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Turismo

Jaramijó se convirtió en un mirador turístico

En el paseo de El Mirador las jóvenes Ana Espinel y María Rosado pasean con su mascota todos los días, desde las 17:00 hasta las 18:30, para evitar la intensidad de los rayos solares.
En el paseo de El Mirador las jóvenes Ana Espinel y María Rosado pasean con su mascota todos los días, desde las 17:00 hasta las 18:30, para evitar la intensidad de los rayos solares.
Fotos: Rodolfo Párraga / EL TELÉGRAFO
08 de octubre de 2017 - 00:00 - Patricio Ramos

Jaramijó.-

El acantilado de Jaramijó, en Manabí, se ha convertido en uno de los principales atractivos de este cantón. Hasta hace 10 años la zona era conocida como ‘Peñón del diablo’, debido al azote constante de las olas.

Hoy en día está elevación rocosa, de mediana pendiente, se ha convertido en el ícono de su desarrollo turístico. En este enclave marino sus habitantes han logrado conjugar la actividad pesquera con el turismo.

Desde la zona de El Mirador, en la parte más alta del declive, quedan al descubierto espectaculares vistas panorámicas del océano Pacífico que baña las playas de Balsamaragua y El Fondeadero.

El muelle pesquero artesanal, donde son estacionadas las embarcaciones de fibra de vidrio y barcos de madera, complementa la nueva infraestructura que atrae a los visitantes.

En la rada del muelle artesanal del cantón manabita yacen fondeadas las balandras que salen a la pesca cada ocho días cuando el viento es fuerte.

Los vuelos rasantes de las gaviotas sobre las olas y el tráfico marítimo son un espectáculo para quienes llegan a visitar el poblado.

Los residentes locales, como Ana Espinel y María Fernanda Rosado, aprovechan una caminera adoquinada para pasear junto con su mascota ‘Croqui’, un perro samoyedo. “Antes no teníamos ni mirador ni muelle, ahora las dos obras nos llegaron en combo y sirvieron para estabilizar el ‘Peñón del diablo’ que se caía a pedazos, y también para fomentar el turismo”, comenta Espinel.

El paseo sobre El Mirador fue aprovechado para que 10 familias adapten sus viviendas para negocios de venta de alimentos, refrescos y bebidas de moderación.

María García es propietaria de uno de los emprendimientos. La vista del mar nos beneficia, nos estabilizaron el acantilado con un muro de piedra. “Antes ni en sueños podíamos caminar por este lugar, hoy nos llegan turistas permanentes desde Manta, Portoviejo, Montecristi; en los feriados arriban personas de Guayaquil y Quito”, recuerda García.

De la mano de las nuevas obras llegó la inversión. Simón Gómez y sus seis hermanos nativos de Jaramijó invirtieron $ 250.000 en la construcción de un restaurante, cevichería, discoteca. La infraestructura le saca provecho a la vista del muelle y el mar.

En la terminal pesquera, el patio de comidas, el astillero y los muelles flotantes que suben y bajan de acuerdo con la marea ponen la pincelada marina a Jaramijó. Mientras el visitante degusta platos a base de mariscos frescos, pues el desembarcadero está al pie de los restaurantes, la brisa marina refresca el lugar.

El movimiento de los pescadores en sus balandras (embarcaciones impulsadas por el viento que choca en sus velas de tela) es vertiginoso. (I)

En el balneario conocido como Balsamaragua los jóvenes de la localidad improvisan canchas de fútbol playa, ahí juegan sobre la arena hasta que cae el sol.

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