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El Telégrafo
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Pedernales, una comunidad alejada de los grandes ruidos y de la modernidad

Las asémilas son el mejor medio de transporte entre los pobladores de Pedernales. Los animales facilitan los desplazamientos por los senderos del lugar.
Las asémilas son el mejor medio de transporte entre los pobladores de Pedernales. Los animales facilitan los desplazamientos por los senderos del lugar.
Foto: Raul Sacta / para El Telégrafo
11 de noviembre de 2017 - 00:00 - Viviana Criollo

Entre los páramos de Shaglli, provincia del Azuay, se levanta Pedernales, una comunidad de apenas 71 personas, dedicadas por entero a la agricultura y ganadería.

Para llegar al sitio, se necesita paciencia y mucha suerte. No existe transporte público, hay que rentar una camioneta en el cantón San Fernando. Tampoco cuentan con una vía de segundo orden y la temperatura luego de las 17:00 baja a los 5 grados.

Sus habitantes están lejos de los grandes acontecimientos. Para ellos no hay feriados, tampoco los impactantes hechos en el mundo causan  mella en su población.

La labor de la mayoría de sus pobladores comienza a las cuatro de la mañana. Hombres y mujeres en medio del frío de la madrugada van hasta los corrales para sacar la leche de las vacas, ya que a eso de las 08:00 pasa el carro recogiendo el producto. “Si no madrugamos se pierde todo”, indican sus habitantes.

Janeth Criollo comenta que desde hace dos años viaja una vez por mes a Cuenca para realizar un tratamiento de salud a su hijo y emplea tres horas de ida y tres de regreso. Ella prefiere viajar a la ciudad porque tiene más confianza en los médicos de allá y no los que están en San Fernando o Shaglli.

Las mingas y las misas son los únicos momentos en que la población se encuentra. “Aquí todos son católicos y a pesar del frío y la neblina que cubren las montañas salen y se dirigen a la iglesia”, indica Criollo.

Henry Arias es uno de los pocos habitantes que tiene carro, un medio de transporte que ayuda a la movilización. Familias como la de Gilvertina Riera viven a una hora y media de la iglesia por lo que en la noche buscan una camioneta que les ayude a llegar pronto a su casa.

La venta de leche y la elaboración de queso son las principales actividades de la gente de este lugar.

“Hace uno 20 años, los habitantes se dedicaban a cosechar papas para vender en los mercados del cantón Santa Isabel, pero querían pagar a $3 el quintal”, indica Regina Criollo. Desde los años noventa muchas personas migraron a los Estados Unidos.

Una de las tradiciones de los habitantes de esta comunidad es preparar un chancho e invitar a los vecinos una vez al año, comenta Cristóbal Maxi. De esta forma departen y planifican trabajos futuros.

Al anochecer, ya sin la luz de sol, el panorama cambia. Las praderas verdes desaparecen, todo se vuelve oscuro, algunas lámparas alumbran las casas y el silencio se toma esta pequeña población.

Sus habitantes prefieren acostarse pronto para evitar el frío que cala en los huesos, además sus labores empiezan desde la madrugada, ya que para ellos no existen los feriados lo que significa un incentivo económico. (I)

 

 

 

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