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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

¿Quién tuvo la culpa del desastre?

28 de septiembre de 2017 - 00:00

Los ingleses, en general, no presentan sobrepeso. Esto tiene origen en el lejano año de 1666, y es obra, en buena parte, del Alcalde de Londres, y una panadera.

Una noche, cuando todos dormían, alguna panadera tuvo hambre. Se levantó, encendió el horno y, las chispas empezaron a consumir la madera de una pared. Horrorizada, quiso pedir ayuda, pero las llamas se propagaron más rápido que sus gritos. Enloquecida, en vez de correr a la calle, trepó a lo alto de la casa y, en minutos, murió calcinada.

El fuego, como animal hambriento saltó a las casas vecinas. La brisa hizo que crecieran las llamas y el terror. Enseguida, las viviendas aledañas fueron desalojadas. El fuego saltó a las manzanas siguientes y, de repente, el simple deseo de comer un pan se había convertido en tragedia para miles.

Cuando el Alcalde de la ciudad fue despertado, miró por la ventana y dijo a un grupo de ciudadanos: “Tranquilos. Ese incendio se apaga con la meada de una mujer.”  Pero la pesadilla no se detuvo. Cuando la gente propuso demoler casas para frenar el fuego, las autoridades se negaron porque no querían pagar los daños.

En medio de la noche iluminada, algunos del populacho se dedicaron a robar, otros a romper cañerías para intentar llevar agua, otros a tumbar casas. Muchos más insultaban al Papa por considerarlo culpable, mientras otros rezaban en grupo pidiendo misericordia a Dios. El Papa, en Roma, no escuchaba los insultos.

El incendio duró 4 días, destruyó más de 13.000 viviendas, puentes, edificios históricos, y dejó en cenizas 87 iglesias y la milenaria Catedral de San Pablo. Más de 80.000 personas quedaron sin hogar.. Está claro que Dios tampoco oyó las plegarias. La ventaja: murieron muchas ratas que no pudieron escapar, y la peste, terror de Londres, bajó de intensidad.

¿Culpables? Señalan al Alcalde, que no hizo lo necesario, y a la panadera, que encendió el fogón. Hoy, en Londres, un monumento recuerda el lugar donde se extinguió el incendio, y advierte que fue consecuencia del pecado de gula de una panadera. Por eso, “gula” es un terrible pecado en la memoria inglesa que hace que los ingleses conserven su peso.

Al final, el chivo expiatorio fue un tal Hubert, relojero loco, que después de ser torturado, insistió en que él había originado el incendio, aunque todos sabían que era inocente. Lo ahorcaron y una multitud enloquecida despedazó su cadáver acusándolo de ser agente del Papa, aunque Hubert era protestante, francés y había abandonado a Francia perseguido por el mismo Papa.

En ajedrez, como en la vida, lo que puede suceder, alguna vez sucederá.

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Izquierda: Figura que recuerda que el incendio fue causado, no por el fuego, sino por el pecado de gula. Derecha: Incendio de Londres, pintura anónima. Abajo: Londres hoy.
Fotos: Internet
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