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La compra compulsiva es una enfermedad

La compra compulsiva es  una enfermedad
25 de noviembre de 2017 - 00:00 - Redacción Sociedad

Cada vez que Andrés Moreno, de 33 años, pasa por un local de ropa en un centro comercial lucha contra la tentación de adquirir las camisetas que lucen los maniquíes.

Él recuerda que hace 2 meses gastó $ 200 en prendas que aún permanecen guardadas y sin usarlas.

“Una voz interior me dice: ‘Andrés cómpratelas, usa tu tarjeta de crédito, date el gusto, te lo mereces, las deudas se pagan, el dinero no te lo vas a llevar a la tumba’. Cuando le hago caso me complace tenerlas, pero luego siento culpa”.

La psiquiatra Ana María Heinert, del hospital Teodoro Maldonado del IESS, explica que las personas que pagan por artículos que no van a necesitar lo hacen por vivir la sensación de tenerlos.

Los seres que sufren dicha conducta compran cuando están tristes  o  aburridos; a pesar de que no tienen dinero usan la tarjeta de crédito. “Ellos lo hacen para llenar un vacío, cubren carencias afectivas”.

Yadira Delgado, psicóloga del Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia, asegura que en el último manual de enfermedades mentales está entre los trastornos no relacionados a las sustancias.   

Ese sanatorio, en lo que va de este año, ha tratado 10 casos. “Esta conducta se evidencia más cuando hay ofertas (como el reciente Black Friday), las festividades de Navidad y las de Año Nuevo. Las personas tienen miedo a perder las rebajas, pero también realizan adquisiciones a través de internet, lo que enmascara el tema”.

Una investigación del hospital de Bellvitge, de España, detectó que el 7% de la población padece ese mal.

Sensaciones

Según Carolina Garcés, psicóloga del hospital Los Ceibos de Guayaquil, detrás de esta conducta hay otros rasgos de personalidad: adicciones y depresión.

Ellos sufren niveles altos de angustia (se ponen nerviosos, sudan y aceleran sus palpitaciones), sentimientos de soledad y de autoestima baja.

“Lo toman como un escape. Cuando compran experimentan satisfacción, pero luego, sentimientos de culpa. Viven un círculo vicioso”.

Delgado agrega que, cuando adquieren, en el sistema nervioso se produce la dopamina y sienten euforia y placer.

En ese momento -añade Heinert- se activa el sistema de recompensa y todos los malestares pasan. 

La tacañería: el otro extremo

Frente a la orilla de los compradores compulsivos se encuentran los tacaños.

María Luisa Meneses, del hospital Abel Gilbert Pontón, asegura que en ambos casos existe una lesión en las áreas frontales del cerebro.

En el primero, no tiene juicio y por ello no mide los gastos. “Las víctimas de hechos traumáticos son más vulnerables”. Dos de cada 100 personas padecen esta afección.

En el segundo caso  -dice- el individuo carece de capacidad de discernir entre lo que es ahorro y un atentado a su bienestar. “La persona que guarda excesivamente tiene grandes temores de regresar a algo que ya vivió”. 

El ser tacaño -opina Delgado- es un rasgo de personalidad patológica, pero genera consecuencias en la vida familiar, sentimental y debería ser tratado. 

La experta dice que “el paciente considera que su régimen de retención es normal o apropiado, lo confunden con ahorro. Egresar algo de sus bolsillos generará sentimientos de dolor y sufrimiento, y eso hace que lo eviten”.

Asimismo cree que tanto  gastar como retener en exceso se generan por carencia de afecto en la niñez. “Hay una necesidad de llenar algo”.

Para Heinert, ciertas personas han experimentado este problema porque en la  niñez y adolescencia, en reemplazo de la ausencia de amor materno y paterno, obtuvieron juguetes.

El tacaño -continúa- es asociable, pasa irritado y cuestiona por qué los otros gastan. También son amargados, depresivos, incomprendidos y buscan lo que sea más barato.  “Es un rasgo que se ve más en hombres. Ellos retienen el dinero y sin un fin. Se comportan de manera egoísta, inclusive, con ellos mismos”.

Mientras que las compras descontroladas se reflejan más en las mujeres.

Cuando están en esa fase se muestran hiperalegres, eufóricas y no se detienen a pensar en los valores del producto que quieren.

En ambos casos, los expertos recomiendan recibir terapias cognitivas conductuales -de forma individual o colectiva- si detecta el origen.

Además, sugieren la administración de antidepresivos y ansiolíticos, pero recetados por un profesional. (I)    

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