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Navidad, una historia que divide la fe de la humanidad

Diversos criterios y costumbres desarraigan de la mente de los creyentes el verdadero sentido que se debe dar a la fiesta religiosa más importante de la cristiandad.
Diversos criterios y costumbres desarraigan de la mente de los creyentes el verdadero sentido que se debe dar a la fiesta religiosa más importante de la cristiandad.
Lylibeth Coloma / et
24 de diciembre de 2017 - 00:00 - Redacción Séptimo Día

La mayoría de los 1.285 millones de católicos en el mundo celebran hoy la Nochebuena y mañana, Navidad. Una conmemoración religiosa que recuerda el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, enviado a la Tierra para que muriese crucificado 33 años después para el perdón de los pecados de la humanidad. Y aunque la Natividad del hijo de María y José (los padres terrenales según la tradición cristiana) no es ampliamente celebrada, incluso por algunos católicos, esta festividad es dintinta en otras religiones o simplemente no existe.

Para la religión cristiana, la Navidad es, junto con la Pascua, una celebración fundamental dentro del calendario de fiestas, ya que, tal y como indica su nombre, es la natividad de Jesucristo. La mayor parte de países occidentales y latinoamericanos, de raíces profundamente cristianas -sobre todo, católicas-, la Navidad es una fecha clave y se celebra con gran alegría, reuniones familiares, entrega de regalos, misas, procesiones y eventos de caridad.

 Según la tradición, la Natividad se produjo la noche del 24 de diciembre, después de que la Virgen María concibiera un niño “sin haber conocido varón”, motivo por el que su marido, José, dudó de su virtud, hasta que se le apareció el ángel Gabriel, quien le pidió que cuidase a aquel niño como si fuese suyo. 

Como se narra en el evangelio según San Mateo, “José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue”.

Según el calendario litúrgico cristiano, el Adviento es el período de preparación espiritual previamente al nacimiento de Cristo, durante el que los cristianos oran y se preparan para la venida del Mesías.

En síntesis, esos episodios bíblicos son los que celebran los católicos. El pesebre, en donde se colocan imágenes (especialmente de yeso o resina), en representación de Jesús, María, José, pastores, reyes magos; y animales, como la vaca, la mula y el buey. Se cantan villancicos, se realizan oraciones, novenas y posadas familiares en muchos vecindarios.

San Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, fue quien instauró la celebración con el árbol de Navidad después de haber plantado un pino, al que adornó con  manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban a Jesucristo como luz del mundo. Con el pasar del tiempo, a las manzanas y las velas se les agregaron luces y otras frutas hasta llegar a todo lo que hoy se conoce.

“Cuando era pequeña me acuerdo de que mi abuelita paterna solo adornaba su arbolito con manzanas y uvas. Esa era la tradición. El pesebre era tan grande que ocupaba la mitad de la sala y después se mudó al balcón. Con los años, poco a poco fuimos cambiando las cosas y se agregaron otros adornos, pero el espíritu de la celebración, como tal, no ha cambiado. En mi familia se va a misa, se reza el novenario, se agradece a Dios por haber enviado a su hijo para el perdón de nuestros pecados. Es un momento de reflexión total”, asegura Consuelo Martínez Toro, catequista que prepara a niños para las novenas en barrios de la periferia de Guayaquil.

Es precisamente de ese espíritu que habla la Iglesia católica para celebrar la Navidad. El pasado domingo, tras el rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco explicó que, para los católicos, esta celebración consiste en la alegría constante, la oración perseverante y la acción de gracias continua. El Papa dijo que “la fecha debe permanecer siempre en la alegría, incluso cuando las cosas no van según nuestros deseos”.

“Las angustias, las dificultades y los sufrimientos atraviesan la vida de cada uno y tantas veces la realidad que nos rodea parece inhabitable y árida”.

Aludiendo al Evangelio del día en el que Jesús entra en la sinagoga y lee un texto de Isaías, Francisco afirmó que este pasaje de la Biblia clarifica que su misión en el mundo consiste en la liberación del pecado y de la esclavitud personal y social que eso produce.

“Él ha venido a la Tierra para dar de nuevo a los hombres la dignidad y la libertad de hijos de Dios, que solo Él puede comunicar. Pero esta alegría en la espera se basa en la oración perseverante: por medio de la oración podemos entrar en una relación estable con Dios, que es la fuente de la verdadera alegría”.

“La alegría del cristiano –continuó– viene de la fe y del encuentro con Jesucristo, razón de nuestra felicidad. Cuanto más estamos enraizados en Cristo tanto más reencontraremos la serenidad interior, incluso en medio de las contradicciones cotidianas”.

Para la Iglesia luterana, la Navidad es el segundo hecho más importante de su fe, después de la resurrección de Jesús. Y es que, para sus creyentes, conmemorar el nacimiento del Creador se trata de una fiesta inmensa. En la tarde del 24 de diciembre, todas las familias participan en un culto o misa en la iglesia, que se realiza en inglés, alemán y español. Comparten la eucaristía y los niños hacen obras de teatro para representar la Navidad.

