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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

El ELN en diálogos de paz: novedades

21 de febrero de 2017 - 00:00

Por fin, el pasado 7 de febrero se dio término a años de contactos secretos exploratorios entre el Gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional, y se instaló la Mesa Pública de Diálogos de Paz en la hacienda Cashapamba de la Compañía de Jesús, en el Valle de los Chillos, al sur de Quito, donde por 45 días conversarán las dos delegaciones, en un entorno apacible que llama a la reflexión.

Previamente se había acordado la agenda con un primer punto estratégico, en el que el ELN insistió: la participación de la sociedad en los diálogos. En la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito, se estableció  un escenario participativo. En su discurso, el comandante Beltrán reiteró lo que había dicho antes en el acto de instalación de los diálogos: “Creemos que lo inmediato que puede aportar esta mesa son unos cambios básicos urgentes, no es el socialismo, no es poner a Colombia patas arriba. No. Son cambios básicos urgentes, pero así sean mínimos, hay que pelearlos”. En la instalación de los diálogos fue más enfático: “No venimos a estas conversaciones a pedir una revolución por decreto”.

El futuro dependerá del empoderamiento popular, de su participación. Con sus aportes se visibilizarán graves  necesidades básicas insatisfechas del pueblo, que requieren cambios básicos urgentes, que no se están dando  con la democracia representativa. La justicia no es para un futuro nebuloso.

A este propósito, no parece adecuada la denominación ‘diálogos de paz’ sin la calificación ‘con justicia social’. Queda la impresión de que el objetivo fuera solo superar un conflicto armado, que se resuelve con la dejación de las armas y el compromiso de los guerrilleros de continuar su lucha a través de la palabra, desechando la  violencia armada. Paz parcial, mientras el Gobierno no asuma en firme la causa del pueblo. Al contrario, parece más un despeje de territorios en beneficio de multinacionales y terratenientes. De hecho, se denuncia: “Estamos perdiendo miles de hectáreas de Amazonía cada día desde que la guerrilla se retiró de sus territorios”.

Como parte de la complejidad de los diálogos de paz valdría reflexionar sobre la violencia estatal, que en los años 60 fue el detonante del proceso guerrillero. Me consta que  Camilo tomó la decisión de ingresar al ELN cuando perdió toda credibilidad en la Comisión de la Reforma Agraria, donde participaba en representación de la Iglesia. Había comprobado cómo la oligarquía latifundista, representada en su seno, no estaba dispuesta a ceder y usaba medidas dilatorias. En el ejercicio de su cargo y como sociólogo investigador, Camilo visitó muchas regiones del país y pudo ver de cerca la situación del campesinado, y sentir la urgencia de hacer algo radical, en vez de quedarse resignado a la espera de los cambios de las élites, más allá de dejar caer migajas de su mesa.

Los debates tienen que conducir a un cambio de todos, no solo de las guerrillas, y a buscar una paz sustentable, que incida en el futuro de Colombia y de la región, producto de la justicia social. (O)

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