Ecuador, 16 de Abril de 2024
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El Telégrafo

Especial

El modelo Warintza, minería indígena con visión propia





Warints es una comunidad shuar ubicada sobre una explanada entre dos montañas de la Cordillera del Cóndor, en la provincia de Morona Santiago. En este apacible y parsimonioso lugar de la Amazonía Ecuatoriana la vida ha estado en proceso de cambio durante los tres últimos años. Luego de que los “apaches” pasaran décadas en búsqueda del permiso para encontrar un preciado tesoro, sumergido en el subsuelo del territorio ancestral indígena, sus propietarios aceptaron participar en un acuerdo histórico. Conflictos, engaños, desconfianza y prejuicios marcaron el antecedente de lo que pretende ser el antes y después de la minería en el mundo.

Federico Velásquez estaba en Vancouver (Canadá) cuando la compañía Solaris Resources lo llamó para hacerse cargo de un proyecto con potencial minero en Ecuador. El problema era que entre la compañía y los dirigentes de la comunidad no había buena relación. Los habitantes de Warints habían desalojado a la empresa extranjera, dueña de la concesión, por lo que la exploración estaba suspendida.

“Federico aceptó que los territorios eran propiedad de las nacionalidades indígenas de la zona y nos los devolvió”, cuenta el dirigente shuar Vicente Tsakimp, síndico (máxima autoridad), en ese entonces, de la comunidad. La postura de Warints y Yawi era clara: Solaris devolvía la tierra o no había diálogo. La minera se arriesgó y, como voto de confianza, entregó los terrenos que había recibido del Estado.

Recuperar sus territorios ancestrales y mantener el título comunitario de las tierras fue un triunfo para los pobladores de estas dos comunidades. Las directivas sintieron que se podía confiar en Velásquez y en la minera. Así empezaron a conversar sobre exploración.

Franklin Kuja es un líder de Warints y de instancias superiores dentro de la pirámide dirigencial indígena en la Amazonía. Este hombre de mediana estatura, tez morena y ceño firme, fue testigo de un largo proceso en el que las compañías mineras eran las únicas beneficiadas por la extracción de material en la zona.

La alianza con Lowell parecía la oportunidad ideal para que una comunidad shuar participe directamente en la investigación minera y genere política pública desde las bases.

Además, Kuja estaba consciente de que la Cordillera del Cóndor fue concesionada. La mejor manera para obtener réditos económicos por las labores de extracción en una zona que les pertenece era formar parte del proyecto y así, cuando Lowell venda las acciones para la explotación, la comunidad obtendrá un porcentaje de las ganancias.

En Yawi también se veía con buenos ojos el acercamiento con la minera. Marcelo Wachapa, su síndico, explica que la gente tiene necesidades y les hace falta dinero. El proyecto anticipaba que era posible conseguirlo.



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Dentro de la alianza se creó un directorio conformado por cuatro miembros de Lowell, seis representantes de Warints y seis de Yawi. Cada 15 días se reúnen en una hostería en Macas, capital de Morona Santiago, para analizar y coordinar las acciones en territorio. Luego, los dirigentes retornan a las comunidades y en asamblea socializan lo conversado. Tras una votación se aprueba o no cada punto, previo a su ejecución.

Para llegar a esta instancia de entendimiento hubo tres años de trabajo por parte de la empresa minera para recuperar la confianza de los habitantes shuar. Al principio, la gente no estaba del todo segura de la iniciativa. En las reuniones comentaban sus reparos sobre los visitantes, generalmente en lengua shuar para que no se les entendiera.

Las asambleas para debatir el proyecto no eran sencillas. Algunos socios (integrantes de la comunidad) elevaban la voz y eufóricos acusaban a la minera de mentirles. Muy molestos aseguraban que la selva iba a contaminarse y que serían engañados. “Nos van a desalojar”, era la frase de algunos escépticos, recuerdan testigos.

Lowell incluyó dentro de su equipo a 10 relacionadores comunitarios para trabajar directamente con la población. Sus dos cabezas son Martha Masana, de padre español y madre shuar, y el exsíndico Clemente Tsuink. “Hay momentos que toca ser enérgicos y ahí es cuando más entra Clemente”, explica Martha. Su compañero, al ser socio de la comunidad, tiene derecho a participar con voz y voto en asambleas a las que a ella no se le permite interactuar.

