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Ecuador, 19 de Julio de 2025
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¿Ganar como sea?

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Aunque no lo podamos reconocer fácilmente porque es habitual dejarse llevar por patrones supuestamente establecidos, lo que le da vida a una pasión en realidad es su esencia. Aquella raíz que con sus encantos cautivó almas para que estas se encarguen de aferrar en lo más profundo esa sensación tan linda llegando, incluso, a los ámbitos más recónditos. Recopilando imágenes de mi niñez encuentro en mis retinas relatos cautivantes que con su toque de exquisitez enloquecían a un público que no tenía tanto acceso a los hechos, reposando de esta manera toda su confianza en la imaginación. Reconozco y alabo que aquellas noticias o imágenes engendraron en mí un respeto sublime  por el buen gusto y las formas, recorriendo también la desfachatez y fantasía rigurosamente asemejadas al brío necesario en un juego de contacto como es el fútbol. Aquellos intérpretes saltaban al campo de juego con otras necesidades, diferentes deseos y un mensaje tácito en su inconsciente: brindar un gran espectáculo y generar sonrisas. La sociedad vivía de esa manera, ávida de disfrutar sensaciones diferentes y transitando cambios jamás imaginados en un siglo que estuvo plagado de novedades. Rechazo rotundamente que lo pasado fue mejor, aunque parezca contradictorio a las añoranzas que me genera remontarme a épocas que conocí por videos, pero es inevitable no cuestionarme y poner a consideración de aquellos amantes de este juego tan rico en emociones y lleno de magia que nos atrapa cada día, el hecho de asimilar y preguntar.   ¿Cuándo comenzamos a aceptar que se puede ganar como sea? Crecí con el hechizo de Maradona pasando por la elegancia de Zidane y el encantamiento de Ronaldinho, y fui entendiendo que este juego, con ellos, aún mantenía aquel espíritu amateur en sus pies que, por sobre todo, tenían el poder de irradiar el regodeo que sentían al jugar dentro de una cancha. Y eso se contagiaba en cada espectador que recibía ese gozo en su paladar. El juego era más distendido y menos práctico, más ingenuo y menos físico. Entonces nuevamente me pregunto, ¿en qué instante se perdió la naturaleza y se transformó en un resultado? Los tiempos nos obligan a entender que todo se modifica y evoluciona a la velocidad de las necesidades, siendo este factor determinante en un cosmos que se alimenta de poco romanticismo y que procura constantemente incurrir en lo desconocido. Hoy una pared dentro del área grande es tendencia en las redes sociales, cualidad que Pelé y compañía realizaban naturalmente como método incesante en sus arremetidas a los defensas rivales, disfrutando aquella virtud. Los actuales campeonatos son histéricos, llenos de vehemencia en su accionar y con la guillotina esperando por los flashes que registran con total tranquilidad las cabezas que ruedan como en la antigua Roma. El espectáculo se transformó en un idealismo para los ganadores que, sin darse cuenta, luchan en una burbuja exitista, sumergidos en falsas idolatrías de la cual no quieren salir y menos reconocer si aquel  amor incondicional por la pelota sigue intacto como la primera vez. Es indudable que en el primer mundo futbolero se han percatado de muchos errores y están blindando a este delirio llamado fútbol  tratando de prevenir ciertas situaciones a las que indefectiblemente lo estamos encaminando. Hoy, lamentablemente las órdenes son exclusivamente salir a ganar, buscar los puntos sin importar cómo y, de esa manera, seguir vinculados a un negocio millonario que desvía del camino las intenciones primarias. Todo se puede aceptar, pero el hecho de conocer que vamos por la senda incorrecta y no detenernos al menos un segundo a interpretar dónde quedaron las raíces y que el horizonte nos avizora pérdidas irreparables de un juego que se amamantó de buen gusto, estilo y mucho respeto por las formas, puede llevarnos a estar parados y a punto de derrumbarnos en el borde de un abismo gigante. Entonces, nuevamente me pregunto, ¿por qué nos da lo mismo ganar como sea? (O)

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