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El Telégrafo
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"Un sangrado me alertó de que algo andaba mal"

Fernanda Arregui, ecuatoriana.
Fernanda Arregui, ecuatoriana.
Foto: EL TELÉGRAFO
05 de febrero de 2017 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

El 28 de noviembre de 2015, a las 09:00, recibí mi diagnóstico: coriocarcinoma (cáncer de útero) por parte de la ginecóloga, quien inmediatamente me derivó al oncólogo.

Ese año había dado a luz a mi hija menor, Emma, y luego de seis meses tuve varios quebrantos de salud.

Un sangrado incesante fue la alerta de que algo andaba mal. Cuando recibí la noticia quedé bloqueada; no me permití deprimirme, sino más bien verle la solución. No hice muchas preguntas de mi condición para no perder tiempo y para no asustarme.

Tras finalizar mi tratamiento y ver las cosas en retrospectiva, me di cuenta de que hace falta orientación integral a familiares, sobre todo, en el tema relacionado con la alimentación que un paciente con cáncer debe llevar antes, durante y después del tratamiento.

También deberían ponerse en marcha actividades de entretenimiento y aprendizaje para sentirnos más activos durante la recuperación.

Por ejemplo, un curso de automaquillaje y colocación de pestañas sería muy útil para las mujeres que queremos disimular los estragos de las quimioterapias en nuestro cuerpo.

En el entorno laboral se podría implementar una ley más flexible para que brinde tranquilidad al paciente para que no pierda sus ingresos.

Actualmente solo se puede acceder a 6 meses de reposo con sueldo. En mi caso conté con apoyo incondicional de la empresa donde laboraba, pero decidí dedicarme a mis hijas y estar en casa. La mayoría de pacientes busca reintegrarse en su trabajo lo antes posible para no perderlo y eso se convierte en otra preocupación.

Mi tratamiento consistía en internarme durante 5 días en el hospital cada 21 días. Busqué ayuda en la psicóloga de la escuela de mi hija mayor, Daphne, para saber cómo manejar mi ausencia ante ella.

En resumen me dijo: “Cuéntele la verdad, hable serenamente con ella, explíquele que se le va a caer el cabello…”.

Seguí su recomendación al pie de la letra; mi hija vio cuando una amiga me cortó mi largo cabello lacio a la altura de los hombros. Luego también presenció cuando su padre me rapó la cabeza. A veces Daphne me decía: “Mami, ya no quiero que mi papi te corte el cabello”, pero yo siempre le decía que no se preocupe porque crecería pronto.

Ahora debo aprender a maniobrar mi nuevo cabello con ondas. Para los que somos creyentes, testificamos que toda sanación viene de Dios; a mí no me cabe duda de que él me curó y utilizó a un aliado idóneo para que aporte con su conocimiento, me refiero a mi médico, Fidel Almira, quien continúa siendo incondicional conmigo.

Puso en mi vida a los seres más maravillosos que pudo encontrar para que se convirtieran en mi familia y amigos. Admiro el temple de mi esposo. (O)

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