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El Telégrafo
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La universidad construyó 33 casas patrimoniales

1.010 estudiantes viven en 3 áreas residenciales de Yachay Tech

Los estudiantes salen de los edificios residenciales para dirigirse a las aulas del campus. Allí empiezan su jornada académica desde las 07:00.
Los estudiantes salen de los edificios residenciales para dirigirse a las aulas del campus. Allí empiezan su jornada académica desde las 07:00.
Fotos: Álvaro Pérez / EL TELÉGRAFO
18 de septiembre de 2017 - 00:00 - Amanda Granda

Ibarra, Urcuquí.-

El cielo aún está nublado y por los pasillos de una de las tres áreas residenciales de la universidad emblemática Yachay Tech (Urcuquí, Imbabura) el silencio es interrumpido por los ladridos de un perro callejero que se desentumece al escuchar los pasos de los estudiantes.

Uno de ellos es Karla Torres. La joven que llegó a Yachay en 2015 sale con prisa, pues el reloj marca las 06:55 y debe rendir un examen. La jornada académica en la ciudad del Conocimiento empieza a las 07:00. Mientras Karla se acomoda los tirantes de su mochila expresa “no sonó mi alarma” y corre  hacia su aula. Ella vive en una de las 33 casas patrimoniales del campus. En cada una hay hasta seis jóvenes.

La premura de Karla contrasta con la calma de Bryan Chamba, estudiante de quinto semestre de Geología, quien camina con tranquilidad por el umbral de las villas residenciales (seis edificaciones con departamentos en los que viven hasta tres alumnos). Su primera clase inicia a las 08:00.

El joven, que es parte de la primera generación de alumnos, vive con su tocayo, Bryan Chuguano. Ambos son quiteños y concuerdan en que, si bien, el proyecto Ciudad del Conocimiento Yachay, del cual es parte la universidad, tiene muchos cuestionamientos por temas de inversión, planificación y construcción, ellos no se arrepienten de haber elegido ese centro de educación superior, ni se sienten “estafados” con respecto a la enseñanza.

La planta docente -asegura Chamba- es excelente. “En Yachay aprendes mucho. Desde este año, todas las clases que recibimos (teóricas y prácticas) son en inglés. Esto no pasa en ninguna universidad pública del país”.

Cada viernes, él y su tocayo viajan durante dos horas y treinta minutos hasta Quito para visitar a sus familias. Chuguano aprovecha los viajes para traer alimentos que le servirán para preparar los almuerzos diarios. El estudiante de Química cuenta que cuando su mamá supo que estudiaría y viviría en Yachay le enseñó a cocinar. “Fueron cosas básicas, como hacer arroz, y sobre todo, cómo no quemarlo”.

El departamento de los chicos, al igual que todas las residencias, cuenta con camas, escritorios, armarios, refrigeradora, microondas, cocina de inducción y un juego de ollas. La licuadora, la tostadora y la cafetera que hay en esa casa son de Chuguano, quien confiesa su gusto por la gastronomía.

Bryan Chamba (camisa celeste) y  Bryan Chuguano comparten el departamento. Hay 6 edificaciones y en cada una viven hasta tres estudiantes.

Las clases en Yachay

El futuro ingeniero químico desayuna, tiende su cama y por un camino empedrado se dirige a uno de los cuatro laboratorios que hay en el campus. Cada uno tiene capacidad para 22 estudiantes. En estos espacios -confiesa- sí hay limitaciones.

La razón: no cuenta con muchos reactivos necesarios para desarrollar investigaciones. Al día recibe tres horas de clase en el laboratorio.

Cuando él llegó a Yachay había 174 alumnos. Ahora, la alma mater forma a 1.010 jóvenes. El aumento de estudiantes obligó a desarrollar un programa con base en logaritmos para establecer un uso por horas de los cuatro laboratorios, que ahora les resultan pequeños.

En Yachay, no solo los alumnos tienen residencia. De los 137 catedráticos (todos con PhD), el 70% es extranjero y vive en la sede universitaria o sus alrededores. De ellos, cuatro se trasladaron, con su familia, hasta el campus.  

El mexicano Juan Pablo Saucedo vive con su esposa y dos hijos (Pablo y Sofía) en Ibarra. Él arribó a Yachay en 2015 y en 2016 llegaron sus parientes. En la actualidad, su cónyuge tiene un local de comida mexicana y da clases particulares de química. La convivencia entre los alumnos y los profesores permite que los futuros profesionales despejen sus dudas cuando no comprenden una  de las clases.

A pesar de que en Yachay aún no hay laboratorios de docencia, en donde los profesores hagan investigación, Saucedo comenta que él solicitó unos equipos para iniciar proyectos internos. La maquinaria servirá para estudiar las propiedades de las metaloproteínas.

Actividades de recreación

El manabita Magno Solórzano también es parte de la primera generación. A diferencia de Chamba y su compañero de habitación, él no viaja todos los fines de semana hasta su ciudad de origen, ubicada a ocho horas de Yachay. Su estadía en el campus durante los días de descanso lo motivó a unirse a uno de los 53 clubes que formaron los estudiantes para “pasar el tiempo”.

Magno es parte del club de Astronomía. Cada semana solicitan el telescopio de la universidad y realizan actividades nocturnas de observación de estrellas. También se unió al club de Física Teórica.

Otras de las actividades de los chicos se relacionan con la vinculación con la comunidad. En las tardes dan talleres de química en las escuelas de la zona. Otros se encargan de reunir fondos para mantener, vacunar y alimentar a un amplio grupo de perros callejeros que se desplazan por todo el campus. Todos tienen nombre, los estudiantes se encargaron de bautizarlos.

Los encuentros culturales y los deportes también se realizan en Yachay. Los chicos forman pequeños campeonatos. Todo lo hacen por iniciativa propia. Una vez al mes hay una jornada de encuentro de habilidades. Ahí, los diestros con la guitarra u otro instrumento musical se roban el ‘show’ de esparcimiento.

Son las 17:00, mientras algunos jóvenes comen algún ‘snack’ en los locales comerciales que son parte de la Ciudad del Conocimiento, otros leen en los amplios espacios verdes de la ‘U’ o caminan a sus aulas. La última clase inicia a las 20:00. Los más afortunados, dice Carlos Torres, estudiante de Física, van a casa. El ‘consuelo’ para los que se quedan es un bar-cafetería que hay en Urcuquí. Hasta allá se desplaza Torres junto a un grupo de amigos.

“Pronto ya no tendremos que ir a Ibarra, la discoteca vendrá a nosotros. Así nos dijo el presidente Lenín Moreno, y yo le creo”, comenta, entre risas, Alberto Peralta, quien se sumó a Yachay este año. (I)

Cada uno de los 4 laboratorios tiene capacidad para 22 universitarios. Ellos reciben por horas la práctica debido al aumento de alumnos.

PERSONAL Y OFERTA ACADÉMICA

88 docentes con doctorado y 44 profesores con maestría dictan cátedra en la Ciudad del Conocimiento.     

Desde su creación, Yachay ha desarrollado 58 proyectos de investigación y 200 artículos indexados. Los universitarios  tienen publicaciones y ganaron premios  internacionales.

La Universidad oferta 10 carreras, entre ellas Matemática Pura, Geología, Ingeniería en Nanotecnología, en Polímeros, en Física, Química, Biomedicina, Biología, Tecnologías de la Información y otras.

Para el próximo período lectivo se espera la llegada de 1.231 alumnos.      

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