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Obreros que no duermen por mantener limpia una ciudad

María Ayllón llega antes de las 04:00 a su trabajo. Desafía al frío y a los peligros que hay en las calles, su labor se extiende hasta la noche.
María Ayllón llega antes de las 04:00 a su trabajo. Desafía al frío y a los peligros que hay en las calles, su labor se extiende hasta la noche.
Fotos: Fernando Machado / El Telégrafo
26 de noviembre de 2016 - 00:00 - Rodrigo Matute Torres

El silencio de la madrugada se rompe fácilmente con el movimiento de las carretas y el sonido de las escobas que producen las 200 personas que trabajan desde las 04:00 limpiando la ciudad de Cuenca.

Ya están acostumbrados a levantarse a eso de las 03:30 casi todos los días, “a esa hora ya se nos va el sueño”, dice uno de ellos. Su rostro está cubierto por una gruesa bufanda que lleva para protegerse del intenso frío (4 °C, pero la sensación térmica es de 0 °C).

Los obreros laboran para contratistas, estos a su vez dependen de la Empresa de Aseo de Cuenca (EMAC). Cada trabajador tiene un área específica de limpieza, ni siquiera tienen necesidad de reunirse antes de comenzar las labores, pero lo que sí tienen claro es que antes de las 07:00 su sector debe estar completamente limpio, caso contrario puede llegar un llamado de atención del contratista.

“El tiempo no es suficiente para cumplir con la obligación, por eso yo llego antes de las 04:00 para dejar todo limpio”, indica María Ayllón, quien nació en el cantón Sigsig, pero que por cuestiones de trabajo se trasladó a Cuenca junto con su esposo, Gerardo Vergara, quien también labora en limpieza pese a tener una discapacidad.

La jornada de María se inicia en la calle Borrero y Sangurima y finaliza en la Calle Larga, es decir que abarca 9 cuadras. Mientras conversa limpia con mucha agilidad, se agacha y recoge los desperdicios regados en las aceras la noche anterior. Siente un poco de recelo y desconfianza, pues 2 veces fue atacada por personas que se encontraban en estado de embriaguez.

“Un día uno con una botella rota me dijo que le dé todo lo que tenía, pero como no llevo nada, me dejó”, recuerda. Ella descansa poco cuando está concentrada en la recolección de basura. Asegura que algunos recicladores, en lugar de ayudar en la clasificación de los desechos, los dejan regados en los parterres.

Hasta hace unas semanas, María iba con su mascota, Chavo, al trabajo, pero ahora los contratistas le impidieron que vaya a la calle a barrer con el can. “El perro me salvó de varias emergencias, nunca dejaba que nadie se me acerque, pero ahora nos prohibieron y en verdad sí tengo miedo”, indica.

“Hay personas que no colaboran, más bien ensucian y hasta nos hacen quedar mal”, indica, cuando el reloj marca las 5:37 y la tarea aún está larga.

En otra esquina del Centro Histórico de Cuenca está María Ullaguari, una mujer de aproximadamente 35 años. Ella, como madre soltera, tiene que trabajar para mantener a sus 2 hijos. Recoge prolijamente todos los papeles y hojas que están en la calzada alrededor del parque Calderón.

“Me han pasado muchas cosas, pero lo que más recuerdo es cuando unos hombres me acorralaron no sé para qué. Un señor taxista me salvó”.

Ella pide que la Policía patrulle el Centro Histórico y otras calles aledañas para evitar inconvenientes, en especial los jueves y viernes.

A su criterio esos días son los de mayor riesgo por la presencia de jóvenes en estado etílico o bajo efectos de drogas.

“Un día, mientras hacía la limpieza, mi carreta estuvo a punto de ser sustraída”, expresó.

“El hombre me dijo que esa noche no había hecho nada (robado) y al menos eso tenía para ir a vender”.

Indica también que con frecuencia encuentra documentos tirados en la calle.

“Un día quise entregárselos al dueño, pero me acusaron de que yo los había robado, desde entonces todo va a la basura”, manifiesta.

En la calle Hermano Miguel y Bolívar, en cambio, está Luis Chanamé, nacido en Chiclayo (Perú), quien se mudó a Cuenca hace 3 años y medio para trabajar. Según él, no le ha ido mal, aunque su labor es muy difícil, indica. Su familia viene a visitarlo en vacaciones y él va una vez al año a su casa.

“Siempre nos quieren robar. Una madrugada me pidieron que les dé el teléfono, como les dije que no llevo me registraron todo”, indicó.

Pero en el centro de la ciudad, mientras se hace la limpieza, no dejan de llegar los reclamos de los trabajadores: “Señor, ayúdenos, solo nos han pagado hasta septiembre y ya no tenemos cómo mantener a los hijos”, indica, Sonia (nombre protegido). Agrega que es una constante de los contratistas el no pagarles a tiempo.

Jaime Ortiz, encargado de la Empresa Municipal de Aseo de Cuenca (EMAC), indica que diariamente se recogen alrededor de 400 toneladas de basura las cuales son trasladadas hasta el botadero de Pichacay.

Existen 12 contratistas que corresponden a los 12 frentes de trabajo que hay en la ciudad, pero Ortiz niega que la empresa esté adeudando dinero a los colaboradores. “Estamos al día con los pagos a los contratistas. Vamos a investigar esta queja”, indica. (I)

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