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El Telégrafo
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Entrevista / Stéphane Chaumet / Poeta, novelista, editor, traductor y cronista

"La literatura hace lo que le da la gana; no tiene obligaciones"

"La literatura hace lo que le da la gana; no tiene obligaciones"
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
17 de noviembre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

El escritor francés Stéphane Chaumet (Dunkerque, 1971) vive desde hace tres meses en Bogotá, Colombia, donde trabaja en un proyecto de escritura ligada a las cárceles de ese país. Paralelamente, junto con una amiga, recopila cartas que se han producido sobre el conflicto armado. Ese ha sido, mayormente, el itinerario de Chaumet cuando llega a tierra extranjera: mirar de frente la realidad y nombrarla.

De su paso por países de Europa, América Latina, Medio Oriente y Asia ha escrito, por ejemplo, Même pour ne pas vaincre (Aun para no vencer, 2011), novela que se ubica en la Guerra de Argelia; o  Au bonheur des voiles (El paraíso de los velos, 2013), crónicas sobre Siria.

Chaumet, quien además es poeta y editor, llegó a Quito el anterior viernes para participar en la Feria del Libro, donde dictó un taller de traducción poética en la Universidad San Francisco. Ahora está en Guayaquil, como invitado a la V edición de Desembarco Poético.

¿Cuánto de fidelidad e interpretación hay a la hora de traducir? ¿Tiene algún método?

Ninguna teoría sobre traducción, al momento de traducir un poema,  sirve. Tú estás frente a algo (el poema) donde la teoría no funciona y pienso que hay una parte de intuición en el hecho de traducir. No creo en este cliché de que traducir es traicionar. Sin embargo,  siempre hay una pérdida. Beckett decía sobre su escritura que hay que fracasar mejor, y en la traducción es lo mismo: fracasar de la mejor manera posible.

Traducir es una forma de recreación. Por suerte yo solo traduzco a poetas que están vivos, y lo interesante es eso, el encuentro humano con el poeta.

¿Cuál es su nivel de comodidad frente al español cuando traduce?

Cada lengua tiene su riqueza y sus limitaciones. A veces hay una riqueza semántica en el español que no está en el francés, pero en la traducción lo compenso en otras partes del poema. Nunca tomé clases de español, aprendí el idioma en América Latina, en la calle, traduciendo poemas, con amigos latinos, pero también viví en Madrid.

Sin embargo, siento que el español de España no es el mío, lo percibo lejano.

¿Cuál ha sido su nivel de identificación con la literatura hispanoamericana? ¿Tiene lecturas de cabecera?

En cada etapa de tu vida tienes distintos escritores que te acompañan. Cuando empecé a descubrir la literatura de América Latina fue en francés, y claro, lo que llegaba a Francia era, sobre todo, la literatura del boom, entonces me acerqué a escritores como Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Alejo Carpentier o Gabriel García Márquez. Después, cuando empecé a leer en español, leía mucho más poesía y siempre me han gustado César Vallejo o Enrique Lihn.

¿Cuán determinantes han sido los viajes para moldear su escritura?

No tengo realmente la sensación de viajar, más bien voy a un lugar y me quedo dos, tres, seis meses o un año. No lo decido antes. Y desde el lugar, desde los encuentros puede nacer algo de escritura, pero no vengo con un proyecto previsto. Viví en Siria, por ejemplo, y no fui allá para escribir un libro, pero cuando me enfrenté a la realidad de este país, tan compleja, tuve la necesidad de escribir para entender lo que estaba viviendo y también para contar las historias que vi.

De los lugares donde ha estado, hay una fijación suya por narrar la violencia...

Sin que sea directamente consiente, el tema de la violencia me interesa, o más bien las consecuencias de la guerra sobre el ser humano, como lo que narra mi novela sobre la guerra de Argelia, que no es un libro histórico.

Lo que me interesa es cómo se trasmite un trauma a través del silencio en una sociedad, en una familia, en una comunidad.

¿Siente que la literatura tiene una suerte de obligación por contar esas historias que quedan por fuera de la narrativa oficial?

La literatura hace lo que le da la gana, no hay obligación, no es una tarea que debe hacer el escritor. Pero cada uno siente una necesidad distinta porque también el tema de la guerra estaba ligado a mi familia, a un tío mío. Tú sientes una necesidad por confrontar ciertas cosas, pero no es una obligación. Una de las posibilidades de la literatura es confrontar las páginas sucias, ocultas de un país, de su historia. Pienso que la literatura no pretende alcanzar, a través del lenguaje, una forma de verdad, pero siempre lo que te está contando es verdadero, su lenguaje es verdadero. La literatura evita el maniqueísmo, la manipulación que encontramos en el lenguaje de los periodistas o de los políticos.

Como poeta y novelista, ¿cree que hay menos lectores de poesía que de narrativa?

Los poetas siempre se quejan de que no se lee mucha poesía y eso es verdad, porque si tú ves las cifras del mercado de ventas de libros de poesía son casi inexistentes.

Pero también la marginalidad de la poesía es una suerte; creo que es el único género que todavía el capitalismo no ha capturado porque en la narrativa hay puro mercado. Claro que hay obras buenas de literatura que escapan de eso, pero de todas maneras también es un mercado. Hoy el libro se volvió una industria y la poesía es como el único género que todavía está aparte, que el capitalismo no se ha comido del todo.

¿Le es fácil transitar de la novela a la poesía?

El género se impone solo, es decir, todo lo que escribí en la novela de Argelia no veo cómo puedo pasarlo  a la poesía. Para mí escribir debe ser una necesidad. En la novela tienes la misma exigencia frente al trabajo que haces en la poesía. La novela, sin embargo, tiene una mayor amplitud; mientras que en la poesía, tal vez, vas a buscar algo más conciso, esencial. La poesía tiene algo de misterio, es un proceso en el que cada persona que escribe va a sentir una cosa un poco turbia que le viene desde adentro. Te viene una imagen, un verso, que nace de adentro, provocado por el exterior. Para escribir poesía tienes que estar con una disponibilidad interior. (I)

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