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Clarinete de Amalia Del Giudice trajo 5 Esquinas porteñas a Quito

La famosa clarinetista bonaerense integra el Quinteto de vientos de la Universidad Nacional de La Plata y la Orquesta Estable de Teatro argentino de la Plata.
La famosa clarinetista bonaerense integra el Quinteto de vientos de la Universidad Nacional de La Plata y la Orquesta Estable de Teatro argentino de la Plata.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
23 de septiembre de 2017 - 00:00 - Redacción Cultura

La clarinetista guarda el instrumento en su estuche. Es un acto que repitió durante 24 años tras los bastidores de donde se presentaba la Banda Sinfónica de la ciudad de Buenos Aires, de la que fue solista durante ese periodo. Amalia Del Giudice ha terminado un ensayo de dos horas y, allí, cerca del camerino del centenario Teatro Nacional Sucre, está el compositor Fernando Lerman, quien compuso la obra ‘Cinco esquinas porteñas’ que estrenaron esta semana en Ecuador.

Del Giudice también es docente y dice que hay tantos métodos de enseñanza como alumnos. La base son los procesos —alemanes y norteamericanos principalmente— que se han escrito pero el desarrollo depende de cada aprendiz. “En la interpretación, pueden haber defectos”, dice la música argentina, “no solo se trabaja en lo técnico, también en lo musical”.

Las luces frente a un espejo del camerino están apagadas y la instrumentista recuerda que el Proyecto de Orquestas infanto-juveniles, en la provincia de Buenos Aires y el interior de Argentina, se asemeja al sistema aplicado en Venezuela, de donde han surgido músicos de carrera, no solo aficionados, porque tomar un instrumento es algo que requiere un aprendizaje que toma una vida. El programa lleva 18 años formando músicos en Argentina.

“Es importante todo lo que se aprende tocando en una orquesta”, dice Del Giudice, “no solo musicalmente, sino en lo humano”. La batería, recuerda, llama la atención de los aprendices, que asumen la complejidad de la percusión cuando los maestros les dicen que cada instrumento es necesario, más en una orquesta. Entonces hay quienes ven que la versatilidad del violín da lugar a otros solistas, muy virtuosos.

“Los instrumentos, sobre todo de cuerda, están adaptados para los más chicos, por eso uno que mida un metro puede tomar un contrabajo”. Amalia explica que los interesados en el proyecto eligen tres instrumentos al llegar y los jerarquizan de acuerdo con sus preferencias. “Se quedan con el que más les gusta, con el que más satisfacciones les da”.

En el programa bonaerense hay estudiantes cuyas edades van de los 8 a los 20 años. Amalia —quien integra la Orquesta Estable de Teatro argentino de La Plata— empezó a estudiar música a los seis y a los 12 escuchó a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón de esa ciudad, porque sus padres tenían abonos de 20 recitales anuales. Fue entonces cuando el instrumento la cautivó, cuenta, y a los 14 se había decidido: “el clarinete era, desde ahí, el instrumento que elegí para hacer mi vida musical”.

‘Cinco esquinas porteñas’

La pieza para clarinete y piano tiene cinco números, cada uno representa un ritmo distinto, representativo de Buenos Aires. Amalia Del Giudice eligió la obra para presentarla en Ecuador, durante su visita.

Fernando Lerman es el compositor. La música empieza recorriendo un hospital, con las crisis que provocan las enfermedades y la esperanza de los nacimientos. La segunda parte es una habanera (antecedente de la milonga y el tango) que representa al barrio Caballito norte (también llamado Villa Mitre o La Paternal). Luego resuena el Conservatorio de música, la actual Universidad Nacional de Arte, en la que Lerman es profesor de saxofón (este número incluye una fuga doble, dos temas que coquetean con el tango). El cuarto es una chacarera que rememora el folclor que enseñaba el padre del compositor. Y, para terminar, está el rock, la música urbana que representa el tránsito en una esquina de la cual es visible el Obelisco.

El territorio del clarinete

“La chacarera se parece al albazo”, dice Fernando Lerman, como una forma de explicar que en la región hay ritmos que se asemejan de tal forma que las distancias que separan a sus enclaves resultan inverosímiles. “Hay muy buena música para clarinete en todas partes del mundo”, insiste.

El clarinete clásico empezó a escucharse en el siglo XVII. Y, para la primera mitad del XX, su desarrollo mayor se dio con el jazz, el género del que es casi inseparable, aunque sus tesituras acompañan bien al blues y al rock melódico. El barroquismo musical del siglo XVIII hizo que le añadieran piezas, como llaves, que llegaron a 17 en total.

Del Giudice cuenta que los lutiers que reparan clarinetes están en algunas partes de Buenos Aires, pero los fabricantes son más difíciles de encontrar. Luis Rossi, por ejemplo, es un argentino que reside en Chile y de quien varios maestros ecuatorianos usan sus instrumentos.

El disco Cinco esquinas porteñas y otras músicas con clarinete reúne una notable muestra de esto. (F)

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