Al sabio Galileo Galilei lo obligaron a abjurar por decir que la tierra se movía, y a poco de hacerlo exclamó: “Eppur si muove” (¡Y sin embargo, se mueve!). Salvador Allende disparó su última bala para suicidarse y no permitir que  su cadáver lo mancillara Pinochet, el dictador que, a su muerte, le encontraron cuentas bancarias con $ 32 millones. El guerrillero heroico le dijo a su asesino, agente de la CIA: “Apunta bien que vas a matar a un hombre…” ¡Y el ‘Che’ Guevara pasó  a la inmortalidad!

Así, la historia está llena de episodios que resultan contrarios a lo que sus autores, con perversidad, conciben.

Si los que acusan a Glas no tienen certeza de sus presuntas pruebas, que lo piensen bien si no quieren que, como dicen los campesinos: ¡les salga el tiro por la culata!

La derecha internacional, con sus alcahuetes criollos, tienen previsto comerse a Glas, luego de intentar lo propio con Correa y liquidar la Revolución Ciudadana. Facilito, para no tener que aplicar la receta venezolana.

Piensan que el pueblo ecuatoriano va a mirar impasible y cruzado de brazos esos acontecimientos.

Si Glas tuviera pecados cometidos, no estaría dispuesto a enfrentar a los enemigos: es lo que se llama un hombre duro, decidido a encarar a los adversarios.

Hasta hoy su único delito exhibido es tener un tío granuja, como que si Rafael Correa no tuviera un hermano Caín, de similares características.

Su disposición espontánea de enfrentar a sus detractores lo acerca más al espíritu combativo del verdadero pueblo de abajo.

Esas bases populares y muchos analistas internacionales no atinan a comprender cómo fue que la Revolución Ciudadana desembocó en una crisis tan desconcertante.

La corrupción de Odebrecht y similares han desbaratado la moral y la ética en una veintena de países, pero sus pueblos no dejan de luchar por alcanzar la justicia social. Correa conoce bien la historia y sabe cómo a Eloy Alfaro lo quemaron en una ‘hoguera bárbara’ y no puede permitir que el pasado se repita.

Con ellos hay que estar, y por eso hay que fortalecer y apoyar a los hombres duros. (O)

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