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El Telégrafo
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Las intervenciones a bajo costo -según los médicos especialistas- son un indicio de que hay riesgos

El escándalo de los implantes PIP revive la necesidad de exigir prótesis de calidad

Nelson Estrella, perito avalado por el Consejo de la Judicatura, aconseja que pidan datos de los implantes.
Nelson Estrella, perito avalado por el Consejo de la Judicatura, aconseja que pidan datos de los implantes.
Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
06 de febrero de 2017 - 00:00 - Redaccion Sociedad

Después de la lipoescultura y la rinoplastia, el aumento de mamas ocupa el tercer lugar entre los procedimientos estéticos invasivos más solicitados que realizan los médicos en Ecuador, según especialistas afiliados a la Sociedad Ecuatoriana de Cirugía Plástica, Reconstructiva y Estética (Secpre).

Los resultados que ofrece esta cirugía, demandada en su gran mayoría por mujeres, generalmente no requiere cambio de prótesis, siempre que estas sean de buena calidad.

La condena que el 20 de enero  impuso un tribunal de Francia a TÜV, certificadora de los implantes mamarios PIP, de pagar 60’000.000 de euros ($ 64’200.000) a 20.000 querellantes afectados en el mundo por el rompimiento de las prótesis y el derrame del gel de su interior, revive la necesidad de que los pacientes busquen especialistas avalados y exijan la información de los insumos.

Cirujanos plásticos aseguran que en el mercado hay entre seis y ocho marcas de implantes importados con registro sanitario. Las de mejor calidad cuestan $ 800. No obstante, hay empresas intermediarias que trabajan con médicos que cobran desde $ 600 por toda la cirugía de aumento de mamas, incluidas las prótesis.

“Hay personas que colocan prótesis de mala calidad. Los que salen en la televisión, que cobran baratísimo, ponen las ‘económicas’. Un médico honesto, bien formado, no se presta para eso y solo utilizará una buena marca”, asegura Nelson Estrella, cirujano plástico y perito calificado por el Consejo de la Judicatura. Agrega que cuatro firmas llegan de Estados Unidos, dos de Corea del Sur, una de Brasil y otras de China.

“Hay prótesis de dudosa procedencia. No todas son óptimas. Por eso, a manera de mercadillo, hay lugares que ofrecen aumento mamario por $ 600, cuando solo los implantes cuestan desde $ 600”, afirma la especialista Rita Ozaetta, secretaria nacional de la Secpre.

Los cirujanos obtienen la primera información del producto a través de representantes de las empresas que importan y venden. Conocen más detalles en los congresos internacionales a los que asisten y queda a potestad de ellos investigar más para decidir las mejores marcas.

“Cada paciente está en el derecho de solicitar al cirujano estético la información relacionada con la marca de los  implantes que recibirá en su cuerpo y el profesional en la obligación de entregarla”, detalla el perito. Generalmente se proporciona el documento que viene con datos de producción del implante.

La duración

Estrella señala que las prótesis de buena calidad no deberían ser cambiadas. Ozaetta agrega que se conservan, después de 12 años, y que solo deben retirarse cuando el examen reporte alteración.

“No dejan de ser un cuerpo extraño, podrían ocasionar una contractura capsular y poner la mama rígida”. Pero, el especialista aclara que ha tenido usuarias con prótesis colocadas hace 20 años y que estaban en buenas condiciones. Las retiró solo porque ya no las querían.

Hace 30 años las prótesis mamarias contenían solución salina y luego se producían las de gel de silicona. Ahora hay de gel cohesivo y ultracohesivo (no se  derrama). Antes eran lisas, luego evolucionaron a texturizadas y microtexturizadas con 5 a 7 capas de protección.

En el caso de las PIP, los especialistas afirman que eran de buena calidad. “El problema se presentó en  un lote de 2010 que, en el caso de  Ecuador, se colocaron en 50 pacientes de Quito y cinco de Guayaquil”, recuerda Estrella, quien sugiere la necesidad de un laboratorio que analice y certifique el producto.

En otros países se reportaron roturas y diseminación del gel. “El fabricante alteró el contenido que ya no tenía el grado médico adecuado”, expone Ozaetta.

Estrella indica que las pacientes se cambiaron las PIP con los cirujanos que las operaron y recomienda a quienes las tienen que pidan al médico la historia clínica para retirarlas en el caso de que sean del lote con fallas. (I)

Las prótesis de buena calidad tienen distintas capas para evitar su rompimiento. El contenido debe ser gel cohesivo para evitar derrames. Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO

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Paola espera ser una de las portadoras de las PIP favorecidas con fallo judicial

“Sentí mucho miedo de morir. Mi primer hijo estaba pequeño y la noticia que me llegó fue que esas prótesis se estaban perforando y produciendo cáncer...”.

Así, Paola Holguín, colombiana que residía en Guayaquil, se enteraba de que los implantes mamarios Poly Implant Prothesis (PIP), que en 2006 se colocó en Cali, cuatro años más tarde eran señalados en el mundo como riesgosos.

Versiones de que la silicona con la que se fabricaba era industrial y contenía aditivo para carburantes circularon por medios internacionales y se replicaron en Ecuador. A eso se sumaron reportes de perforaciones, derrame, encapsulamiento del contenido e irritaciones. También se mencionó que podían provocar cáncer, pero la Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria y Productos de la Salud anunció que no se halló relación entre la enfermedad que desarrollaron 20 usuarios de las PIP y la colocación de los implantes. Pero sí recomendó su extracción porque su contenido los hacía más susceptibles a posibles rupturas.

Paola sería una de las 20.000 demandantes que se beneficiarían con el pago de 60’000.000 de euros ($ 64’200.000), que un tribunal de Francia impuso a TÜV, certificadora de los implantes. Aunque ella no ha presentado molestias, desde Cali comenta a este diario su temor y deseo de cambiarlos para evitar algún daño en su salud.

De 2005 a 2008, en Ecuador circularon 4.000 prótesis PIP con el registro sanitario que fue revocado por el Instituto Nacional de Higiene (INH) tras el escándalo descubierto en 2010. (I)

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