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Sociedad

Un día en cuidados intensivos cuesta más de $ 1.500

Un día en cuidados intensivos cuesta más de $ 1.500
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
03 de julio de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez

En las unidades de cuidados intensivos, cada minuto se toman decisiones de las cuales depende la vida de los pacientes.

En estos espacios —siempre esterilizados— cuesta diferenciar los días de las noches; las gruesas cortinas que cubren las ventanas no dejan ni un resquicio para que ingrese la luz solar. En la sala hay un sonido permanente, que martilla la cabeza y que proviene de los monitores para medir los signos vitales, de los ventiladores mecánicos y de los reanimadores cardíacos.

Cuando parece que estos sonidos predominan en la sala, surgen otros: las voces de los pacientes, de los médicos y enfermeras. En el fondo de la sala se escucha también la tos seca que proviene de una de las camas donde descansa un hombre de edad avanzada a quien le diagnosticaron neumonía.

“Su estado es muy delicado; tiene complicaciones”, comenta Sonia Pérez, una enfermera que aprendió a convivir con la muerte desde que integró el equipo de la unidad de cuidados intensivos de un hospital de la capital. Admite que trabajar en esta área es desgastante, porque enfrenta experiencias ligadas con el sufrimiento de las personas que están bajo sus cuidados y de los familiares que acompañan el proceso de recuperación.

Dice que lo más difícil para muchos pacientes es lidiar con la soledad, propia de las condiciones de aislamiento.

Mario Andrade conoce bien esta sensación; él la vivió hace un par de años cuando estuvo en una unidad de cuidados intensivos recuperándose de un infarto. “Es difícil no sentir la soledad de estos sitios que funcionan con un esquema tan restrictivo. Solo cuando uno está allí, sabe que la única compañía es la de otros pacientes”.

Luis González, médico intensivista del Hospital del Sur Enrique Garcés, concuerda con este paciente. “La soledad es difícil de manejar, pero en nuestra unidad se permiten dos visitas diarias de los familiares: una en la mañana y otra en la tarde. Este médico procura conversar con los pacientes que, aunque están en una condición crítica, pueden hablar. Incluso acompaña por varios minutos a los enfermos que, por su condición neurológica, no están en capacidad de comunicarse. “Aunque no puedan hablar, nos escuchan”.

Para González es difícil dar una cifra de cuántos pacientes sobreviven a la terapia intensiva, pero asegura que la mortalidad en estos espacios oscila entre el 15% y 25%.

Patricio Rosero, médico intensivista del hospital Carlos Andrade Marín, explica que los especialistas que asisten a personas en estado crítico tienen que actuar con rapidez porque, a diferencia de los médicos de la consulta privada, en terapia intensiva se pone a prueba su capacidad de decisión.

Rosero explica que, en estas áreas de salud, toda la atención que recibe un paciente tiene un precio que puede variar según el estado de salud de la persona. Por ejemplo, si el paciente solo recibe atención médica orientada a estabilizar su condición y es monitorizado de forma permanente, el costo puede oscilar entre $ 1.000 y $ 1.500 diarios, pero si requiere otros cuidados, porque sufrió un accidente de tránsito e ingresó con politraumatismos, el costo se incrementará a $ 3.000 diarios.

Fausto Orellana, médico del Hospital Metropolitano, quien trabajó cerca de 3 años en una unidad de cuidados intensivos, indica que lo más caro son los medicamentos y, por supuesto, el instrumental utilizado que está diseñado para controlar todas las funciones.

“Muchas veces se hace diálisis peritoneal (procedimiento que permite depurar líquidos y electrolitos en pacientes que sufren insuficiencia renal) o hemodiálisis, y eso tiene un costo que es alto”.  Agrega que los honorarios médicos también son costosos, porque los intensivistas cumplen turnos de 8 horas cada uno. Estos precios que están vigentes en los hospitales privados son similares en las casas de salud públicas, pero en estas últimas los costos los asume el Estado.

Luis González precisa que los precios establecidos en los hospitales privados son, con frecuencia, inaccesibles para muchas familias que recurren a las  casas de salud públicas para obtener el mismo servicio.  

“Hay cierto tipo de pacientes, de clase media y alta, que sigue pensando que el servicio del hospital público es de menor calidad, pero tenemos el mismo nivel que una casa de salud privada, e incluso podría asegurarle que contamos con mejor tecnología para atender a estos pacientes”. Liset V. cuenta que solo pudo solventar 2 días de terapia intensiva en un hospital privado y como el dinero ya no le alcanzó, logró que recibieran a su padre en la unidad de cuidados intensivos del hospital Eugenio Espejo de Quito, donde, al momento, se recupera de una neumonía.

Patricio Rosero, médico, explica que hay pacientes que permanecen horas y otros varios meses en estas áreas. “Si la condición económica lo permite, la persona puede permanecer en cuidados intensivos el tiempo que lo soliciten los pacientes”. Cuando el enfermo se encuentra en un hospital público —comenta Rosero— sus familiares, por lo general, dejan que el paciente permanezca en estos espacios durante el tiempo que sugiera el médico porque, en definitiva, es el Estado el que solventa su permanencia en estas unidades.

Esto no siempre ocurre con las personas que tienen a un familiar en terapia intensiva en un hospital privado, porque en estos el costo puede superar los $ 3 mil diarios.

Liset comenta que cuando las familias no disponen de un presupuesto, es difícil solventar los costos diarios de terapia intensiva. “Yo me gasté todos los ahorros y cuando vi que esto iba de largo, opté por un hospital público”. Uno de los retos que enfrentan a diario los galenos es el límite que existe entre el hacer y el dejar de hacer.

Precisamente esa es la diferencia entre el paciente crítico y el terminal, para quien ya no hay una terapia que lo pueda curar. Es en esos pacientes en los que hay que pensar en dejar de hacer cosas para no alargar, de manera innecesaria, la vida y, en especial, el sufrimiento.

Luis González indica que, para evitar extender el sufrimiento de una persona, hay que mantener una comunicación permanente con los familiares del paciente. “Esta es una lucha tripartita —paciente, familiares y médicos— que es vital para tomar una decisión grupal, siempre en función del bienestar del paciente”.

Si la persona está en un estado terminal y no hay ningún tratamiento que pueda modificar su condición, los especialistas nunca dejan de proporcionarle apoyo médico, el cual contempla  el suministro de analgésicos y fármacos para sedarlo.

Son estos medicamentos los que le permitirán combatir el dolor hasta que permanezca con vida. Lilian Yela, enfermera, dice que cuando un paciente ingresa a la unidad de terapia intensiva siempre se piensa cómo salvarle la vida. “Aunque se encuentre en un estado crítico, ningún miembro del equipo médico pierde la esperanza, se lucha hasta el final”. (I)

EN TERAPIA

Luis González, médico intensivista, asegura que mantener una comunicación permanente con los pacientes en estado crítico es vital para mejorar su condición anímica.

En su mayoría, las unidades de cuidados intensivos que funcionan en Ecuador son generales y no especializadas.

Las ayudas respiratorias, la nutrición intravenosa y los antibióticos son los servicios más costosos en estas unidades.

Los medicamentos suministrados a los pacientes de las unidades de terapia intensiva son costosos. A eso se suman los honorarios de los especialistas que trabajan por turnos. Foto: Cortesía

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