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Nadie sabe más de gustos ajenos que Petita y Cristina

Cristina Vásquez Carranza es heredera de una tradición familiar, lo que le ha facilitado su labor en la preparación de los alimentos, sobre todo las lasañas y hayacas, cuyos pedidos se hacen a diario.
Cristina Vásquez Carranza es heredera de una tradición familiar, lo que le ha facilitado su labor en la preparación de los alimentos, sobre todo las lasañas y hayacas, cuyos pedidos se hacen a diario.
Fotos:José Morán / El Telégrafo
23 de noviembre de 2016 - 00:00 - Jorge Ampuero

Encontrar una forma de apuntalar las finanzas familiares, aprovechar el talento de sazonar bien, continuar una tradición rentable, aunque dé mucho esfuerzo... Muchas pueden ser las razones para que una persona o familia se decida por dar el servicio de comidas preparadas o asistencia para eventos.

Petita Vacacela lo hace desde hace 15 años, 11 de los cuales con una limitación: sus ojos, pues es no vidente. Pese a esto, ella, que vive en el Guasmo Central, en la cooperativa Nueva Granada, ha aprovechado una habilidad que se perfecciona con el tiempo.

“Mi hermana Sara, quien falleció el año pasado, trabajaba haciendo comida y bocaditos bajo pedido. Ella me enseñó los secretos de la buena cocina y decidí continuar con el trabajo”.

Doña Petita ha hecho de este trabajo una gran ayuda para su familia, pues no hay semana que deje de vender bollos o hayacas. Lo de los bocaditos es de menor demanda, ya que la gente no se casa todos los días, ni todos los días hay quinceañeras, eventos en los que es más solicitada.

Al preguntarle cómo hace para preparar sus platos, pese a tener una visibilidad del 0%, contesta que la base está en las medidas que utiliza, es decir, tiene envases que contienen las cantidades exactas de harina, azúcar, aceite o mantequilla. Cuando se trata de freír algo —una empanada, por ejemplo—, o meter algo al horno, entonces precisa de la ayuda de su hija mayor Silvia Lorena, porque, por obvias razones, no puede ver si “ya están doraditas o no”.

Respecto a cuán rentable es el negocio, afirma que sí se gana, aunque no al ciento por ciento, quizás un 70%. Por ejemplo, 100 empanadas pequeñas las cobra a $ 12 dólares, $ 0,12 cada una.

Ella, como la mayoría de las personas que se dedican a esta labor, encontró en las amistades y en los familiares la manera idónea para darse a conocer. “Como yo me dializo 3 días a la semana, entre las otras pacientes e, incluso, entre los doctores, me he dado a conocer”, asegura doña Petita, quien también tenía una tía —Rosa Vacacela— que se dedicaba a la preparación de comida y bocaditos.

Doña Petita aprendió de su hermana Sara los secretos de la buena sazón. Aunque tiene limitaciones visuales, no se complica porque ya sabe, de memoria, cómo es la preparación.

De la mano de mamá

Cristina Vásquez, a pesar de su juventud, goza de una reputación bien ganada, pues lo suyo  es conocido hasta en empresas. Vive en García Goyena y Coronel, donde tiene un comedor.

Cuenta que todo comenzó cuando se estaba preparando para celebrar los 15 años de su hija Valeska y vio que, siendo heredera del talento de su madre, ella misma podía preparar los alimentos para el festejo. “Después vinieron los cursos junto a mi hermana Dennys, me gradué de Economía Doméstica en el Domingo Savio, y comencé a prepararme más”, cuenta doña

Cristina, cuya especialidad son las hayacas preparadas no a base del tradicional maíz, sino de arroz licuado. Afirma que, gracias a la experiencia de su madre, no se le ha hecho complicado ganar clientela, pero que, además, ha utilizado las redes sociales.

Reconoce tener ciertas dificultades con los postres, no así con la comida de sal, sobre todo la lasaña y las hayacas, productos que tienen mucha demanda, al punto de tener varias personas que las distribuyen.

Las hayacas que prepara Cristina Vásquez no son elaboradas con maíz, a la manera tradicional, sino con arroz licuado, una receta que le enseñaron en el Domingo Savio.

Cobertura total

Con una cobertura más extensa, desde 1992, la empresa Mieles Catering atiende todo tipo de pedidos, no solo de comidas, sino de atención integral, es decir, decoraciones, instalación de carpas, provisión de sillas, vajillas, iluminación, mantelería, tanto para eventos personales como empresariales.

Según su página web, cuentan “con personal administrativo y operativo altamente calificado con experiencia en el servicio de catering”. La finalidad es que el cliente quede satisfecho con la atención brindada.

Su propietaria es Letty Mieles y tienen sus oficinas en la Alborada, en Guayaquil. (I)

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