Publicidad

Ecuador, 02 de Diciembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Alicia Galárraga

Los frutos del odio

29 de septiembre de 2019

La sentencia en el caso de discriminación de Michael Arce es histórica porque es la primera sentencia de delito de odio en el Ecuador, a pesar de que el Estado ecuatoriano ha sido observado por organismos internacionales desde la década de los ochenta por no haber judicializado los casos de delitos de odio y a pesar de tener vigente un tipo penal desde 1979.

En el juicio contra su instructor, el teniente Fernando Mauricio Encalada, se probó que Michael Arce fue discriminado por ser afrodescendiente y que esta discriminación truncó su carrera: ingresó a la Escuela Militar con beca y estaba perfilándose para llegar a la más alta jerarquía de las FF.AA.

Por el trato humillante que recibió  (que se plasmó en violencia física, psicológica y moral), pidió la baja; “los negros sirven para tropa, pero no valen para oficiales”, le decía constantemente su superior, entre otros vejámenes que le propinó y que incluso le causaron lesiones físicas.

La conducta del teniente Encalada iba dirigida a Michael Arce por ser afroecuatoriano, no por ser Michael Arce. Los delitos de odio, además, constituyen una amenaza de mayor violencia futura hacia otros miembros de un grupo específico, “cuidado vengan más negros a querer ser oficiales de las Fuerzas Armadas, ya saben lo que les espera”.

En un Estado democrático es importante velar por las minorías, porque si se permite que los delitos de odio queden impunes, su escalada, repercusión y nivel de violencia serán cada vez de mayor proporción. Históricamente, la radicalización de los discursos de odio ha dado lugar a procesos vergonzosos para la humanidad que han desencadenado, por ejemplo, en delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidios.

Si bien el caso de Arce creó un precedente, la sociedad ecuatoriana tiene mucho que avanzar para dejar atrás comportamientos que la retratan como racista, sexista, homofóbica, machista y misógina. Nuestras próximas generaciones merecen un país en el que la integridad, la honra y la dignidad sean respetadas sin estar sujetas a ningún tipo de discriminación. Solo entonces estaremos en la vía correcta hacia el desarrollo. (O)

Contenido externo patrocinado