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Una muestra que recuerda que "lo esencial es invisible a los ojos"

Con entusiasmo, un grupo de no videntes pasa sus manos sobre las obras de la exposición de Arreaga.
Con entusiasmo, un grupo de no videntes pasa sus manos sobre las obras de la exposición de Arreaga.
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
19 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

Juan Carlos Gómez se apartó de la luz por una retinopatía diabética en 2004. Hoy tiene 49 años y es uno de los tantos comerciantes que labora en la avenida 9 de Octubre vendiendo confites. Cualquiera podría pensar que el arte no se cuenta entre sus aficiones, pero él se ofende con la duda.

“No porque uno ande así, vestido sencillo y con un bastón, significa que no le guste la cultura. Desde chico me gustó el arte y hasta pensé entrar a Bellas Artes porque sabía dibujar, pero usted sabe, nunca es lo que uno quiere”.

Ahora está allí, ‘leyendo’ con sus manos Anfibios del Yasuní, una de las 19 obras expuestas por Eduardo ‘Lalinchi’ Arreaga Burgos (Lalinchi por Lalo y Lalo por Eduardo) en la muestra El arte  de tocar, en la Sala de Usos Múltiples del museo Nahim Isaías.

Desde 2003 -cuenta el artista, nacido en Guayaquil hace 43 años- había querido exponer sus obras para personas con discapacidad visual, pero una serie de contratiempos (trámites notariales) se lo impidió. En 2016 se repitió la frustración, pero este año un grupo de no videntes le pidió que lo ayudara a celebrar el Día Mundial del Braille, que se recuerda cada 4 de enero.

“Quedé en darles una respuesta porque no se me ocurría nada en ese momento. Así que después de unos días comencé a indagarles a  ellos mismos sobre qué era lo que les gustaría tocar o saber; me dijeron que querían saber cómo son las estrellas, la Luna, el Sol, los planetas, los animales. Era como cuando un niño quiere comerse el mundo, así que decidí realizar y plasmar un extracto de obras en la técnica de escultopintura en alto relieve texturadas en MDF (fibra de madera), yeso, acero, cemento, madera, PVC, con óleo y acrílico. Cada obra tiene su título y sus detalles en  lectoescritura braille”.

Arreaga está convencido de que los no videntes tienen otra perspectiva, tienen una mente abierta para el mundo. “Como en una ocasión me lo supieron decir: ellos no esperan que el mundo se integre a ellos, más bien ellos tienen que integrarse al mundo”.

Luego de -según su objetivo- “plasmar las fugaces variaciones de la realidad y de la energía que nos rodea”, ‘Lalinchi’ quiere que su exposición se vuelva itinerante y llegue a más personas no videntes de otros cantones y provincias.

Entre sus principales exposiciones están Energía oculta en el sistema nervioso, en el Museo Municipal de Guayaquil, 2003; Nuestro Ecuador bello y enigmático, en el Parque Nacional Galápagos, San Cristóbal, 2009; y Un mundo sin muros, en la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, 2010.

‘Viendo’ con las manos

Para el quiteño Darío Ramos, poeta y pintor no vidente, “el concepto háptico -del griego hapto, tocar, relativo al tacto- en el arte ha permitido profundizar los conocimientos acerca de la visión y el saber humanos y ha aportado a la educación de las personas ciegas, desplegando sus potencialidades para la creación artística”.

Mediante el uso de los dedos -explica Ramos- todas las personas experimentan la parte táctil (superficie) y la háptica (forma).

“La idea háptica se alcanza por la aportación de dos propiedades sensoriales, la cinestesia y el tacto. La primera da información sobre la conducta corporal en el espacio, las relaciones entre las fuerzas psicológicas y físicas, mientras que la segunda lo que hace es comunicar la forma y el aspecto de las cosas”, afirma Ramos, autor del poemario En el braille de tu piel, escrito para personas con discapacidad visual. (I)

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