“La gente ha llegado a entender lo que significa el diálogo, al principio solo era un conversatorio, al final no sacas una conclusión. En el diálogo llegas a acuerdos y defines pasos de aquí a adelante”, dice Clemente.

Los moradores de estos poblados indígenas amazónicos han empezado a sentir tranquilidad porque la presencia de la empresa es sinónimo de empleo. Lowell contrata personas de la comunidad para que trabajen como mano de obra en los tres campamentos de perforación, ubicados a más de tres horas de distancia. En total son 105 hombres y mujeres, de Warints y Yawi , que se dedican a esa labor. El salario que perciben por semana laborada es de 220 dólares.

Pero las fuentes de empleo no son la única ganancia. El modelo Warintza también comprende un desarrollo integral y social de las comunidades shuar. Como señala un miembro de la comunidad, la consigna es minería indígena con visión propia.

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En el aspecto cultural, la mujer ha encontrado su empoderamiento. Hace tres años no hablaban en las asambleas, ni se atrevían a pedir la palabra. Sentadas al fondo de la casa comunitaria, susurraban entre ellas. Actualmente expresan su pensamiento, se interesan en aprender y le discuten en público al hombre cuando es necesario.

El desarrollo tecnológico y de calidad de vida se nota con la construcción de un baño comunitario, filtro de agua potable, mayor periodicidad en vuelos de avioneta, Internet y, principalmente, dinamización de la economía. La minera inyectó capital a las comunidades.

Con el dinero hay quienes invierten en comprar productos para montar una tienda o inclusive un karaoke. Adquirir animales para las granjas o importar caballos desde las ciudades para alquilarlos a los geólogos y técnicos que, sin esa ayuda, tendrían que realizar largas caminatas para llegar a las minas. Sin embargo, también están los que “se beben la plata”.

Federico Velásquez y los dirigentes locales coincidieron en que la compañía no debe convertirse en el tío con dinero que compra el cariño con buenos regalos y dádivas. Es así que acordaron un aporte de ambas partes para cubrir los costos de las obras que se necesitan. Por ejemplo, en la construcción del puente sobre el río Warints, el 50% lo pagó Lowell y el porcentaje restante fue reunido entre los miembros de la comunidad.

Hablar de minería en Warints y Yawi es bien aceptado. Ese prejuicio que se tenía por malos antecedentes ha disminuido considerablemente. Sin embargo, tampoco todo es apoyo ciego al proyecto. Hay socios que aún son antimineros y se oponen a la alianza. Esa opinión es respetada dentro de la comunidad.

Los escépticos mantienen su preocupación por el daño ambiental y por el temor de que todo se trate de un engaño. Entre el 4% y 8% de la comunidad está en desacuerdo con el modelo. Su oposición no exime que sean acreedores de los beneficios sociales y económicos que la minera trae consigo al territorio shuar.

Los escalafones más altos de la pirámide indígena tampoco respaldan la iniciativa. Las cabezas de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y del Pueblo Shuar Arutam (PSHA) han denunciado públicamente una manipulación de Lowell hacia las directivas de Warints y Yawi.

Los líderes de las comunidades discrepan con sus representantes gremiales. Al ser los dueños de los terrenos donde se investiga el potencial minero para una eventual extracción, no desecharán la alianza porque la cúpula indígena así lo disponga.

La última palabra sigue en poder de Warints y Yawi. Un mes antes de nuestra visita firmaron el acuerdo para emprender el proyecto de exploración. Si todo resulta bien harán historia porque será la primera vez que entre empresa y comunidades coordinan un proyecto minero. El modelo Warintza ya se escucha en otros países, como en Canada, a donde viajó Kuja para exponerlo en el evento más grande de minería en el mundo.

Eso sí, el dirigente indígena recalca que si este modelo tuviese irregularidades o es contaminante con la selva amazónica, “queda bajo tierra e iremos por otro proyecto de desarrollo digno”. (I)