Después beben una taza de vino caliente y comen un pastel al estilo alemán, con helado. Finalmente se retiran a sus casas para celebrar de forma familiar.

Ramiro Arroyo, pastor de la Iglesia luterana de Ecuador, con su esposa, hijos, algunos amigos y más familiares, comparten una cena especial. Por lo general, preparan un pavo o un pedazo de jamón, eso sí, nunca falta el vino caliente. Durante la noche, escuchan villancicos y se divierten con juegos de mesa. Previamente a todas estas actividades, alrededor del pesebre, oran la novena.

Esa noche cada persona abre un regalo. En la mañana del día siguiente, ya en Navidad, abren los demás obsequios. “Se supone que el Niño Dios envió a los nomos y a San Nicolás a dejar el resto de regalos mientras los niños duermen”, dice con entusiasmo.

Para el pastor, todos los cristianos en el mundo tienen la obligación primordial de recuperar el sentido específico de esta fecha. Asegura que sería bueno que todas las personas sean solidarias con los más pobres, vacíen sus armarios y saquen todo aquello que se tiene guardado sin usar y lo compartan con los que menos tienen.

Esa misma convivencia familiar la vive Miguel Marcatoma. Es de la comunidad Chauzán San Alfonso, en Palmira. Aunque es indígena y tiene muy presente sus creencias y costumbres andinas, su religión es evangélica.

Sin dejar su idioma quichua, su celebración navideña es similar a las que la hacen en todo el mundo católico: elabora un pesebre, decora un árbol y come una cena especial. El platillo tradicional es cuy con papas y habas cocinadas y queso, alimentos que también se degustan en otras fechas especiales. Junto con su familia, antes de la cena, hacen una oración en agradecimiento por el hogar y por los alimentos que van a ingerir, aunque esta costumbre es de todos los días. Los obsequios son solo para sus hijos. Con su pareja hacen una reflexión de cómo deben llevar su vida cristiana y mantener la unión en el hogar.

“No solo en estas fechas se debe recordar a la familia. Día a día debe haber unión en el hogar, confraternidad y armonía, porque para los cristianos no debe haber una fecha especial para dar un abrazo o un beso, ese amor debe ser de todos los días”, dice Marcatoma.

Además, antes de Nochebuena, con su esposa y sus tres hijos asisten a talleres de capacitación bíblica en su iglesia en la que se hace un resumen de la vida de Jesús y hablan de cuál es el objetivo de la vida cristiana y sobre el verdadero significado del 25 de diciembre.

Ángel Manuel Rodríguez, teólogo adventista y director asociado del Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Iglesia adventista, escribió recientemente un artículo titulado “¿Deberían los adventistas celebrar la Navidad?”.

En sus líneas explica que los historiadores han señalado que la Navidad se festeja desde el siglo IV. Algunos creyentes se basaron en la fecha de la muerte de Jesús, que creen se produjo el 25 de marzo. Se especuló entonces que Jesús había nacido nueve meses después, el 25 de diciembre, 33 años antes. Otros teorizan que nació el 25 de marzo, cuando se cree que pudo ser crucificado.

La explicación más común, sin embargo, es que la Navidad está conectada con el culto romano al Sol Invencible, el renacimiento del sol, que era celebrado el 25 de diciembre. Esto podría explicar la importancia de las luces durante las celebraciones navideñas, aunque en las Escrituras también se asocia a Cristo con la luz. Por ello, es común que se diga que los cristianos adoptaron y adaptaron una fiesta pagana. “Es posible, aunque es difícil de demostrar a partir de las evidencias históricas disponibles”.

“Debemos reconocer dos hechos: en primer lugar, no sabemos por qué Dios, en su providencia, escogió ocultar de nosotros el día exacto del nacimiento de Cristo. No tenemos por qué especular respecto de esto. En segundo lugar, el mundo cristiano celebra el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. No podemos cambiarlo y no existen razones para hacerlo. Los intentos de rechazar esta festividad se basan en la ausencia de evidencias bíblicas y su posible conexión con una fiesta pagana. Por lo tanto, esto debería quedar librado a la conciencia de cada individuo”.

El autor de libros de investigación resalta que “no hay absolutamente nada malo con seleccionar un momento particular para meditar y reflexionar en la encarnación de nuestro Salvador. Que la Navidad sirva para pensar en el misterio de la encarnación, en el misterio en que el Hijo de Dios se hizo carne (Juan 1:14) para morir y salvarnos del pecado y la muerte”.

 Los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tienen como primer artículo de fe la creencia en el Padre Celestial y su hijo Jesucristo. “Para nosotros, los mormones, no es una fiesta, es un recordatorio”, asi dijo la cuencana Karla Cerpa, quien dice ser practicante de esta religión. Para ellos, el árbol forma parte de la Navidad. también arreglan su nacimiento, pero no creen en la Virgen.

“El 25 de diciembre iremos a la iglesia y luego tendremos un almuerzo” dijo Cerpa, agregando que todos se ponen de acuerdo para llevar diferentes comidas y luego
unirse e invitar a que todos participen en este momento. “La Navidad forma parte de nosotros; la festejaremos, pero como manda nuestra religión”.

