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El Telégrafo
Aminta Buenaño

¡Adiós Rafael, bienvenido Lenín!

25 de mayo de 2017 - 00:00

Las despedidas siempre traen recuerdos y nostalgias. Los nacimientos,  expectativas y esperanzas. Han pasado diez años de la Revolución Ciudadana, diez años que parecen cien porque ocurrieron en nuestra patria cambios insospechados, rupturas de paradigmas, confrontaciones, cambios de constitución y de leyes, y un hecho inusual: un presidente que entró como un outsider, casi un desconocido, se posicionó como el mejor presidente que ha tenido el Ecuador en los últimos tiempos; no solo reconocido por sus ciudadanos, sino por el mundo entero y por organizaciones internacionales relevantes como la OEA y la ONU; por universidades de 15 países que otorgándole el doctorado Honoris Causa han destacado su talento y capacidad de gobierno.

Sale Rafael Correa  del gobierno con el mayor porcentaje de popularidad que haya tenido ningún presidente del Ecuador, desde que el pequeño país de la línea imaginaria se fundó como República. Es verdad que a su paso sembró enemigos, crecieron opositores y malquerientes como crece la hierba salvaje por los caminos. Pero, ¿es qué acaso se pueden hacer cambios radicales agradando a todos? ¿Se podrá luchar a favor de los más pobres, los marginados, las mujeres y los niños sin que los grupos tradicionalmente privilegiados salten, se encrespen y ataquen como gato panza arriba? No es fácil ser presidente y peor cambiar paradigmas de clase, obligar a tributar a los que nunca tributaron, exigir equidad y justicia en un país en donde el cholo, el montubio, el negro, las empleadas domésticas, las mujeres pobres han vivido permanentemente discriminadas.

Es verdad que todavía falta mucho, pero se han dado los primeros pasos. Se creó el marco constitucional que garantizan los derechos humanos para todos, afiliación al IESS obligatoria, se eliminó la tercerización para los trabajadores, soberanía para nuestro petróleo, y se legisló para que nunca más vuelva a ocurrir el bárbaro genocidio que ensangrentó el alma de nuestros migrantes: el feriado bancario, que obligó a que una generación crezca en las calles añorando a sus padres. Se ha hecho tanto y falta muchísimo más, por ello la sabiduría de nuestro pueblo que eligió para que continúe la magna obra a Lenin Moreno, que desde su silla de ruedas vuela en pos de escribir otra gran página en lo social que garantice que nuestro país salga definitivamente de la pobreza y siga siendo ejemplo de superación en todo el orbe. Eso es algo que ha conseguido la Revolución Ciudadana: aumentar la autoestima, hacernos sentir orgullosos de ser ecuatorianos; de que un pequeño y frágil país como Ecuador se erija ante los Goliat del mundo y reclame sus derechos, con altivez y dignidad, consiguiendo hacerse respetar frente al concierto de las naciones. Dejando de lado la histórica actitud del vasallo servil o del amigo incondicional de los poderosos.

Cuántas veces no hemos visto en las calles del mundo aplaudir a Rafael Correa a su paso y desear tener un presidente como aquel. Cuántas veces no nos han felicitado por los programas a favor de los discapacitados que son un ejemplo ante el mundo y que lidera nuestro actual presidente electo.

El Ecuador está conformado mayoritariamente por mujeres; sin embargo, antes del 2007 nuestra representación política era ínfima y las mujeres, supeditadas a la Ley de Cuotas, teníamos que pelear todos los años, con dientes y uñas, estos derechos, mezquinados y boicoteados por los partidos tradicionales.  Es con la Asamblea Constituyente que las ecuatorianas pudimos garantizar nuestros derechos políticos y sociales en equidad e igualdad con los varones. Este solo hecho debería hacer reflexionar a muchas mujeres políticas opositoras que no podrían hoy ocupar sus curules ni hacer escuchar su voz, sino fuera por las políticas de género implementadas por ese gobierno que denuestan.

¡Hay tanto qué decir y tanto por hacer! Cuando pase el tiempo, “ese gran escultor,” como decía la Yourcenar y ponga las cosas en su sitio, todo se volverá más claro y límpido y reconoceremos el gran tiempo que nos tocó vivir y el nuevo por nacer que viene preñado de expectativas, proyectos y esperanzas garantizados por la voluntad firme de Lenin de seguir avanzando y creciendo en lo humano y en lo social. ¡Pues eso somos y para eso venimos al mundo! (O)

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