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La depresión oculta señales que pueden prevenir un desenlace fatal

La depresión oculta señales que pueden prevenir un desenlace fatal
07 de abril de 2017 - 00:00 - Redacción Sociedad

Era una tibia madrugada de noviembre de 2016, cuando en un sector popular del noroeste de Guayaquil una niña, de 10 años de edad, ingirió veneno, aparentemente, motivada por el bullying que sufría en el colegio y por la sensación de abandono de sus padres. 

Semanas después, en otro sector urbano marginal porteño, otra menor, de siete años, fue hospitalizada de emergencia con signos de inanición, pues llevaba cuatro días sin alimentarse. Se negaba a comer porque su padre abandonó el hogar hace poco.

Los especialistas que conocen los casos cuentan que las dos menores padecían depresión, trastorno mental frecuente que en una década aumentó el 20% en el mundo.

Aunque no hay una cifra nacional, psiquiatras y psicólogos coinciden en que los casos de depresión en niños y adolescentes aumentan en las consultas y hospitales del país y destacan que son causa de suicidios.

Ese fue el caso de la pequeña de 10 años, cuya madre, movida por la culpa y la tristeza, ahora manifiesta ideas suicidas que los médicos tratan de neutralizar con terapias en un hospital público.

La víctima le reclamaba a sus padres porque no iban a las actividades que convocaba la escuela, ya que “ellos no tenían tiempo porque siempre estaban trabajando” para poder darle el sustento. Además, llegaba con hematomas por los golpes en el plantel, algo que su familia conocía y que la escuela minimizó.

En tanto, la niña de siete se recupera  junto a sus hermanos y su madre, quien no reaccionó al ayuno de la pequeña porque quedó en shock, debido a su estado depresivo, causado tras el abandono del esposo.

Ambas menores expresaron advertencias. La niña que falleció decía que nadie la quería y que mejor sería si no viviera. La que sobrevivió señalaba que no quería vivir.

La alarma se enciende cuando los menores verbalizan su estado con ese tipo de amenazas, señala Nadia Soria, psicóloga clínica y docente de la Universidad de Guayaquil. Añade que de cada 10 niños que atiende en consulta, ocho manejan ese lenguaje de adulto. “Ahí es cuando los padres deben buscar ayuda”.

Pero antes de llegar a ese punto surgen otros signos que ocultan la depresión y que si se detectan a tiempo con un especialista se puede prevenir un desenlace fatal.

“El carácter se torna irritable y todo les molesta. No tienen ganas de hacer las cosas y dejan de participar en actividades simples que antes les gustaban. Se abstraen en los juegos electrónicos”, explica Carlota Manrique, médica psiquiatra del hospital del Instituto de Neurociencias.

El sueño se altera, los chicos pasan muchas horas dormidos o con somnolencia, les cuesta estar atentos; pero también podrían estar más tiempo despiertos. El apetito se desordena, ya que unos tienen mucho y otros nada, por lo que pierden peso.

 “En los niños y adolescentes la depresión se manifiesta con hostilidad, rebeldía, agresividad, con una conducta oposicionista, desafiante y negativista”, expresa la psicóloga Hypatia Mendoza, responsable de Terapia y Rehabilitación de Salud Mental del Hospital Universitario.

 Soria agrega que aumentan las rabietas, los terrores nocturnos y empiezan a orinarse la cama cuando ya han dejado el pañal y tienen control de sus esfínteres.

Mendoza indica que en la depresión convergen factores como antecedentes familiares, la dinámica actual y el ambiente académico en el que está inmerso el niño. “Si hay la combinación de estos, la probabilidad del menor o adolescente aumenta.  Es como una fórmula para el desastre”.

El Hospital Universitario recibe una población significativa de miembros del grupo etario, pese a no ser pediátrico. De los casos por depresión que Mendoza atiende, la mayoría es provocada por violencia intrafamiliar. “Siete de cada 10 pacientes tienen alguna manifestación de síntoma depresivo”.

En tanto, Manrique explica que cuando la depresión de los niños es provocada por entornos violentos, pierden tanto la autoestima que intentan autoeliminarse. “Los casos más difíciles son los de abuso sexual en la infancia o adolescencia  porque el agresor, en muchos casos, es alguien cercano a la familia”.

El bullying verbal, tecnológico o con agresiones físicas son otros motivos.  “No soportan términos peyorativos como gordos o feos, empleados por sus compañeros de clases. Esa conducta se agrava con la de los maestros que a veces los ridiculizan frente a todos”.

Otra causa es la falta de afecto y comunicación en el hogar. “No hay la expresión que le insinúe al niño que es tomado en cuenta, que es amado por quienes lo rodean”. Son hijos de madres o padres “ausentes”, porque trabajan, o madres depresivas y solas que viven una monotonía.

Aquí también tienen que ver esas etapas en las que los chicos no obedecen las órdenes como los padres quieren y frente a eso generan medidas privativas, tanto de afectos como de castigos con frases que afectan su autoestima. “El niño empieza a sentir culpa porque no es el mejor”, dice Mendoza.

Manrique señala que una encuesta realizada hace dos años en un colegio local, del que fue profesora, arrojó cifras altas sobre los estados depresivos de las estudiantes. “Pedían que sus madres conversaran con ellas”.

El problema

La depresión baja los neurotransmisores (biomoléculas que pasan información de una neurona a otra y que permiten el equilibrio del estado de ánimo).

Cuando la persona entra en depresión se siente sin esperanza y en un callejón sin salida. El trastorno afecta más a la mujer que al hombre. Ellas intentan más suicidios, pero son ellos que más los concretan.

Para prevenir la depresión en los menores hay que consensuar estrategias con padres o cuidadores externos. Si los progenitores  inciden en el cuadro depresivo del niño, deben entrar a terapia.

Debido a la incidencia, la depresión es el tema de la campaña que realiza la Organización Mundial de la Salud (OMS), con motivo del Día Mundial de la Salud (7 de abril de cada año), en conmemoración del aniversario del organismo. (I)

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