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El Telégrafo
Alfredo Vera

Danza de millones

16 de mayo de 2017 - 00:00

Provoca verdadera desolación constatar cómo se festinan universalmente los fondos públicos, que deberían servir para mitigar las carencias humanas en materias esenciales, como la educación, la salud, la recreación, el transporte y todo aquello que constituye lo importante para el desarrollo armónico de las colectividades, con la conciencia de que a los que menos tienen hay que proporcionarles mayor dedicación.

En forma universal aparecen, con frecuencia alarmante, empresarios con habilidad e iniciativas para hacer inversiones de cuantiosas fortunas en atractivos proyectos, para extraerles utilidades exorbitantes, que las comparten con los funcionarios estatales que deben asumir las responsabilidades del gasto público. Así es como aconteció con las fortunas del fútbol que manejó la entidad internacional de ese deporte; al mundo entero estremeció el FIFAGate.

Ahora le tocó el turno a una fabulosa y próspera constructora del Brasil, Odebrecht, que regó sus millones mal habidos por todos los confines del mundo.

Pícara hasta decir ¡basta!

Odebrecht ha repartido dólares a los bolsillos de los funcionarios responsables de las contrataciones públicas con desprecio absoluto a las normas del pudor y la vergüenza, como suele decirse: ¡sin Dios ni ley! Ha carcomido la ética de casi todos los gobiernos de los países donde ha operado, sin el menor rubor y con total desprecio a la vindicta pública.

Ecuador no podía quedarse fuera de esta descomunal corrupción. Al igual que en restantes lares, nuestro país engrosó la lista de corruptos, sin pudor alguno.

Expertos en el libertinaje financiero aprovecharon la oportunidad para entrar en la danza de millonarios repartos. Había en nuestro suelo elementos especializados en ese tipo de manipulaciones, que no tardaron en convertirse en intermediarios del festín de esas cuantiosas fortunas.

La justicia tarda, pero al final llega y la propia corruptora brasilera se encargó de hacer públicas las maniobras financieras cometidas por intermediarios inescrupulosos e insaciables cómplices.

Hoy, al final del período precedente, ya se hizo el escándalo presumible. Esta vez los autores y beneficiarios de las maquinaciones no alcanzaron a poner afuera sus manos del enredijo y ya empezaron a caer en manos de la justicia. Se ha dicho que los gobernantes deben dormir con un ojo abierto, si no quieren caer enredados en esos contubernios que tanto daño hacen a las colectividades.

La justicia debe caer encima de todos estos delincuentes, si es que quieren mantener las manos limpias.

El presidente Rafael Correa cumplirá su mandato habiendo mostrado sus manos transparentes. La primera víctima de esa severidad fue su propio hermano, a quien bauticé como ‘Caín’, cuando se hizo el escándalo de los contratos turbios.

Con mayor razón, la aplicación de su severa conducta no daría tregua ni perdón a otros malandrines que a lo largo de estos años fueron apareciendo. Nuestra historia, por desgracia, está llena de ejemplos de esta naturaleza.

Es de esperar que esta experiencia sirva de lección ejemplar para el futuro de nuestra patria; el nuevo presidente también deberá dormir con un ojo abierto. Los corazones ardientes deben seguir latiendo al mismo ritmo, para la tranquilidad ciudadana. (O)

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