El líder mormón Isaac Angulo señala que María es santa, como Eva, Sara, Ruth, Esther, Saria, Isabella, Emma – y tantas otras mujeres en las Escrituras. Es santa porque, a pesar de que no fue perfecta, trató de guardar los mandamientos de Dios y vivió para disfrutar del Espíritu Santo. Diferente de todas las santas mujeres, María fue elegida para ser la madre de Jesucristo. Esto le da un papel muy especial en el plan eterno–, pero no significa que sea susceptible de adorar.

Jonathan Herrera indicó que desde la parte evangélica, hay iglesias que festejan de una manera y otro sector de una forma muy distinta. “Hay cultos que celebran de una manera muy parecida a la católica, a excepción de las imágenes. “Unos recuerdan la Navidad con una obra de teatro, van a las citas bíblicas de los cuatro evangelios y hacen una prédica recordando lo que es la llegada del Salvador”.

Otras evangelistas más legalistas no celebran, alegando que diciembre no es una fecha en la que nació Cristo, sino que fue en el mes de septiembre y que ahora es una fiesta pagana, un rezago de lo que era el antiguo Imperio romano.

Esto es lo que ha motivado a que varias personas no se unan a esta celebración o tengan alguna creencia religiosa en particular. Uno de ellas es Diego Jara, quien es ateo, aunque nació en una familia cristiana católica. Para él y su familia, la Navidad es una celebración como cualquier otra. Creen que existió alguien que se llamó Jesús de quien se celebra su nacimiento.

“Para mí, Jesús fue el primer hippie de la historia que se le ocurrió decir que todos somos iguales en un contexto en el que se vivía un caos social y los judíos lo tomaron para formar una religión”, explica Jara.

Él, su esposa y su hijo de 4 años pasan Nochebuena con familiares, ninguno de los tres reza ni tampoco se dan obsequios, aunque el menor sí los recibe, principalmente de sus abuelos. Su hijo es el centro de atención, pues es el único niño en casa, es así que todos juegan con él. Además, hacen una cena especial y miran películas.

El joven ateo odia estas fechas porque dice que hay mucho consumismo y, sobre todo, hay más niños en las calles pidiendo regalos.

“Hay mucho papel desperdiciado, se rompe y se bota a la basura, se matan tantos árboles. Las personas que van en carro están totalmente fuera de sí, no soportan nada, pitan a cada rato, se pegan en las calles, se insultan. La gente no es más amable en esta épocas, no es más solidaria. No sé para qué sirve la Navidad”, dice Jara.

Al igual que él, Ricardo Chávez, de 43 años, es ateo. Pero desde hace 10 años dejó de asistir a las reuniones familiares por Navidad, prefiere realizar otras actividades, como viajar. “Estas épocas deberían servir por lo menos para que sean mejores personas, pero eso no pasa, sino que es más una oda al consumo”. Agrega que es un tiempo en el cual más se notan las diferencias sociales, en el que varios padres de familia se deprimen si no pueden satisfacer el deseo de los niños.

Chávez prefiere visitar a su familia por Año Nuevo o en cualquier otra época del año. “El consumismo y la abundancia en las mesas es tal que importa poco endeudarse comprando bienes de cualquier precio o simplemente desperdiciar los alimentos. La gente no es más amable en esta épocas, no es más comprensiva, se es igual y la inequidad y la injusticia social prevalecen”.

Juan Saúd, director del Centro Islámico Guayaquil, explica que los musulmanes en el mundo no celebran esta fecha al considerar que Jesús es un humano como cualquiera de nosotros, que fue un profeta, pero no es Dios.

“No desmerecemos las virtudes de Jesús porque era un profeta, pero creemos en su mensaje, mas no en el hombre. Además, está claro que ningún profeta, ni Jesús ni los que estuvieron con él, celebró un cumpleaños. No veo la necesidad de inventar algo que no existía”, aclara el líder de la comunidad islámica guayaquileña que alberga a más de 5.000 personas, entre originarios y convertidos.

Señala que hoy y mañana son como un día cualquiera  en su comunidad y no tienen ningún tipo de celebración en particular. En el mundo islámico existen dos celebraciones importantes: después del ramadán llega el Aid el Fitr, la fiesta del final del ayuno, que tiene, a su vez, dos momentos cumbre: la oración de la ruptura del ayuno y la entrega de una limosna. Ese día, los musulmanes también hacen regalos a los niños, los visten con ropa nueva y con ella acuden a la mezquita para la primera oración de la mañana. Al salir del rezo, toda la familia acude al cementerio a recordar a sus parientes fallecidos y por la tarde visitan a sus familiares y amigos. Y la segunda, por su historia milenaria, es la celebración del sacrificio o el Aid-al Kebir, que conmemora el pasaje recogido en los dos libros religiosos más leídos del mundo, la Biblia y el Corán, en el que se muestra la voluntad de Abraham de sacrificar a su propio hijo como un acto de obediencia a Dios. (I) D7A

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