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El Telégrafo
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El 30 de septiembre en boca de la gente

El 30 de septiembre en boca de la gente
29 de septiembre de 2012 - 00:00

A dos años de la revuelta policial del 30 de septiembre de 2010, Campo Elías Aguilar todavía no se explica la velocidad con que se propagó el caos en las ciudades, sobre todo, los hechos delictivos que se produjeron tras el retiro de la vigilancia policial en las calles. Aguilar dice que aquello no es normal y se atreve a insinuar la existencia de “una acción coordinada” para agravar la situación.

El docente, de 50 años, recuerda que se enteró de los sucesos a través de las noticias  la mañana de aquel día. Intrigado salió a recorrer la ciudad y comprobó que reinaba el desorden. “No se respetaban semáforos, nada”, dice. Relata que notó que ante la situación, cuando los escasos policías presentes en las calles pasaban en motos, las personas empezaban a insultarlos.

Alrededor de las 19:00 llevó a su familia a las inmediaciones del Hospital de la Policía, donde estaba retenido el Presidente de la República. Allí se unieron a centenares de personas que, como ellos, exigían el respeto al orden democrático.

Afirma que cuando el comando militar y policial que rescató al Jefe de Estado llegó para ejecutar la acción fueron vitoreados por los manifestantes. Un detalle no se borra de su mente: el sonido que producían los rescatadores cuando subían por la avenida Mariana de Jesús “al golpear los toletes contra sus escudos”. Dice que parecía como si se escucharan “los pasos de un gigante acercándose”. Tras ello la gente retrocedió hacia la avenida América y posteriormente se dispersó.

A modo de balance, Aguilar sostiene que hay que cuidar que hechos como los del 30-S no se repitan y que hay que fortalecer los procesos democráticos. Al mismo tiempo que afirma que el país está “dando pasos gigantescos hacia adelante” y que aquello es innegable.

María Augusta Rodríguez, asesora comercial de 23 años y habitante del barrio La Granja, cercano al lugar de los hechos, comenta que no estuvo en su casa en la mañana, pero que en las calles la gente se mostraba sobresaltada. “Los celulares no funcionaban”, rememora.

Dice que se refugió en su domicilio, junto con una hermana, por pedido de sus familiares y que su principal temor no eran las manifestaciones, sino el nivel de inseguridad que había ante la ausencia policial. El proceso de rescate del presidente Correa lo vio por televisión, junto a su familia, aunque por la cercanía fue inevitable no escuchar los disparos. Y concluye que la gente no debe olvidar ese día y, al contrario, permanecer alerta para que no se repita.

Uno de los fotoperiodistas que siguió de cerca el suceso considera que aquel día los policías “se dejaron llevar” por sus compañeros de más alto rango. “Primero les pedían que se sumen a la revuelta y luego les explicaban vagamente los motivos”, recuerda. Se siente orgulloso de haber sido testigo de un acto histórico y como ciudadano reflexiona: “El Ecuador es otro después del 30-S y habrá quienes piensen  dos veces antes de intentar romper el orden constitucional. La gente debe saber que el voto es la manera de protestar”.

Carlos Torres, presidente de la FEUE, asegura que la jornada violenta del 30-S dejó varias lecciones: que el país no   tolerará jamás la imposición de un gobierno a través de la fuerza, por encima de la voluntad del pueblo; que es   necesaria la organización social y que la corresponsabilidad de los ciudadanos es defender la democracia.

Vías bloqueadas y disturbios se registraron en varios sectores de Guayaquil por parte de los uniformados

A las 08:30, los alrededores del emblemático cuartel Modelo de la Policía, en la Av. de las Américas, fueron sitiados por un numeroso grupo de uniformados que se rehusaba a patrullar en reclamo de bonificaciones y privilegios salariales.

Horas más tarde, la situación era similar en el Puente de la Unidad Nacional y en las inmediaciones de Los Esteros, al sur de la urbe, donde varios uniformados, apoyados por vigilantes de la Comisión de Tránsito, bloquearon las vías y protagonizaron disturbios. El aeropuerto José Joaquín de Olmedo cerró hasta pasadas las 15:00, ya que la Policía de Migración suspendió sus actividades.

Manabí y El Oro fueron blanco del hampa, que aprovechó el estado de indefensión de la ciudadanía

El entonces comandante del IV Distrito de Policía, Juan Ruales, 24 horas después de la revuelta, informó que en la jurisdicción a su cargo fueron detenidas 48 personas en diferentes hechos delictivos.

El oficial indicó que dentro de los aprehendidos había dos  bandas delictivas que fueron sorprendidas en delito flagrante cuando asaltaban un centro comercial en la ciudad de Portoviejo (Manabí), mientras que otra intentaba  robar en una entidad bancaria en Machala (El Oro). Además, mercancía valorada en más de 200 mil dólares, que fue robada durante los actos vandálicos fue recuperada por los agentes.

Policías, junto con civiles de las provincias de Tungurahua y Cotopaxi, protagonizan manifestaciones

En Tungurahua la tónica fue igual que en el resto del país. Alrededor de las 10:00, los gendarmes se reunieron en el cuartel de Policía y luego se dirigieron a la Av. Atahualpa para protestar. Allí, el jefe de la Policía Judicial de la provincia, Marcelo Armijos, manifestó la inconformidad por retirarles los beneficios que habían conseguido para el bienestar de sus familias.

Mientras que cerca de mil personas llegaban a la Gobernación de Cotopaxi para tumbar la puerta y tomarse el edificio, como apoyo a la Policía Nacional. Varios dirigentes de los movimientos indígenas convocaron a una asamblea extraordinaria  para respaldar también a los uniformados.

El estado de excepción fue una resolución oportuna que contribuyó a recobrar el orden social

Como a las 14:00 del 30 de septiembre, el presidente Rafael Correa, mediante decreto ejecutivo, dispuso el estado de excepción en el territorio por 5 días, con el objetivo de garantizar el orden interno en el país.

Para Jorge Gross, quien en esa fecha era comandante de la Fuerza Tarea Conjunta Nº 2, esa fue una decisión acertada, puesto que, según dijo, la rebelión pudo tener consecuencias más trágicas que las registradas. "Quedamos a pocos minutos de enfrentarnos y de derramar mucha sangre", indicó Gross, en razón de que los policías  abandonaron sus funciones y esto habría generado una conmoción interna.

 

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