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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Caravana de la Inmortalidad

02 de diciembre de 2016 - 00:00

El 31 de diciembre de 1958, en la ciudad de Washington, cuando la tiranía de Batista se desmoronaba, el Departamento de Estado y la CIA calificaban al Movimiento 26 de Julio como “una organización carente de responsabilidad y de habilidad necesarias para gobernar a Cuba”. La maniobra para impedir el triunfo de las fuerzas revolucionarias y del pueblo de Cuba se había preparado conjuntamente entre el Gobierno estadounidense y la cúpula militar de la dictadura batistiana. Para cumplir con este objetivo, contaban con la plena colaboración del general Eulogio Cantillo. Este militar oportunista sostuvo una reunión con Fidel, el 28 de diciembre de 1958, en un antiguo ingenio azucarero de Palma Soriano; allí Cantillo se comprometió -ante el Jefe del Ejército Rebelde- a no planificar y ejecutar una asonada militar que tratara de impedir el inminente triunfo de la Revolución; y, además, no tomaría contacto con la embajada estadounidense para tal fin.

Cantillo traicionó su palabra; en efecto, acompañó al sargento Batista hasta el avión en que fugó de la isla y se puso de acuerdo con la embajada estadounidense para impedir la victoria popular. Al enterarse de estos acontecimientos, Fidel actuó con esa combinación que siempre le acompañó: valentía y talento. Eulogio Cantillo, desde La Habana, insistía reiteradamente -vía telefónica- en hablar con el jefe revolucionario; sus compañeros de combate le dieron la noticia: “Cantillo ha llamado varias veces y nos dice que quiere hablar contigo”. La respuesta fue contundente: “Yo no estoy loco, ustedes no se dan cuenta de que los locos son los únicos que hablan de cosas inexistentes; Cantillo no es el Jefe del Estado Mayor del Ejército; por lo tanto, yo no hablaré con él. ¡Todo el poder es para la Revolución!”. Decisiones de esta naturaleza aseguraron el triunfo sobre la tiranía.

Sin embargo, había que contar con el respaldo popular; es así que el héroe del Moncada y de Sierra Maestra decide convocar a una huelga general en todo el país y se inicia, desde Santiago de Cuba, la denominada Caravana de la Libertad, en donde los combatientes reciben un respaldo masivo del pueblo cubano -en todas las ciudades- antes de llegar a la capital. El golpe militar de la oligarquía fue derrotado por la fuerza demoledora de la movilización del pueblo. Fidel recuerda este hecho: “(…) El país se paralizó de un extremo a otro. Las estaciones radiales se enlazaron con Radio Rebelde, transmitiendo las instrucciones del mando revolucionario. A las 72 horas, todas las ciudades habían sido ocupadas, aproximadamente 100.000 armas -cifra a precisar por los historiadores- y todos los equipos militares pesados de aire, mar y tierra estaban en poder del pueblo”.

El 1 de enero de 1959 se iniciaba la marcha triunfal desde Santiago de Cuba hacia La Habana; niños, jóvenes, adultos, ancianos, rindieron tributo a sus héroes del siglo XX.
En estos días las cenizas de Fidel recorren la isla en sentido inverso: La Habana-Santiago de Cuba. Se trata -ni más ni menos- de la Caravana de la Inmortalidad, porque los que viven en el corazón del pueblo no mueren. ¡Hasta siempre, Comandante! (O)

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